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Resiliencia o berraquera

Jaime Panqueva

 

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Jaime Panqueva
Resiliencia o berraquera

En mi infancia aún no estaba de moda ese terminacho que ahora vemos fluir de forma regular de las bocas iluminadas de los gurús corporativos y de nuestros egregios políticos: resiliencia. No porque no existiera o la gente careciera de la capacidad de prevalecer ante circunstancias traumáticas, de porfiar en su actitud por más adverso que fuera su entorno. Pienso que, como suele ocurrir con muchos otros términos del nuevo glosario de los valores, cuando esta cualidad empezó a tornarse escasa, decidieron bautizarla, y para ello desempolvaron una palabra latina que significa, entre otras cosas, rebotar o volver a saltar...

Recuerdo que por entonces, a esta virtud la llamábamos "berraquera", voz que alude quizás a un valor o coraje de tipo porcino que alienta a una persona a no desfallecer o a enfrentarse sin miedos a la adversidad.

Tachas cumple 300 ediciones y hay que celebrarlo, porque no cualquier un espacio plural que reúne plumas de todos los géneros y edades es capaz de aparecer fielmente a lo largo de más de un lustro, y cada semana para hablar sobre cultura y artes. En tierras filisteas, en la era del Marro, en el año del desabasto y del Fiscal Carnal, en medio del zumbido de las balas y la ola de sangre, ¿qué mejor motivo para sentirnos orgullosos que hablar sobre la gente que comparte sus ideas de forma pacífica y generosa en este espacio?

¿Qué mejor momento para aplaudir a Leopoldo Navarro y a su equipo de soñadores que aún creen en el vigor de la palabra? Si a esto no lo llamamos heroica berraquera, no sé cómo podríamos ponderarlo.

Los 300 números de Tachas están ahí, accesibles para cualquiera que necesite un bálsamo o una ventana, como una muestra de que no todo obedece al ámbito comercial o a las veleidades de la política provinciana. Enhorabuena, Tachas, que sean muchas más.

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