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Tiempo de híbridos, o de los apuntes visionarios de Rockdrigo

Jesús Nieto

Foto, María Gómez Bulle
Foto, María Gómez Bulle
Tiempo de híbridos, o de los apuntes visionarios de Rockdrigo

Rodrigo González, “Rockdrigo” (1950-1985). Para unos fue la figura principal en la transición del rock imitativo de los sesenta al auge del rock mexicano en los noventa (pasando por la prohibición del rock a partir del festival de Avándaro). Para otros fue tan solo un músico sobrevalorado debido a su muerte circunstancial en el terremoto del 19 de septiembre de 1985.

Llegó de Tampico a la capital con guitarra y armónica para convertirse en leyenda y mitificar para siempre la estación del metro Balderas. Concebía el blues y el huapango como parientes cercanos, luego se apoyó en sus estructuras para dar luz a su propia idea de un rock local. Inventó el concepto de “rockantrovero” para definir sus andanzas por la “vieja ciudad de hierro” boteando de pesero en trolebús y de plaza en café cantante. Concibió al Profeta del Nopal como un alter ego para darle voz a sus “visiones del rock mexicano”. Escribió un Manifiesto Rupestre por llevar la contra a los músicos comerciales. Sea como sea, se trata de un personaje ya ineludible en la historia de nuestra cultura.

La canción “Tiempos híbridos” es una de sus contribuciones más originales al repertorio del rock mexicano. En este 2018, cuando nuestro siglo ha llegado a la mayoría de edad, vale la pena acercarse a revisar un tema que le tomó el pulso a una época, esos años ochenta en los que además del sismo de 1985 vendrían las polémicas elecciones de 1988, y en el intermedio el terremoto social que movilizó a la ciudadanía como hacía mucho no se veía en la Ciudad de México. A esto siguió la entrada de nuestro país al modelo de economía neoliberal que terminó por redefinir por completo el panorama político, cultural y económico. Si bien la canción no prevé estos acontecimientos, aporta una mirada de su entorno que bien puede arrojar luz sobre nuestros días.

Rockdrigo retrata una realidad prefigurada por el contraste. En un tono abiertamente burlón, paródico, no exento de ironía, ofrece una visión de la mezcla entre la tradición y la modernidad, recorriendo distintos aspectos de la sociedad mexicana. Muestra la convergencia de elementos de uno y otro tiempo en un mismo espacio. A Rockdrigo le fascinaban esas síntesis de contradicciones, como si en ellas se plasmara su propia estrategia de rocanrrolizar el folklor mexicano, o bien, de “folklorizar” el rock. Analicemos la letra:

Era un gran rancho electrónico
con nopales automáticos,
con sus charros cibernéticos
y sarapes de neón.

En esta primera parte se plantea ya esta contradicción entre lo campirano y lo moderno de forma imaginativa un tanto absurda. ¿Cómo es un charro cibernético? ¿En qué consiste la automatización de los nopales? El conjunto de imágenes sintetiza la idea de hibridación. Los tópicos escogidos son, por lo demás, característicos de la versión más difundida de lo mexicano, principalmente a través del cine clásico de los cincuenta: ranchos, nopales, charros y sarapes.

En el siguiente verso, el autor se aprovecha de la polisemia del término magnético para seguir su juego en el que todos los elementos de la cotidianidad mexicana se disfrazan o se revisten de una modernidad totalmente ajena al contexto.    

Era un gran pueblo magnético     
con marías ciclotrónicas,  
tragafuegos supersónicos
y su campesino sideral.
Era un gran tiempo de híbridos.

Luego de plantear este escenario, esa suerte de mundo de ciencia ficción ridiculizado, viene una parte en la que el humor se manifiesta de manera evidente.

Era Medusa anacrónica,
una rana con sinfónica               
en la campechana mental.         

Era un gran sabio rupéstrico
de un universo doméstico  
Pitecantropus atómico,
era líder universal.

Había frijoles poéticos
y también garbanzos matemáticos,  
en los pueblos esqueléticos
con sus guías de pedernal.

Era un gran tiempo de híbridos. 

Las imágenes de la rana con sinfónica, los frijoles poéticos y los garbanzos matemáticos son propios de un humor ingenioso y al mismo tiempo muy simple de comprender. Son, en esencia, disparates. Y si bien la canción continúa en ese tono de mofa, termina por expresar una serie de contradicciones que no son más que la representación de algunas de las paradojas sobre las que el sociólogo argentino Néstor García Canclini, desde un discurso académico, establecería unos años después su tesis sobre las sociedades híbridas.

De salvajes y científicos,  
panzones que estaban tísicos 
en la campechana mental,
en la vil penetración cultural
en el agandalle transnacional,
en el oportuno norteño-imperial,               
en la desfachatez empresarial,
en el despiporre intelectual,
en la vulgar falta de identidad.

