martes. 23.04.2024
El Tiempo
Es lo Cotidiano

DISFRUTES COTIDIANOS

Posthumano

Fernando Cuevas

 

Ex Machina
Ex Machina

En una artículo publicado en la revista Harper’s (julio 2018) y retomado por Nexos (agosto, 2018) bajo el título Solo en la mente de la máquina, se cuenta la anécdota de AlphaGo, un software que derrotó a Lee Sedoul, uno de los mejores jugadores de go, el tradicional juego de mesa: no es la primera vez que un programa vence a un ser humano, como ya había sucedido con Deep Blue y ahora Alpha Zero en ajedrez, con capacidad para el autoaprendizaje. Lo interesante es que ya no se tiene claridad acerca de cómo los programas deciden llevar a cabo las jugadas. Similar caso el de una fotografía de una pareja sonriendo que fue amalgamada por los algoritmos de Google, a partir de otros retratos en los que ambos salían esbozando una sonrisa pero por separado, es decir, el programa creó una estampa que nunca ocurrió en la realidad.

Escrita y dirigida por Leigh Wahnnel, Upgrade: máquina asesina (EU, 2018) trasciende el relato de venganza para llevarnos a terrenos ciencia ficcionales con la necesaria cercanía a los tiempos y realidades que estamos viviendo, en particular por el desarrollo de la robótica y la llamada industria 4.0, caracterizada por la integración y potencialización de la inteligencia artificial en los procesos de producción y en la interacción con los trabajadores, con todo y las consecuentes afectaciones a la ocupación laboral, en contraste con el incremento de la efectividad. Si en películas recientes como Her (Jonze, 2013) y Ex máquina (Garland, 2014), se profundizaba en la relación de las personas con entidades cibernéticas, acá se plantea el proceso de dominación física, cognitiva y moral de una criatura digital sobre el humano.

Un mecánico que prefiere seguirse ensuciando las manos en un mundo completamente sistematizado, donde el desarrollo informático se encarga de casi todo, sale con su esposa (Melanie Vallejo) –empleada de una compañía de tecnología-, a entregar su coche a un cliente especial: el joven genio solitario que diseña artilugios cibernéticos de altísimo grado de sofisticación (Harrison Gilbertson). De regreso a casa, la pareja es violentamente atacada, ella es asesinada y él queda parapléjico, al cuidado de su madre. Al paso del tiempo, el diseñador le ofrece instalarle un dispositivo que le permitirá recuperar su vida, si bien lo que el ahora viudo quería era terminarla.

Finalmente acepta y tras un proceso quirúrgico, queda instalada esta especie de metaconciencia con capacidad para controlar biológicamente a su huésped, quien se embarca en un expedición para encontrar a los culpables de la muerte de su esposa, en tanto una detective (Betty Gabriel) trabaja en el caso con resultados escasos. Primero obediente, el implante llamado Stem va poco a poco buscando un mayor protagonismo en las decisiones y acciones de Grey (Logan Marshall-Green, con creíbles matices), al punto de establecer un conflicto que transita del terreno práctico para enfrentarse a los malosos, al ámbito moral, estableciendo fuertes dilemas entre la conciencia humana y la del dispositivo.

Con ingeniosos efectos de cámara, sobre todo en las secuencias de peleas y cuando Stem controla el cuerpo del protagonista, la apuesta visual contrasta los espacios interiores de aspecto minimalista con los escenarios exteriores, más tendientes hacia capturar la confusión y el caos urbano. Con edición precisa y dinámica, los sucesos van incrementando en tensión, sobre todo por los giros que se van advirtiendo en el desarrollo de la historia, invadida por entes cibernéticos controladores y por humanos intervenidos para transformarse en particulares seres biomecánicos, físicamente mejorados pero acaso irremediablemente afectados desde una perspectiva ética, tanto por sus resentimientos como por sus incrementales poderes.

La invención-creación humana que se vuelve contra el creador y lo empieza a controlar es una referencia constante en los relatos literarios y fílmicos (De Frankenstein a Blade Runner), pero ahora, con los recientes desarrollos en el campo de la inteligencia artificial, surge la necesidad de volverse a detener para reflexionar acerca de las implicaciones y consecuencias para la condición humana, sobre todo desde la perspectiva filosófica, social, ética y medioambiental. Los desarrollos y progresos científicos ya no pueden ceñirse a una mirada unidimensional, o solamente a un ámbito del conocimiento, sino que se requiere incorporar la complejidad a los procesos de análisis y toma de decisiones.

[Ir a la portada de Tachas 276]