Es lo Cotidiano

Chess mate

Yara Imelda Ortega

pinup

Hoy hubiera sido un día cualquiera… si no se cumplieran 22 años de que vi tu rostro por última vez. No hubiera tenido mayor importancia en el calendario: sería un 11 de febrero sin dolo para el exfoliador.

Pero la diferencia estriba en varios factores: hoy también hubo luna en creciente (me hizo pensar en tu sonrisa, algo ladeada pero que siempre iba en progresión hasta la carcajada). Hoy no hubo una docena de docenas de rosas de tallo largo, de las de invernadero que llaman “Luto de Juárez”.

No habría variación si no existiera la memoria de tu piel bajo mis manos, de tus orejas tan perfectas como de niña, de la barba crecida en protesta por la Guerra del Golfo. De tu risa como mazorca tierna, tus pies calzados en choclos y la impecable presencia de la eficiencia en el trabajo y la dulzura tras la puerta. La generosa oferta de compartir hasta lo que necesitabas con quien urgido estaba.

Hubiera sido lo mismo, siempre lo mismo. Sin el juramento de que el amor va más allá de la muerte, sin la promesa de seguirnos amando aunque ya no estuviéramos juntos, sin la garantía de respetarnos, y de la lealtad antes que nada, de la solidaridad aun en contra de la razón. De la amistad por encima de la sangre. De hacer de los hijos guías y maestros, en lugar de “educarlos”. ¿Sabes que tienes ya dos nietas?

¿Ya has visto que tienes un hijo protomédico y otro Instructor Comunitario, que la beba que tanto deseaste y no conociste, va siguiendo instintivamente tus pasos? ¿Que los tres son guerrilleros en las trincheras que la vida les ha ido cavando, librando cada uno sus batallas personales, pero apelotonados en la defensa de los valores que cimentaron nuestra propia vida, en su personal versión corregida y recargada?

Cuánta razón cuando vaticinaste que nunca habrá quién me ame como tú. Qué bueno que no tuviste oportunidad de poner a prueba mi amor, aunque conociste los linderos de mi paciencia.

Esta mañana no amaneció como acostumbrábamos. Hiciste falta a mi derecha, no estaba mi desayuno en el buró, no puse tu camisa inmaculada sobre el edredón, no leí el periódico entre el jugo y el café, no até tus agujetas ni te besé al despedirte.

La ganancia está en ya no esperarte. En enfrentar ahora cada día como el primero de mi existencia y haber dejado de desear que ésta noche fuera la última de la vida. Hoy tu suegra con Alzheimer y Parkinson lloró por ti, tu cuñada te extrañó. Yo sólo puedo darte las gracias por existir, aun de modo efímero en mi vida, que planeamos para envejecer juntos. Ya te perdoné el haberme abandonado en medio de tanta felicidad.

Mi diestra está vacía de tu mano. No compartimos ya más el pan y la oración… Feliz aniversario, José Feliz Gabriel de La Dolorosa. ¿Alguien te dijo te amo hoy? Cumplo mi voto: Hace años no toco un tablero, pero sobrevivo por estrategia.

Jaque Mate a la Reina.

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