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La espina milagrosa

Chema Rosas

Chema Rosas - La espina milagrosa
La espina milagrosa

En la cima de la loma de Sangremal, en Querétaro, se encuentra el Templo de la Santa Cruz de los Milagros. Cuenta la leyenda que, en 1697, un misionero Franciscano de nombre Antonio de Magril de Jesús paseaba por uno de los huertos del convento, cuando escuchó la llamada a comer. Como eso de amar a Dios en tierra de indios lo deja a uno de verdad hambriento -y justo ese día Fray Papilla había preparado paella-, salió corriendo con tanta prisa que olvidó su bastón, quedando éste clavado en la tierra fértil del jardín. Días después, cuando quiso recuperarlo se encontró con la sorpresa de que el bastón había echado raíces y quedó convertido en un árbol de la familia de las mimosas, cuya peculiaridad no era estar hecho de champaña y jugo de naranja, sino producir espinas con forma de cruz. Desde entonces cada año acuden miles de fieles al templo para conseguir los puntiagudos milagros, y los domingos a medio día llega algún trasnochado a pedir mimosas en el confesionario.

Trescientos seis años después de que el bastón echara raíces, yo compré mi primer coche. Era un Volkswagen Beetle modelo ‘76 que originalmente fue blanco, luego alguien lo pintó de dorado, en algún momento fue taxi y cuando llegó a mis manos vestía un precioso color gris en casi todas sus piezas exteriores. Lo primero que hice  al abordar por primera vez mi recién adquirido vehículo fue revisar la guantera -por la misma razón que abro todos los cajones en un cuarto de hotel- y ahí, acompañada de una estampa de La Morenita y dentro de un sobre plástico transparente, estaba una espina del árbol místico del Templo de la Santa Cruz de los Milagros.

No me considero particularmente religioso o dado a la superstición, pero devolví el milagroso objeto a la guantera con la secreta sospecha de que esa espina había mantenido al auto y a sus antiguos tripulantes a salvo del yonke y del cementerio, respectivamente. Pasaron un par de años y ese Vocho llamado Peligro trató de asesinarme en varias ocasiones, pero en todas salí ileso (nunca supe si por mi pericia al volante, simple suerte o intervención divina). Así que cuando por fin logré venderlo, decidí dejar la cruz milagrosa en la guantera, convencido de que el nuevo dueño la necesitaría más que yo.

Soy  consciente de que no existe relación lógica entre el objeto dentro de la guantera y los mecanismos de seguridad del coche (si la hubiera, seguro que las agencias venderían un check up de la milagrosidad de nuestra espina del Templo de la Santa Cruz, cada quince mil kilómetros o algo parecido), pero a veces el poder que atribuimos a los objetos desafía el pensamiento lógico, y es entonces cuando las cosas dejan de ser cosas y se convierten en amuletos.

Doña Chila Ayahuasca Macotela, experta en ocultismo escéptico y lo sobrenatural pragmático –también comerciante de chocomiles en el Mercado de la Soledad–, asegura que hay amuletos que, debidamente cargados con la energía adecuada, son capaces de otorgar al portador protección contra todo tipo de males, y ventaja considerable ante cualquier necesidad. Aquí recopilo algunos de sus consejos:

Para el bienestar económico: Se recomienda traer un billete de dos dólares en la cartera; desde que inició este año dos billetes de veinte pesos tienen el mismo efecto, siempre y cuando no se gasten para nada. Cualquiera que sea capaz de tener esa cantidad de dinero a la mano y no gastarlo, segurito tendrá algún tipo de prosperidad monetaria.

Para el amor: Si no quiere sufrir por infidelidades, no hay mejor amuleto que tener un papel con las contraseñas electrónicas de su pareja y nunca usarlas. Para encontrar el amor de su vida sólo hay que ir siempre acompañado del ejemplar más usado de su libro favorito. Un condón en buen estado es excelente para evitar arrepentimientos y, en muchos casos, un corazón roto se arregla con un bypass coronario.

Para la salud: Brócoli, dos litros de agua al día y ejercicio moderado. Un cuarzo blanco curado en sal a la luz de la luna junto a la póliza vigente de un seguro de gastos médicos también ayuda.

Para la suerte:  Pata de conejo disecada, trébol de cuatro hojas, Mano de Fátima, medalla de San Benito, un reloj descompuesto exactamente a las once horas con once minutos, la herradura de un caballo blanco, buda sonriente, botón de búsqueda de Google y un buen despertador.

Sin ser supersticioso, puedo asegurar que muchos de estos amuletos funcionan. Otros no tanto, pero supongo que cualquier objeto puede convertirse en talismán si alguna parte de nosotros cree en su poder. Quiero pensar que incluso la persona más escéptica tiene una playera para cuando necesita un poco más de suerte, o una cuchara con la que de forma irracional le sabe mejor el cereal del desayuno; mientras tanto intento manejar con precaución, llevo mi auto al taller… y, aunque no he conseguido otra espina milagrosa, no salgo de casa sin mi estampita de la Santísima Virgen de la Luz en la guantera.

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Chema Rosas
 (Ciudad de México, 1984) es bibliotecario, guionista, columnista, ermitaño y papa-de-sofá, acérrimo de Dr. Who y, por si fuese poco, autoestopista galáctico. Hace poco incursionó también en la comedia.

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