Apareció de repente y fue por esto que el lector no pudo despegarse de la trama. No hubo pausas. Desde mucho antes de esparcir ojeadas en la primera página, el lector ya se había transformado en el blanco de la lectura. Aquel protagonista, fuese humano o animal o cosa, y cuya aparición fue repentina, sólo enganchó al lector en la búsqueda por terminar el entero libro. Quien apareció de repente juntaba montoncitos de tierra en aquel sector inespecífico del mundo de aquella trama y luego los suavizaba con sus palmas; aplastaba los trozos más duros con la dedicación de los obreros y humedecía los filos con el sudor de su frente (literalmente). Se encontraba laborando en su propia existencia dentro de aquel mundo impreso en papel. El lector entonces tuvo que proseguir en la maraña porque se veía obligado a descubrir la conclusión de tan imprecisos párrafos. El mismo lector estaba consciente de que las primeras páginas no daban mucha pista de muchas cosas que habrían de suceder en algún punto de la obra. Al notar que aún quedaba un largo trecho por recorrer, decidió pausar el proceso con la exactitud de un separador que le había regalado la misma persona que le había recomendado, no la susodicha trama, sino el hábito de lectura. Decidió detenerse, porque no tenía todo el día para eso.

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Andrés Baldíos es escritor. Los primeros peldaños son peligrosos, su hasta ahora primer libro de cuentos, fue editado en 2012 por San Roque.

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