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GUÍA DE LECTURA

Confieso que he vivido, de Pablo Neruda

Jaime Panqueva

Confieso que he vivido-
Confieso que he vivido-
Confieso que he vivido, de Pablo Neruda

A propósito de un recuerdo gastronómico regresó a mí este libro póstumo y autobiográfico de Pablo Neruda, que reúne pasajes difíciles de borrar. Lo leí por primera vez hace muchos años, pero lo revisité para confirmar una anécdota acaecida en su juventud; cuando el joven Neftalí Reyes, más arriero que poeta, por los senderos del lejano sur de Chile recala en la casa de tres viudas francesas que le permiten guarecerse una noche en su recóndita vivienda rodeada de bosques. Baudelaire es la mención perfecta para que las damas acojan al peregrino y le den un festín fenomenal con recetas de sus ancestros, salpicado de vino traído del hexágono sito al otro lado del mundo. Tras el banquete, con gran ceremonia sacan un fichero donde estaba reseñada cada uno de sus visitantes a lo largo de 30 años, 27 viajeros en total; así de apartado vivían. Junto a los nombres, anotaban los platillos cocinados para cada ocasión. ¿Cuál era el motivo? Responde una de las damas: “El menú lo conservamos para no repetir un solo plato, si alguna vez volvieran esos amigos.”

Así parece que regresan los libros a la mente y así los volvemos a degustar, y aunque parezca el mismo plato, el comensal nunca es el mismo, como el río de Heráclito. El sabor y las texturas se aprecian de forma diferente en nuestro paladar. Fui a los capítulos finales, cuando recuerda a Allende y la situación política de Chile, y comprendí los motivos que pudieron llevar a su envenenamiento.

Hace unos meses confirmaba un panel de expertos, tras el análisis de sus restos exhumados, que la causa del deceso consignada en el acta de defunción no fue la caquexia ocasionada por un cáncer de próstata, sino una toxina cuya procedencia podría ser natural o inoculada tras la intervención de terceros. Los estudios genómicos definitivos tardarán todavía meses en salir a la luz.

Neruda murió doce días después del golpe de Pinochet, y ya había sido hostigado por las fuerzas del nuevo régimen, durante un cateo sin orden judicial, dicen que el poeta retó a los militares: “Miren por todas partes. Solo encontrarán una cosa peligrosa para ustedes: la poesía”. En estos tiempos de nuevos Estatutos de Seguridad no está de más recordar sus palabras.

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