jueves. 18.04.2024
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Mi ciudad imaginaria (una certeza y nueve preguntas ciudadanas)

Roberto Castillo Udiarte

Foto, María Gómez Bulle
Foto, María Gómez Bulle
Mi ciudad imaginaria (una certeza y nueve preguntas ciudadanas)

La naturaleza tiene dominios;
el hombre tiene demonios.

Carlos Fuentes

I

Una infinidad de ciudades nacieron como producto de la imaginación y el deseo; primero fueron soñadas, imaginadas o deseadas como paraísos terrenales y marinos y, después, fueron construidas por necesidad, por capricho o por simple gusto. Recuerdo la primera ciudad, Ur, los jardines colgantes de Babilonia, la grandiosa Tenochtitlan, las poblaciones exóticas descritas por Marco Polo, la imponente Toledo construida por tres culturas aparentemente irreconciliables, las ciudades acuáticas como Venecia o Mexcaltitlán, las maravillosas ‘ciudades invisibles’ de Italo Calvino o la moderna Brasilia, imaginada por Oscar Niemeyer y Lucio Costa.

II

¿Se imaginan mi ciudad con casas de altos muros con púas y vidrios rotos; las ventanas cubiertas de gruesas cortinas y rejas carcelarias; custodiadas por perros  y alarmas ruidosas, cámaras de seguridad y guardianes de la tercera edad; donde los cerros son desgajados, los pocos árboles son talados, las plantas endémicas son desechadas; donde son frecuentes deslaves de laderas y hundimientos de terreno  y los lotes baldíos son convertidos en basureros; donde las banquetas son ocupadas, no por paseantes, sino por vendedores ambulantes, carros mal estacionados, botes de basura y carteristas con dedos de seda?

III

¿Se imaginan mi ciudad que carece de espacios públicos abiertos, de grandes zonas verdes naturales, de lugares para caminar o reunirse en comunidad, o vías para bicicletas y sillas de ruedas, sitios para sentarse y descansar en la zona centro; donde las calles carecen de nomenclatura, luz mercurial, puentes peatonales en vez de rampas; las avenidas repletas de vallas y espectaculares que anuncian el éxito escolar, medicinas maravillosas, bebidas alcohólicas y energéticas, zonas habitacionales paradisiacas, salvadoras cirugías plásticas y sexo seguro?

IV

¿Se imaginan que sé de memoria los baches de mi ciudad, como si mi mente fuera un gps necesario y mental; mi ciudad llena de topes peligrosos y los semáforos descoordinados; las calles y las avenidas donde permanecen perros atropellados durante semanas; y las banquetas están pintadas de rojo y amarillo; y los espacios de juegos infantiles con árboles, lazos de ixtle, roca, madera y lomas de césped son sustituidos por juegos de plástico, lazos de nylon y pasto artificial?

V

¿Se imaginan mi ciudad que tiene vías rápidas que de pronto son lentas, donde la poquísima lluvia convierte las calles en grandes lagunas, donde se levanta constantemente el asfalto por el olvido de cambiar viejas tuberías, y la recarpetación de las avenidas son trampas mortales para los automovilistas y el transporte público es deficiente y caro; donde los asentamientos humanos de la periferia son precarios y las aguas estancadas albercas para niños; donde miro por las avenidas varios comandos militares enmascarados o convoyes de secuestradores también enmascarados?

VI

¿Se imaginan mi ciudad de zonas habitacionales y hospitales con gaseras y gasolineras de vecinas; donde se privilegia la destrucción de edificios históricos para construir centros comerciales o estacionamientos redituables; donde se destruyen áreas verdes y reservas ecológicas para edificar condominios y centros comerciales; y las zonas residenciales se convierten en regiones de hacinamiento de familias y las autoridades y las inmobiliarias no respetan los reglamentos de construcción?

VII

¿Se imaginan mi ciudad que tiene señoras que se estacionan en triple fila para entregar a sus niños en las primarias, donde los agentes de tránsito prefieren guiar funerales por una cuota, y las maquiladoras e industrias se les permite arrojar sus químicos y desechos tóxicos sobre las comunidades aledañas mientras el urbanista, de traje impecable, habla de las maravillas arquitectónicas desde su palacio residencial mientras el albañil roba la luz con su ‘diablito’ para mirar el juego de futbol?

VIII

¿Se imaginan mi ciudad donde los narquitectos y narcoingenieros construyen mansiones exóticas y, al mismo tiempo, edifican casitas apretadas para que las familias sufran claustrofobia; donde la arquitectura emergente de ‘pallets’, llantas, láminas y lonas de vinyl son alternativas de construcción de los nuevos migrantes para aguantar las inclemencias del tiempo?

IX

¿Se imaginan mi ciudad llena de letreros como los siguientes” “nos reservamos el derecho de admisión”, “propiedad privada”, “prohibido entrar con gorra y lentes oscuros”, “no pisar el césped”, “prohibido usar patines y patinetas”, “no estacionarse”, “no entrar”, “no comer”, “no tocar”, “no caminar”, “no, no, no…”?

X

¿Se imaginan a ésta, mi ciudad, pero ahora con todo lo contrario a lo que he escrito?

el róber castillo

 

***
Roberto Castillo Udiarte (Tecate, 1951) es un poeta y narrador bajacaliforniano. Dos de sus temas recurrentes son los cuervos y el rock’n’roll. Ha sido llamado el Padrino de la contracultura tijuanense. Entre sus libros de poesía se cuentan Blues cola de lagarto (ganador del Premio Nacional de Poesía en 1984), Cartografía del alma (1987), Nuestras vidas son otras (1994), La pasión de Angélica según el Johnny Tecate (1996) y Elamoroso Guaguagá (2002); ha escrito ficción también, como en Pequeño bestiario y otras miniaturas (1982) y Arrimitos o los pequeños mundos en tu piel (1992). Entre sus textos más importantes sobre rock’n’roll se cuenta la antología Banquete de pordioseros: menú rockero para compas y compitas (1999). Es también traductor, especialmente de la obra de Charles Bukowski.

El texto Mi ciudad imaginaria fue cedido por Don Roberto especialmente para la conmemoración de los 250 números, el Cuarto, de Tachas. ¡Gracias totales!

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