Es lo Cotidiano

FUMADORES [XI]

Sir Bobby Charlton

José Luis Justes Amador

Sir Bobby Charlton
Sir Bobby Charlton
Sir Bobby Charlton

“Dejé de fumar cuando mis hijas empezaron a esconderme el tabaco”. La frase podría haberla pronunciado cualquier fumador ya entrado en años. Pero lo que más llama la atención es que la pronunciara en una entrevista todo un caballero de la corona británica, fumadores empedernidos la mayoría, y uno de los mejores futbolistas, parte de la mítica  United Trinity de la historia del deporte en Inglaterra.

La fotografía está tomada en un campo de entrenamiento mexicano durante el Mundial de 1970. Al fondo, a la derecha del espectador otros dos jugadores se marchan al vestuario a darse la más que merecida ducha. Bobby, plantado a mitad de la fotografía y, probablemente, a mitad del campo, decide -antes –antes de alejarse él también- concederse la indulgencia de un cigarro. El misterio que permanece es de dónde habrá salido.

Sir Bobby no fue ni será el único jugador de futbol o deportista que fuma. La lista no es interminable pero no es corta. Zinedine Zidane, Fabien Bartez, Rivelino y Ronaldo de Lima u Osvaldo Ardiles entre, solamente, los futbolistas ganadores de Mundiales. O, por ir a otros deportes, Kaarsten Braasch, Ricardo Mayorga, Anna Kournikova, Alex Rodríguez, John Daly o el enamorado de los puros, Michael Jordan.

Los tiempos han cambiado tanto que del inofensivo gesto de Charlton tras el entrenamiento hemos pasado a las disculpas públicas que algunas ligas, la inglesa entre ellas, obligan a que presenten los jugadores descubiertos en flagrante “delito”. Como a Jack Wilshere que declaró, tras ser filtrada a la prensa una fotografía del central del Arsenal, “la gente comete errores. Soy joven. Aprenderé. Me doy cuenta de las consecuencias que tiene y el efecto que se da en los chicos que están creciendo. Tengo hijos y no quiero que crezcan pensando que su padre fuma y que está bien que un futbolista fume, porque no es así”.

¿Qué pensaría Sir Bobby Charlton? Probablemente llevaría al “pecador” a un bar, le invitaría una pinta y le ofrecería uno de los cigarrillos que habría logrado birlar a la vigilancia de sus hijas.

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