sábado. 20.04.2024
El Tiempo
Es lo Cotidiano

Los 300

Daniela Aguilar

Clipboard02
Daniela Aguilar

Pelagatos, actrices, músicas, cicatrices, 300 don nadie y 300 sin nombre, trescientos x (lo que quieras) días lejos. Trescientas plazas de La Soledad.

Se fue hace más de 300 días, claro, y su vida desde entonces es un misterio. En una ciudad que nadie puede localizar en el mapa del gran sueño americano donde sabrá Dios qué fueron esos días lavando loza de sol a sol, friendo pollos hasta que la ropa apestó, impregnada de ese aceite rancio y hubo que tirar todo; qué tan malos fueron esos primeros días, donde lo único seguro era “si todos corren, tú corres”. Correr sin saber siquiera por qué. Correr con miedo y sin destino en una ciudad desconocida.

Volvió hace poco, a la colonia donde se raspó las rodillas y a los viejos tendederos donde la ropa sigue secándose, todo sigue igual. Llegó de sorpresa una Noche Buena (que no lo fue tanto para él), aunque las casas no han cambiado de color ni las jaulas de lugar; ya no son los mismos pájaros ni en las camas duermen los de antaño. Aprendió a correr de unos recuerdos y volvió para correr de otros.  

Volvió lleno de historias tanto como de cicatrices; toda una paradoja, dejar a la familia, los amigos y los primos, la multitud por una vida de trabajo y remesas para mantener a los de este lado, y en el suyo sólo años de horarios apretados y un único descanso al dormir, ansiando volver, pero acostumbrándose a la soledad cada vez más. Añorando las viejas historias, viviendo muertes por llamadas telefónicas y nacimientos por fotografías que igual borró luego de unos meses.

Incapaces al tratar de olvidar lo que vieron las viejas calles de la otra ciudad, incapaces al volver a esa ciudad de no pensar en su otra vida. Anécdotas que a los que recibieron las remesas no parecen importar.

Con historias sórdidas que nunca verán la luz ni serán contadas a los críos, historias que los que ya están de vuelta del viaje y ocupan esas sillas en la banqueta, con la paciencia de quien ha vivido la travesía por sí mismo, entienden con sólo una mirada.

*

Los procesos migratorios no son nuevos ni noticia. Llegamos a este lado del mundo por uno, nos esparcimos por el territorio por otros más. A pesar de ello parecen ser cada día más normales y no en un buen sentido. Olvidamos que hoy las razones para dejar el lugar de nacimiento son variadas y cada una de ellas válida, aunque dolorosa.

Orillados a elegir no la mejor opción sino la menos mala; un círculo vicioso peligrosísimo donde el ombligo del mundo donde se levanta tu acta de nacimiento sí determina tu futuro. El acta de nacimiento como acta de condena. Decisiones que no se toman con libertad, aunque con cinismo se les culpa de perezosos, porque si quisieran podrían tener un trabajito digno.

Una sociedad con una libertad tan mermada que es incapaz de reconocer que sus supuestos privilegios desde los cuales se reconoce en posición de dar una opinión desinformada como verdad absoluta, son sólo libertades básicas y derechos. Ocupados en marchas de falsa moralina se olvidan los principios que se profesan a diestra y siniestra, justificando lo injustificable, tolerando lo intolerable.

Tras la aparente simplicidad de un traslado de país a país o cuidad a ciudad se ocultan las problemáticas reales: violencia doméstica, intrafamiliar, económica, entre otras. Además del acceso a la educación básica, sexual, etcétera.

En busca de pluralidad, no queda más que explotar espacios como éste, donde a pasos pequeños o agigantados se habla de las cosas que importan, tal vez no con términos exactos ni científicos sino, precisamente, abordando toda clase de temas de toda clase de personas, profesiones, experiencias, formas y sentires. 300 domingos de historias, de lo personal a lo universal y viceversa, 300 ediciones para combatir lo peligroso de tener una única historia, y que sigan.




***
Daniela Aguilar
(León, Guanajuato, 2001) es estudiante, escritora en ciernes y entusiasta de los discos. La música pop transformó su vida. Siente una extraña nostalgia por épocas que no vivió, pero ama con intensidad su era de las redes sociales y la inmediatez.

[Ir a la portada de Tachas 300]