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Hacer el quehacer

Chema Rosas

Chema Rosas - Hacer el quehacer
Chema Rosas - Hacer el quehacer
Hacer el quehacer

Hacer el quehacer es una frase autoexplicativa que a pesar de no decir nada específico, engloba una gran cantidad de actividades que todos entendemos y que puede significar una verdadera monserga. Tradicionalmente eran las amas de casa quienes solían cargar con el peso de tan ambigua responsabilidad mientras el pater familias se encargaba de llevar a casa el tocino. Claro, eso aún es cierto en muchos casos y casas… y aunque es verdad que se ha avanzado mucho en la igualdad de género y distribución de actividades, hay algo que no ha cambiado y que posiblemente no cambiará en mucho tiempo: El quehacer no va a ningún lado y alguien tiene que hacerlo.

Esto abre posibilidades de mercado que han sido aprovechadas por muchísimas personas a lo largo de la historia, y una vez que la humanidad superó –en algunos lugares- la asquerosa práctica de la esclavitud se creó el campo laboral de las llamadas empleadas domésticas. Ellas –porque en la mayoría de los casos son mujeres, pero no excluye a los hombres, como veremos más adelante- prestan sus servicios como profesionales como hacedoras del quehacer a cambio de una remuneración económica. Tal situación aparentemente tan simple, divide a la sociedad en tres grupos básicos:

  • Los que hacen su propio quehacer
  • Los que pueden y prefieren pagar para que otras personas hagan su quehacer
  • Los que hacen el quehacer de otros a cambio de dinero y además hacen su quehacer.

Azcatl Villanueva, afamado y ficticio sociólogo de la UNAM, realizó un estudio exhaustivo del tercer tipo –el de los profesionales hacedores del quehacer ajeno- y los clasificó de la siguiente manera:

Señora del aseo: Es una de las formas más puras de las hacedoras del quehacer, con la particularidad de que tienen varios hijos y aparentan una edad más avanzada de la que probablemente tienen.

Doña: Subcategoría de la señora del aseo, con un poco más de prestigio, porque además de hacer el quehacer cocinan bien rico.

Muchacha: Empleada doméstica de corta edad. Suele compensar su falta de experiencia con ganas y vitalidad. En sus tiempos libres platica con el novio que suele estar recargado en su bicicleta afuera de la casa, hasta que un buen día el novio sube a la muchacha a la bicicleta y se la roba –a la muchacha, no a la bicicleta, que siempre fue suya– una temporada para regresarla convertida en toda una señora del aseo.

Chacha: Suelen ser vulgares e ignorantes quienes le dicen así a sus empleadas domésticas.

Ama de llaves: Usan cofia y delantal de encaje, casi siempre son inglesas y cuando salen en las películas son sospechosas de un asesinato, pero casi nunca resultan culpables.

Mayordomo: Compañeros de las amas de llaves, en su mayoría también son británicos o con acento extranjero. A veces sí son los culpables del asesinato, pero otras veces ayudan a Bruno Díaz a convertirse en Batman. Casi siempre traen cargando charolas de plata y usan ropa elegante.

Chalán: La otra no tan común variedad de muchacho o señor del aseo. Curiosamente, aunque realice las mismas actividades que sus homólogas femeninas, a su trabajo se le llama “labor de mantenimiento” y suelen pasar más tiempo en el jardín.

Intendente o intendenta: Son quienes hacen el quehacer, pero en vez de una casa trabajan en una fábrica u oficina.

De planta: Aquellos que viven en las casas donde trabajan, usualmente en espacios llamados “cuarto de servicio” que casi siempre están junto a la lavadora.

De entrada por salida: Quienes, como su nombre lo indica, van y vienen.

Y es que aquellos que hacen el quehacer conforman un gremio tan vulnerable como poderoso; en su mayoría no cuentan con seguridad social ni prestaciones de ley, pero tienen llaves de la casa; no serán amigos íntimos del empleador, pero conocen algunos de sus hábitos más desagradables y secretos más vergonzosos. No es de extrañar que por la naturaleza de su trabajo tengan el tipo de acceso que los convierte en principales sospechosos de hurto cuando algo se pierde detrás del cajón y, por otro lado, la confianza es la piedra angular de su negocio.

Si el quehacer no se hace, se acumula. Cuando esto ocurre, las condiciones y calidad de vida comienzan a disminuir de manera exponencial. Los olores desagradables, el polvo, los trastes sucios y el sarro en las paredes de la regadera se convierten en una presencia invasiva que quita e hambre y el sueño… muy parecido a cuando se acerca la declaración de impuestos, con la diferencia de que los contadores ganan mejor que quienes se encargan de evitar que vivamos en un chiquero.

Hacer el quehacer es una actividad autoexplicativa que a pesar de no decir nada específico, engloba una gran cantidad de cosas para las que no tenemos tiempo o preferimos no hacer si tenemos la elección. A nadie le gusta hacerse cargo del Jackson Pollock que quedó en el piso de la cocina y nos fusta fingir que no generamos suciedad. Creo que no se le da suficiente importancia y respeto a aquellos profesionales en hacer el quehacer…  tal vez sea porque si el quehacer se hace, se vuelve invisible, y lo invisible tiene la mala cualidad de perder importancia hasta que deja de estar para que lo recordemos.

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Chema Rosas
 (Ciudad de México, 1984) es bibliotecario, guionista, columnista, ermitaño y papa-de-sofá, acérrimo de Dr. Who y, por si fuese poco, autoestopista galáctico. Hace poco incursionó también en la comedia.

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