El contraste entre los salvajes y los científicos, así como la paradoja de panzones que están tísicos presenta el típico humor de González, arraigado en la cultura popular. Luego vienen esa serie de maneras de decir que todo se revuelve, desde la economía hasta la cultura, en cuyo centro se hallan las imposiciones de Estados Unidos, tanto de hábitos de consumo como del control de la economía. Resulta muy significativo que la canción termine con esa idea de ausencia identitaria. Entre broma y broma, González parece ir dejando claro que hay, a pesar de todo, una postura, si bien no muy definida, de protesta o de crítica. No sabemos ya quiénes somos, podría ser la conclusión. Ni somos lo indígena, ni somos lo español, ni somos tampoco esa idea romántica de la cósmica raza de bronce. Sobre todo, no somos exclusivamente una cosa o la otra, sino que estamos definidos a partir de todas nuestras contradicciones. No es ninguna casualidad que los primeros acordes de la canción remitan a una típica melodía tradicional mexicana y conforme avanza se va desplazando hacia el rock.

García Canclini apunta en su célebre texto Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad: “la crisis conjunta de la modernidad y de las tradiciones, de su combinación histórica, conduce a una problemática (no una etapa) posmoderna, en el sentido de que lo moderno estalla y se mezcla con lo que no lo es, es afirmado y discutido al mismo tiempo” (García Canclini, 1990: 331).

El libro de García Canclini es un punto de partida muy valioso para acercarse a esta canción, pues la noción de lo híbrido es en ambos casos un adjetivo a partir del cual se trata de asimilar la condición contemporánea en la que conviven formas del pasado y el futuro, pero no en una conciliación armónica, sino en una lucha continua por representar la(s) identidad(es). El sociólogo da el ejemplo de las artesanías, así como de algunas fiestas como los carnavales en Brasil y en México que si bien son la reiteración de un ritual antiguo son espacios en los que el humor y la parodia recrean la historia. A diferencia de la visión solemne del museo en la que las tradiciones se petrifican, en la ejecución de los rituales, las tradiciones se reinventan. Lejos de ser una mera repetición, la actuación dentro de los rituales se transforma en creación como tal. De este modo: “los hechos culturales folk o tradicionales son hoy el producto multideterminado de los actores populares y hegemónicos, campesinos y urbanos, locales, nacionales y transnacionales”. Y de ahí se desprende la posibilidad de comprender lo popular como algo conformado en lo que García Canclini denomina procesos híbridos (García Canclini, 1990: 205).

De hecho, en el caso concreto de México resulta casi imposible pretender hallar alguna manifestación cultural en “estado puro”, pues la superposición de ideas desde la conquista y el proceso de colonización en el siglo XVI, hasta el proceso de modernización que se intentó consolidar durante el siglo XX han permeado prácticamente toda la actividad cultural del territorio nacional. Rockdrigo se adelanta a esa conceptualización de lo híbrido desde una perspectiva paródica sin comprometerse con una posición. Mero observador del entorno, anota y señala; su tarea no es teorizar.

La versión de “Tiempos híbridos” grabada para la Ofrenda a Rockdrigo (2001) que conjunta a los Rastrillos, grupo de reggae, y la voz de Iraida Noriega, cantante de jazz, es, a mi juicio, una de las mejores expresiones de continuidad del legado de Rockdrigo. En dicha versión se incorporan instrumentos tradicionales de música mexicana como la jarana, además del baile zapateado, ambos típicos del son veracruzano, al tiempo que integra saxofón, y ritmos de ska, además de la voz en claro estilo jazzístico. Por si fuera poco, en esta versión se agrega una estrofa original hacia el final de la canción que evidencia el interés por la idea de lo híbrido:

Acá ya lo dijo el profeta del Nopal,
el mestizaje cultural aquí nunca va a acabar:
un rasta ranchero y un skatero jaranero
y una jazzera que canta blues y bolero
el mestizaje cultural es la misma campechana mental.

De esta manera, en la versión de Iraida Noriega y los Rastrillos, la propia canción termina expresando verbalmente lo que va haciendo desde el principio en lenguaje musical.

El giro de esta propuesta va claramente hacia la posibilidad de enriquecimiento cultural que da el mestizaje entre tradiciones. Hay para quienes esto significa una traición al espíritu de la canción de Rockdrigo, por aquello de que en la versión original se exhibe la carencia de identidad. Pero al mismo tiempo, esta canción ejecuta la posibilidad de una mezcla entre una melodía de referencia a la canción ranchera que evoluciona hacia acordes rock. Si bien creo que podría interpretarse esa parte de la canción como una denuncia de la influencia extranjera, y concretamente estadounidense (norteño-imperial), la posibilidad de la construcción identitaria para Rockdrigo implicaba la incorporación tanto de elementos extranjeros como nacionales. Finalmente, ¿qué otra cosa sería si no el “rock mexicano”? Rockdrigo decidió incorporar ritmos de otros sitios, la hibridación de distintas formas musicales para crear un producto que hablara desde el fondo. En su discurso verbal manifiesta la crisis de identidad, pero en su discurso instrumental, en su lenguaje de notas, está proponiendo una posibilidad de expresión de lo mestizo.

“Tiempos híbridos” fue recopilada en el disco El profeta del nopal (Pentagrama, 1986) bajo la curaduría de Rodrigo de Oyarzábal, quien había contribuido a registrar la música de “Rockdrigo” durante sus programas en Radio Educación. Actualmente el álbum se halla disponible en Spotify.

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Jesús Nieto
es originario de Salamanca, Guanajuato. Estudió sociología en la UNAM, el diplomado en Creación Literaria en la SOGEM y es doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad Autónoma de Barcelona. Se dedica a la docencia, la investigación y la escritura.

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