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GUÍA DE LECTURA

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Jaime Panqueva

París en el siglo XX
París en el siglo XX
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A propósito de una charla que tuve esta semana con Jorge Vega Martín sobre tres grandes escritores de viajes y exploración, London, Salgari y Verne, volvió a salir a colación una curiosa novela de este último, París en el siglo XX. Escrita en 1863, se cuenta como una de las primeras novelas del escritor francés, quien la propuso a su editor, Pierre-Jules Hetzel, tras haber convertido una novela rechazada por todos los impresores del momento, Cinco semanas en globo, en un extraordinario éxito de ventas. El manuscrito, rechazado por Hetzel por considerarlo muy por debajo del nivel logrado con la anterior novela, así como “periodismo barato y sobre un tema nada afortunado”, se registró tras la muerte de Verne como proyecto por publicar, por parte de su hijo, Michel, pero se desconoció por décadas su paradero hasta que uno de sus descendientes, un bisnieto, lo encontró en una vieja caja fuerte sin llave.

Tras estudios y verificaciones con eruditos en la extensa obra verniana, la novela se publicó en 1994, es decir, 131 años después de escrita y unos 34 años después de los eventos que relata. El protagonista, Michel, igual que el heredero de Julio, es un joven escritor que no puede adaptarse al mundo mercantilista y científico que desprecia el valor trasgresor de la literatura y la música. Aquí vale la pena mencionar otra faceta poco conocida de Verne, su gusto por la poesía, de la que escribió una cantidad nada despreciable de versos, algunos de ellos convertidos musicalizados por su amigo Aristide Hignard, y retomados también en varias de sus novelas. La París de 1960, por ejemplo, desconoce la existencia de Victor Hugo, Balzac o Lamartine, y se deleita con poemas modernos como “Armonías eléctricas de Martillac, Meditaciones sobre el oxígeno, de Pulfasse, el Paralelogramo poético, los Odas descarbonatadas...”. Verne hace gala de un extraordinario humor negro y de una visión oscura del futuro que, como era de esperarse no agradaba en absoluto a Hetzel.

Pero también es posible admirarse con las anticipaciones proféticas en torno a los automóviles con motores de combustión, “máquinas de calcular” que gobiernan los bancos como nuestras actuales computadoras, la luz eléctrica, la privatización de la educación, las alarmas bancarias con sensores de movimiento, el uso extendido del papel de celulosa, el fax... en fin, un futuro que lleva al sensible Michel a terminar su historia recorriendo el cementerio Père-Lachaise para evocar un mundo devorado por el materialismo pragmático y la farándula. Cualquier parecido con actualidad...

 

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