Es lo Cotidiano

FUMADORES [XXXV]

Shirley Temple

José Luis Justes Amador

 

Shirley Temple
Shirley Temple
Shirley Temple

La película, de 1939, es horrible y con uno de esos argumentos que ni el mejor de los bienpensentantes podría pensar que tiene algo de verosimilitud. Shirley Temple es una huérfana recogida por la caballería montada y que les sirve, en el cuartel mientras esperan la guerra con los indios, de diversión y de maestra de baile. Todo va bien hasta que uno de sus soldados favoritos, un capitán si mal no recuerdo, es secuestrado por los indios que amenazan con matarlo (todo por un error que han cometido los indios malos ya que también hay indios buenos, muy buenos). Sólo hay una persona en el mundo que podría evitarlo y la pequeña Temple que para ello tiene que fumar la pipa de la paz.

La imagen, en la que Temple sí acabará fumando al natural delante de la cámara, resulta extraña en estos tiempos en los que hasta las cintas más independientes (desnudos y relaciones sexuales explícitas incluidas) añaden al final de los créditos una leyenda en la que arguyen que los involucrados en la película “no se hacen responsables de los personajes que fuman ni presentan en ningún momento una apología del tabaco”. La escena resulta más extraña por el tabaco que por la propia estupidez de lo que está proponiendo, que una niña pequeña sea la responsable de la paz entre indios y rostros pálidos.

Casi tan difícil como que un menor tenga acceso a imágenes de gente fumando, en estos tiempos de corrección política, es ver a un menor fumando. El buenpensar asocia, nos hace asociar esas imágenes, con subdesarrollo y marginación, con niños y niñas con problemas y falta de educación. Lo que es cierto, pero sólo hace falta mirara a Shirley en esta imagen para deducir que no debe ser tan malo.

Está a punto de fumar, todavía no lo ha hecho, con lo cual su cara de sorpresa, de asombro, no se debe al tabaco sino a la extraña situación en la que está envuelta. Su mirada a Pequeño Jefe, más que otra cosa, parece señalar los extraños métodos con los que los indios arreglan las cosas. Pero, por salvar a su amigo de la Policía Montada, accede y fuma, y todo vuelve a ser paz y tranquilidad. A pesar de su cara.

Su rostro contrasta con la serenidad con la que la mira Pequeño Jefe que, de seguro, no será ni la primera ni la última pipa de la paz que fuma, y la mira convencido de que a pesar de sus edades, el único remedio para el absurdo conflicto es fumar. Como tantas y tantas veces en la vida real.

(Como curiosidad final: en la cinta se da uno de los diálogos más racistas de toda la historia del cine. “Pequeño jefe: Unh. Temple: ¿Por qué no puedes, como las personas normales, decir sí cuando es sí y no cuando es no?” Pero los tiempos han cambiado y no sólo para el tabaco).

(Una curiosidad más: aunque la cinta no se puede encontrar completa en ninguna de las plataformas gratuitas de video de la procelosa Internet, sí es posible encontrar esta escena final bajo el alucinante título de Shirley Temple smokes marijuana.)

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