martes. 23.04.2024
El Tiempo
Es lo Cotidiano

Desesperación

Andrés Baldíos

Muse, sing for absolution, portada
Muse, sing for absolution, portada
Desesperación

El barco, por motivos que la desesperación me ha hecho olvidar, explotó hace menos de una hora. Mientras demasiados mueren en la hoguera flotante, otros demasiados mueren ahogados. Y mientras cada una de las víctimas se ocupa en su respectiva tarea de sobrevivir, mi familia y yo nos aislamos de tan brutal loquera nadando hacia unos tablones que flotan con descocada tranquilidad a unos metros del siniestro. La melodía del mar prosigue en tintineos, los salvajes salpicones de quienes mueren apenas afectan el movimiento de aquel punto inespecífico de su infinito. Mi familia y yo nos alejamos poco a poco, sin mirar atrás, al ritmo aturdido de nuestros pataleos empujándonos hacia una huida inútil. Tarde o temprano nos vamos a ahogar. En el transcurso de tan espantoso momento, cada uno de nosotros decimos lo mucho que nos amamos y que, pase lo que pase, nos habremos de reunir en un lugar lejos de ahí. Ya comenzamos a agotarnos cuando un par de aletas dorsales emergen a la superficie para confirmar nuestra imposibilidad de salvación. Ahora son cinco. Luego son siete. Los rostros de mis hermanos lucen tan dolientes que me hacen renunciar a todo esfuerzo por intentar ayudarlos. El rostro de mi madre luce tan sosegada que un fuerte arranque de horror me aviva para esquivar a los monstruos que ya han comenzado a devorarnos. El rostro de mi padre luce tan resignado que jamás lo olvidaré.

A lo lejos se divisa una costa. Ya puedo ver una ciudadela demacrada que nos aguarda con tranquilidad. Mi madre habla por última vez. Allá está, dice, tú ya casi llegas. Dios te bendiga, dice. Mis hermanos flotan en pedazos. Los tablones flotan en pedazos. Ya casi terminan con mi padre. La mitad de mi madre se ha hundido con lo que queda de mis hermanos. El ver su torso incompleto me ratifica lo sencillo que es desbaratarnos. Se deja hundir por mi bien, para que ya no sufra viéndola dispersarse. Como toda buena madre, me protege hasta de la imagen de su mutilación. Yo sigo pataleando… El mar ha disuelto mis lágrimas… Y mi dolor es lo peor que pueda imaginarse…

Llego a la costa. Me arrastro dejando trozos de mi pierna izquierda tras de mí.

Varias personas me reciben en la supervivencia con expresiones atónitas y un silencio que exige una explicación.

No estoy listo para hacerlo, pero deberé contarles lo que pasó…

***
Andrés Baldíos
es escritor. Los primeros peldaños son peligrosos, su hasta ahora primer libro de cuentos, fue editado en 2012 por San Roque.

[Ir a la portada de Tachas 246]