Es lo Cotidiano

FUMADORES [LI]

Humeante navidad

José Luis Justes Amador

 

Fumadores
Fumadores
Humeante navidad

1. Hace tiempo, cuando todavía era legal anunciar públicamente el tabaco, ninguna de las compañías dedicadas a la venta del producto podían resistirse a la navidad. Ese eterno Santa Claus de todos los anuncios y los escaparates asomaba también a la propaganda de los cigarrillos. Pall Mall y Lucky Strike (aunque un paseo por revistas antiguas muestra que todos se dedicaban a eso) lo emplearon para desearles una feliz navidad a sus fumadores y como en el caso del primero para que el corpulento hombre de rojo les trajera como regalo una “garganta libre de cosquilleos”.

2. Porque la navidad es un tiempo en que hasta aquellos que se han portado mal merecen un poco de amor y que el espíritu de la festividad se derrame sobre ellos. Y, ellos, los malos, quienquiera que sean los malos, también se sentirán parte de ella. Tal vez esa sea un explicación demasiado complicada para algo tan sencillo como una felicitación navideña de los “temibles” Hell’s Angels. Un motero disfrazado de Papá Noel o un Papa Noel reconvertido en harleyro junto a un mensaje tan sencillo y simple como “Merry Christmas” es la constatación perfecta, y práctica, que nadie, tal vez unos pocos, muy pocos, pueden escapar al espíritu navideño. Aunque durante el resto del año hayan ido por carreteras y bares asustando a las conciencias bien pensantes. Y, por supuesto, fumando.

3. Y, que más navideño, que transformar la casa en navidad con adornos y luces y árboles y figuras. Y, como de todo hay en la natividad del señor, tendría que haber decoraciones para todos los gustos. Y, escondido entre esas luces laser, casi de discoteca, que iluminan no sólo la fachada sino toda la casa, o esos carisímas esferas de Hermes para el árbol, uno puede encontrar sorpresas en los supermecados. Qué mejor para el fumador irredento que este ejercito de Santas fumadores que alegran el viciado ambiente de la sala del fumador y que, además, al precio de dos euros por unidad tampoco resultan tan caros y dan un humeante ambiente a la Navidad.

4. Y, ¿qué sería de la navidad sin esos señores, no siempre orondos ni barrigudos, que se dedican en los centros comerciales a mantener viva la llama de la ilusión en los más pequeños de la casa? Pero ese trabajo, probablemente mal pagado y acaparado por egresados de escuelas de teatro sin otra posibilidad laboral, merece, como cualquier trabajo que se precie, un minuto de descanso que cada uno puede emplear como quiera. Maldiciendo a los niños y su inocencia, comiendo, echando un brevísima pestaña o, ¿por qué no?, fumando. Los alrededores de los centros comerciales estos días, esa tierra de nadie entre el consumismo y la desolación de seguro que estarán llenas de imágenes de hombres disfrazados apurando una última calada antes de regresar al trabajo. Y de tener que soportar que alguno de los niños se queje a voz en grito a su madre de que Papá Noel tiene mal aliento.

5. Pero no todo en navidad va a ser alegría y perdón. Y como ejemplo basta el revuelo montado en un barrio de Los Angeles al descubrir una mañana un nuevo grafiti en la persiana de un almacén desocupado. La furia de los vecinos, en contra de lo que puede suponerse no iba contra el hecho de la pintura ilegal sino contra el hecho del mal ejemplo que podía dar a los niños representar a la icónica figura navideña fumando. Una furia que ni siquiera el espíritu navideño es capaz de aplacar.

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