jueves. 18.04.2024
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FUMADORES [XVI]

Donyale Luna

José Luis Justes Amador

Donyale Luna
Donyale Luna
Donyale Luna

Para FJMF

Hay una fotografía de esta misma sesión, imposible saber si de antes o de después de esta instantánea, en que Donyale está casi en la misma pose y sosteniendo ese mismo cigarro pero sin el humo. Tiene, en esa otra fotografía, ese mismo vestido y esa misma mirada oblicua a la cámara.

Es esa mirada lo primero que asombra. Donyale tiene esa mirada de quien sabe con sinceridad lo que vale. Por los mismos años de los que es esta fotografía, del archivo de Getty, ella está en Londres, desfilando y viviendo la noche del swinging London. La han fotografiado David Bailey y Richard Avedon. Ha sido la portada de Vogue en la edición inglesa. Ha sido la primera modelo de color en ser portada de Vogue. Ella sabe todo eso y su mirada, una mirada al mismo tiempo intimidante y que deja claro que nadie puede intimidar a la dueña de esos ojos, se encarga de trasmitirlo. Y, sin embargo, hay algo aún más peligroso en su retrato.

Probablemente Luna no estuviera fumando cuando la descubrió el fotógrafo David McCabe en 1963. Ella tenía catorce años cuando el artista, en medio de una sesión de fotografía de coches, la vio salir de la escuela católica. Tampoco fumaba cuando al año siguiente cumplió la promesa a McCabe de marcarle si llegaba a pasar por Nueva York. De aquella llamada salió una presentación a Richard Avedon que la contrató como modelo inmediatamente. De ahí pasó  a Londres donde continuaría ampliando la nómina de quienes la retrataron con nombres como David Bailey, William Klein, Helmut Newton o William Claxton. Fue este último el que se la presentó a Salvador Dalí que se refirió a ella como “la reencarnación de Nefertiti”. Entre sesión y sesión todavía encontró tiempo para actuar en cintas dirigidas por Warhol o Fellini, en su inolvidable “Satyricon”.

Fue precisamente en Londres donde comenzó a fumar y a experimentar con sustancias más ilegales que el derivado del tabaco. De esa época, del descanso entre una aparición en la pasarela y otra, es esta fotografía, esta serie de fotografías. Todo en ellas está hecho para distraer al espectador: el hermoso vestido, la profundidad de la mirada, el elegantísimo –a la italiana- cardado y el lánguido gesto de la mano que sostiene el cigarrillo. ¿Por qué fuma Luna? ¿Por qué comenzó a fumar? ¿Por qué expulsa todo el humo del cigarrillo que está fumando? Es imposible saberlo y es imposible también intentar descubrirlo porque todo nos distrae. Ella nos mira y eso basta. Nos mira enmarcada por el humo de su cigarrillo y con eso nos basta.

Donyale Luna murió, algo que parece que intuye su mirada sin futuro, joven, demasiado joven, en Roma, por una sobredosis de heroína. Dejaba detrás su hermosura, un puñado de fotografías y el nombre, profético en parte, con el que bautizó a su hija, Dream.

Y También deja unas volutas de humo que hacen, si es posible, aún más hermoso su rostro enmarcado en ellas.

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