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El 22º Tour de Cine Francés en León

Fernando Cuevas

La vida soñada de Los ángeles
La vida soñada de Los ángeles
El 22º Tour de Cine Francés en León

Puntual a la cita, llega a nuestra ciudad el esperado conjunto de películas galas que funcionan como un pequeño muestrario, tendiente a la accesibilidad sin demeritar la calidad, de la nutrida y variada producción fílmica del país de donde surgió el cinematógrafo. Tres ejemplos del programa que se ubican en sendos géneros claramente identificables, aprovechando sus recursos y explorando algunas posibilidades para transitar por otros caminos. Lástima que coincida en nuestra cartelera con el Foro de la Cineteca.

Reinventarse para seguir siendo el mismo

Coescrita y dirigida por Laurent Tirard (Molière, 2007; El pequeño Nicolás, 2009, Astérix & Obélix: al servicio de su majestad, 2012), la gozosa El regreso del héroe (Francia-Bélgica, 2018) se inscribe en la comedia de carácter picaresco con las consabidas suplantaciones, confusiones y enredos que atraviesan una historia de amor y reconciliación, pero sin perder el eje humorístico de la propuesta argumental, centrada en la figura de un capitán a principios del siglo XIX que tiene que irse a la guerra dejando a su prometida en estado depresivo (Noémi Marlant); ante tal situación, la hermana de la novia vestida y alborotada decide suplantar epistolarmente al galán vividor (que no escribía nada), redactando emotivas cartas que recreaban historias jamás sucedidas.

Ingeniosamente dado por muerto a través de un supuesto mensaje de despedida, aparece inesperadamente de regreso y las complicaciones se desatan por todas partes. El realizador de Un hombre a la altura (2016), vuelve a hacer mancuerna con Jean Dujardin, ahora en fluida relación actoral con la también directora Mélanie Laurent, mostrando igual sus dotes para este tipo de relatos plagados de situaciones hilarantes, a partir de un guion que teje con imaginación la integración del capitán al ambiente familiar. Una correcta recreación de época y un ritmo bien desplegado gracias a la edición con destellos de ingenio (la lectura de las cartas y las falsas remembranzas del combatiente), consiguen que la cinta sea todo un disfrute, tanto visual como narrativo.

Del tablero a la cancha

Moviéndose por los territorios de las feel good movies y de planteamiento predecible, Señor sabelotodo (Francia, 2018), no obstante, consigue conmover por el trazo de los dos personajes protagonistas y el toque de comedia que le da un cierto respiro al posible tono edulcorado. Con base en la novela de Alain Gillot, Stéphan Archinard y François Prévôt-Leygonie dirigen con soltura y buena dinámica el encuentro entre un futbolista retirado prematuramente, ahora entrenador de jóvenes y disfrutando de la vida sin compromisos, y su sobrino con Asperger especialista en ajedrez, a quien no conocía y que fue criado por sus abuelos, los padres del exjugador. Como cabría esperar, el principio de la interacción no resulta nada fácil pero poco a poco ambos van estableciendo un vínculo acaso fortalecido por sus diferencias, al fin complementarias.

Sin alcanzar el nivel de otras películas similares como El octavo día (Van Dormael, 1996), la cinta alcanza momentos de genuina emoción que se acompañan por la interesante combinación entre el fútbol y el ajedrez, ámbitos en apariencia poco relacionados pero que cobran vida mutua en la mente del joven, convincentemente interpretado por Max Baissette de Malglaive, y que consigue transmitirle a su tío (Arnaud Ducret), comprendiendo cada vez más a su sobrino con la ayuda de la doctora del equipo (Alice David), y a partir de conocer la razón por la cual repite obsesivamente el número 77. Con presencia continua de un sensible score, el filme se inserta sin demasiadas pretensiones ni riesgos en el campo de las emociones, y expone sin reparos la importancia que tiene la aceptación como cura para la angustia.

Vivir con las pérdidas

Con características atmósferas noir y una trama que plantea conflictos más allá de la búsqueda detectivesca, como ocurría en Sin amor (Zvyagintsev, 2017), Sin dejar huellas (Fleuve Noir, Francia-Bélgica, 2018) sigue a un conflictivo comandante policiaco en sus pesquisas para encontrar a un adolescente desaparecido, mientras tiene que lidiar con su propio hijo, metido en líos de drogas, y con una soledad que se acrecienta con la bebida. Las indagatorias parecen no encontrar pistas sólidas y las entrevistas con la angustiada madre y el padre ausente por trabajo tampoco permiten encontrar rumbo definido; incluso la intervención de un profesor y vecino de la familia no hace sino confundir más el proceso, además de las diferencias internas con otros miembros de la policía.

Dirigida con base en la novela de Dror Mishani por el veterano Erick Zonca (El pequeño ladrón, 1998; La vida soñada de Los ángeles, 1998; Julia, 2008), quien gusta de espaciar sus proyectos y tomarse su tiempo para la escritura y realización, la cinta se sustenta en sólidos enfrentamientos actorales, particularmente los escenificados por Vincent Cassel como el detective atormentado; Romain Duris en el papel del afectado profesor con aspiraciones literatas y Sandrine Kiberlain en el rol de la madre del joven extraviado y dedicada a cuidar a su hija con síndrome de down. La cámara parece reflejar, a través de sus desplazamientos entre inquisidores y dubitativos, el desconcierto en el que se sume el protagonista, además de ir captando los interiores habitados por estos personajes que buscan esconderse incluso de sí mismos.

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