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NOTAS DE LA VIEJA OLA

Top Hat

Javier Morales i García

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Rogers y Astaire

Como la mayoría de comedias alumbradas en los años 30 bajo el sello de la RKO, Top Hat (Mark Sandrich, 1935) es una pieza ingenua, blanca-blanquisima, con unos enredos angelicales y (por la misma razón) un desenlace de lo más simple y trivial.

La ausencia de malicia es (era) absoluta, por mucha picardía entrecomillada que los guionistas Dwight Taylor y Allan Scott con la adaptación de Karl Noti de una obra llamada "The Girl Who Dared" de Alexander Farago y Aladar Laszlo, pretendieran ponerle a este título. Pero está claro que todo esto formaba parte del juego. El hecho de que Ginger Rogers confunda a Edward Everett Horton, ese personaje de La Vieja Ola, con Fred Astaire, que Erik Rhodes -metido a florido diseñador de modas italiano- se interfiera momentáneamente en el camino amoroso de la pareja protagonista, o que Helen Broderick (como esposa de Everett Horton) le complique graciosamente la vida a su marido y todo con el montaje de William Hamilton, es lo de menos. Lo que cuenta es que Fred Astaire, luego de caer fulminado por los encantos de Ginger Rogers (Feathers, la llamaba Fred), pueda cantarle en la habitación de un hotel de Londres el "No Strings", bailar con ella en el cenador de un parque esa bonita canción que es "Isn't This a Lovely Day To Be Caught in the Rain" y por supuesto juntar sus mejillas en el adorable "Cheek to Cheek". Pero es que aún queda esa forma de cerrar la aventura que es el famosísimo "Piccolino", a orillas del Adriático, con una infinidad de parejas volando a su alrededor sobre un piso con brillos de espejo.

Rogers y Astaire hicieron nueve películas juntos en la R.K.O. Todas ellas, menos la última si acaso, eran extravagancias modernistas de Art Déco en la época dorada de Hollywood. En cada una de ellas Fred y Ginger "se conocen entre baile y baile, canción y canción, simpatizaban, se peleaban, se perdían y volvían a encontrarse". Cualquier diferencia por muy grande que fuera, se resolvía a tiempo para un último beso y el THE END, mientras bailaban juntos eternamente.

Las películas fueron progresando en este esquema y fueron creciendo en todos los sentidos: más dinero, diseños más preciosistas, más lujo y elegancia. Hay una Ley del Musical que dice que no hay Musical que sea malo del todo, pero las continuas revisiones de estos títulos te dejan un poso de tranquilidad y buen sabor de boca que muy pocas veces se consiguen. ¡¡Y acaban bien!! ¿¿Qué más quieres??

Las ocho primeras películas de la pareja son creación directa de Van Nest Polglase y tienen algo en común. Algo que se llamó "The Big White Set" (BWS), el Gran Decorado Blanco. Cada uno de estos ocho títulos tenía una escena que se desarrollaba en un set que parecía gigantesco, eterno... Allí bailaban Ginger y Fred el número más importante de la película. La idea general era la misma: un Gran Espacio para bailar que estaba bordeado por formas curvilíneas y con diferentes niveles de altura. Este diseño quedaba genial en la pantalla grande, dando una sensación imponente de grandeza en el decorado... y tenía un secreto. Ocultar que la R.K.O. no era el estudio más rico de Hollywood, ¡¡ni de lejos!! Así que Polglase inventó esto de trabajar con los espacios vacíos y solo se construían paredes, escaleras y plataformas de baile que se iban moviendo. Se ponían en el estudio y se filmaba.

No es que fuera barato este Gran Decorado Blanco, pero era más efectivo que construir, por ejemplo, un set de rodaje que quería ser el París de 1810, donde los detalles más caros y obsesivos se perdían y no eran apreciados por los ojos del espectador. R.K.O. no podía pretender competir con la Metro o Paramount en cuanto a grandes estrellas o cineastas, pero si se trataba de fantasías musicales, todo se igualaba."The Piccolino", el gran número de Top Hat, había sido escrito por Irving Berlin para el musical Musical Box Revue de 1921 y remata de modo espectacular la fiesta veneciana fotografiada por David Abel, que posibilita el estado de gracia amoroso de Astaire y Rogers, sus oficiantes mayores (para deleite de un público, que con la música acariciando todavía sus oídos, pensaba ya en la próxima película de la pareja). El Piccolino se hizo muy popular con inusitada rapidez, como ya había ocurrido con la "Carioca" de la película Flying Down To Rio y el "Continental" de The Gay Divorcee. Las parejas de aquellos años se sabían los pasos y la bailaban en los clubs más o menos elegantes y en las calles de los barrios pobres, así como en las mansiones más espectaculares. Cuando mis padres eran aun novios, las primeras notas de la “Carioca” eran el aviso de que Papá iba a buscar a Mamá y todas las vecinas de la escalera, envidiosas, llamaban a mi madre para que saliera a la puerta.

Pero tanto o más que con el mítico Piccolino, otro número conectó fácilmente con el gusto de todo el público. Era el "Cheek To Cheek", melodía de cálidas suavidades que Fred y Ginger cantan y bailan con el encanto de costumbre; el vestido de frac (clavel blanco en el ojal), ella con un sugestivo atuendo de marabú diseñado por Bernard Newman. Ellos confiesan estar en el cielo... bailando juntos mejilla con mejilla... esa coreografía de Hermes Pan.

Max Steiner compuso la música de la película y Fred Astaire estaba encantado con las canciones de su amigo Irving Berlin. Fueron buenos amigos desde entonces.

Otro de los grandes momentos de la película es, por descontado, el del número "Top Hat, White Tie and Tails", con Astaire escoltado por una impecable hilera de bailarines, de frac y con sombrero de copa, como Fred, a quienes simula disparar con su bastón. Desde que vi esta escena, siempre quise tener un bastón… ¡Algún día lo tendré!

Fantasía, elegancia y buen gusto se combinan también en este celebre número, clásico entre los clásicos de La Vieja Ola...

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Javier Morales i García
(Tenerife, España) es editor del fanzine Ecos de Sociedad, la publicación mod más longeva en Europa. Desde inicios de los 80, escribe, reseña y edita; hoy, Ecos puede leerse en ecos-de-sociedad.blogspot.com.es. Es obseso de la música y el cine.

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