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CRÓNICAS DE YIZZ Y DAVES [III]

Bi-bop-boluba-bib-bap-bum

Yizz y Daves

Charlie Parker
Charlie Parker
Bi-bop-boluba-bib-bap-bum

Desde el estudio proviene el sonido metálico. Es-tri-den-te. La palabra tetrasilábica hace honor a su significado. A lo largo del día hemos oído a un vecino que ensaya el saxofón. Disciplinado, el muchacho: día, tarde y noche practica sus ejercicios. Estamos en Xalapa, donde ahora hay una escuela de jazz y, por lo tanto, un ambiente propicio para que fructifique su escucha; la presencia musical le da un nuevo significado a la idea de la Estridentópolis de los años veinte. Desde el estudio proviene el sonido metálico más exquisito y extravagante que pueda uno identificar, el de Charlie Parker, el mago de Kansas City.

Daves ha puesto “Parker Mood”, una de sus piezas favoritas. Hace unos meses leyó El perseguidor de Julio Cortázar que le obsequió Yizz. Ambos discutimos acerca de la hermosa exposición que hace el escritor argentino del tema de la relatividad del tiempo. Entre los dos minutos que transcurren de una estación de metro a otra, Johnny (Charlie) evoca todo un solo que no puede durar sólo dos minutos y, sin embargo, el milagro obra en ese lapso.

Los tiempos de Parker siempre van hacia adelante, el saxofonista pocas veces regresa a las notas. Son como el agua que sale de un grifo, constante como la vida; no hay pasos hacia atrás. Quizás por eso se experimenta una sensación de fuga de la realidad. El sonido de Parker empieza en un punto, pero nunca se sabe dónde se detiene, todo el rato parece estar cambiando de destino. Sólo a fuerza de escuchar una y otra vez la misma grabación puede volverse predecible.

“Y Johnny es una versión estilizada de Charlie, similar a esa sensación de tener tiempo libre y no saber qué hacer con él… una mezcla de nervio, duda y deseo. El personaje es lo más similar a un genio frustrado, pero genio al fin”, discurre Daves.

Yizz está sentado delante de la computadora. Las ventanas se abren hacia el Cofre de Perote y las ramas del árbol de pimienta se mecen con una suavidad más sutil que el piano de “All The Things You Are”. Daves camina al ritmo de la pieza hasta quedarse detenido en posición de estatua. Se coloca en medio de la sala y juega a tocar el saxofón alto digitando en el aire.

Yizz lo mira de reojo y vuelve a la pantalla. Comienza a leer en voz alta: “Busco una palabra que diga la textura del saxofón de Charlie Parker. La imagino redonda, áspera, flexible, acaso celeste. Debe ser una palabra traviesa, pícara o equilibrista. Me importa menos cómo suena, que el color proyectado por su aura, su ligereza al sostenerse en el aire y el aroma al que invite recordar.”

Daves responde al tomar asiento: “Parker existe en todas las palabras juntas y justamente pensando en todas esas palabras creo en Johnny como una suma sin restas. Bird pareciera no digerir, sino sumar y sumar sentimientos. Tal vez por eso la catástrofe, o tal vez por eso la genialidad. Tal vez toda esa energía se concentra en el sax, y en realidad no hay textura sino una especia de aura.”

Concluimos que quizás el bebop sería la aglomeración del todo, un receptáculo de los sonidos y colores del universo. Quizás más que de una palabra, se trataría de un humor, un tono, una frecuencia.

En esa noche xalapeña en la que no se extraña el calor se suceden: “Quasimodo”, “Yardbird Suite”, “Ornithology”, “Red Cross”... Un repertorio de clásicos del bebop en los que fluye la caricia escandalosa del saxofón de Parker. “Pienso en ese sax como una especie de big bang”, continúa Daves en su propio flujo de ideas e imágenes, “una prueba de que el universo está en constante expansión. Parker es un gran inicio, porque en él existió la dualidad de la libertad y esa terrible contradicción de ser preso de uno mismo; sin él tal vez no habría inicio. Al menos el JAZZ sin BIRD no sería JAZZ.”

“Ya lo dijo Miles, ¿no?, la historia del jazz podría sintetizarse en cuatro palabras: ‘Louis Armstrong. Charlie Parker.”

“Heaven, I’m in Heaven” y al entonar la letra Daves imita, por supuesto, la peculiar voz de Satchmo.

Decidimos que otro día escucharemos a Armstrong y esa noche nos concentramos en escuchar LA VERDAD.  Pero, ¿qué es LA VERDAD?

Un solo de Charlie Parker.

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Yizz y Daves
se conocieron trabajando en la publicidad de una cadena hotelera en una extinta agencia de publicidad en el entonces Distrito Federal. Entre menús de restaurantes y volantes de promociones para estancias de turismo y convenciones se percataron de su mutua fascinación por el rock clásico, en especial los Beatles. Por entonces se descubrieron aficionados también a los tacos “de cajuela” y a las tortas “Homero, el mero, mero”. En los años que han seguido desde 2009 han mantenido una conversación intermitente en torno a la música popular.

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