Es lo Cotidiano

FUMADORES [XXIX]

Bill Hicks

José Luis Justes Amador

[Fumadores 29] Bill Hicks
[Fumadores 29] Bill Hicks

Ahora que está de moda fumar yo no debería apuntarme, pero, mierda, lo conseguí. Y sí, lo echo de menos. Es difícil dejar de fumar. Cada cigarrillo que veo me parece buenísimo. Cada uno de ellos parece como si hubiera sido creado por Dios, enrollado por Jesús y humedecido para cerrarlo por el coño de Claudia Schiffer.

Es un escenario del sur de Estados Unidos. Apenas hay cuatro luces y todas se proyectan sobre la misma persona, el gran Bill Hicks. Acaba de soltar, o está a punto de soltar, uno de sus números verbales. Ha prendido un cigarrillo para darse ánimo, o para una pausa dramática. Puede, si es que ha terminado, que lo esté prendiendo con la satisfacción del trabajo bien hecho. Con el convencimiento de la verdad de su punchline. It’s just a ride.

“Han comprobado que dejar de fumar alarga la vida. Lo que no han comprobado es que una vida larga sea algo bueno. Todavía no he visto las estadísticas”.

Bill fue uno de los mejores standup comedians (casi a la altura del insuperable Lenny Bruce), mucho antes de que se pusiera de moda. Y sus actuaciones siempre giraban en torno a las obsesiones de su vida: la religión (el argumento de Napoleón o el número sobre un conejo gigante y los calcetines han hecho más por la incredulidad que cientos y cientos de tratados), las contradicciones de los políticos y la guerras en las que se involucran (¿si tenemos misiles teledirigidos, por qué no utilizarlos para dirigirlos con alimentos a los hambrientos de la tierra?) o el genial “esto no es una guerra porque en una guerra se supone que hay DOS ejércitos?) y, por supuesto, las drogas (su defensa de la legalización de la mariguana era, al mismo tiempo, divertida e implacablemente lógica) y el tabaco.

“Los peores no fumadores son los que se acercan y tosen. Es bastante cruel, ¿no? ¿También van con los discapacitados y se ponen a bailar?”

El micrófono en una mano y en la otra el cigarrillo. Ese era Bill Hicks. Murió de cáncer de páncreas, pero lo sabía (“Fumaré, toseré, me saldrá un tumor. Me moriré. Hecho.”) y aprovechó todo el tiempo que tuvo de vida, haciéndonos reír con risa nerviosa y pensar.

“Y este es mi argumento final. Sobre las drogas, sobre el alcohol, sobre la pornografía y sobre el tabaco y sobre todo lo demás. ¿A quién le importa lo que hago, lo que leo, lo que compro, lo que veo, lo que digo, a quién me tiro o lo que me meto en mi cuerpo, mientras no le haga daño a ningún otro ser humano en el planeta?”.

Eran los años noventa. La gente fumaba en los aviones y en las películas se fumaba. Apenas estaban comenzando las campañas anti tabaco (de hecho, Hicks tiene un rutina sobre las diferentes fotografías en las cajetillas), y Bill vio el futuro antes que nadie. Sólo queda admirarlo e imaginar qué grandes números hubiera escrito.

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