jueves. 18.04.2024
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Del diablo y las paletas

Chema Rosas

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Chema Rosas
Del diablo y las paletas

Hay muchas cosas que se dicen acerca del diablo y su obra, pero tal vez una de las historias más conocidas acerca de Satanás es la siguiente:

Cierto domingo, la abuelita de Pepito le pidió que la acompañara a misa. Pepito en realidad no quería ir. La abuela, conocedora de la antigua técnica del palo y la zanahoria lo amenazó diciendo que los niños que no van a misa terminan en el infierno -palo- y que, en cambio, los que acompañaban a sus abuelitas regresaban a casa con una deliciosa paleta –zanahoria-. Pepito eligió ir a la iglesia pues, aunque llevaba shorts y la madera barnizada de la banca se le pegaba a las piernas, no ardería tanto como las llamas eternas del infierno y la paleta sonaba más agradable

De regreso iba muy contento con su dulce recompensa cuando cometió la torpeza de tirarla al piso. No vio ningún inconveniente en recogerla, además seguía vigente la regla de los cinco segundos. Sin embargo, justo cuando estaba por tocarla un grito desgarrador lo dejó paralizado:

—¡VADE RETRO!

Al recuperarse de la impresión, Pepito podría jurar que vio a su abuela levitando a treinta centímetros del suelo y haciendo la señal de la cruz con una mano, como si fuera a persignarlo.

—Pero, ¿cómo…? —comenzó a decir Pepito que cada vez entendía menos lo que estaba pasando.

—Aléjate de ese confite… ¡TE LO ORDENO! —gritó de nuevo la abuela mientras señalaba la paleta con un dedo poderoso, curtido por los años y el aceite hirviendo del que sacaba buñuelos como si fuera agua tibia.

—Pero… ¿por qué, abuela? —preguntó el niño, con genuino susto y curiosidad.

—¿Qué no entiendes? —prosiguió la abuela, ya en el suelo y con un tono más calmado, cual Mufasa advirtiendo a Simba del cementerio de Elefantes: —No puedes recoger esa paleta del suelo… ¡porque ya a chupó el diablo!

Pepito se incorporó de inmediato y pegó un brinco que lo dejó a varios metros de su paleta. No se veía distinta, tal vez con un poco más de tierra que antes, pero no había indicio alguno de que Satanás hubiera pasado por ahí su lengua. Como todos sabemos, una vez que alguien lame una cosa, la cosa en cuestión le pertenece y, aunque él la había lamido primero, no iba a discutir con Lucifer al respecto así que permitió que una lágrima de resignación rodara por su mejilla y aceptó que la paleta era ahora propiedad del Maligno.

El niño siguió su camino y la abuela apuró el paso detrás de él, pero estaba tan concentrada en observar la paleta de Satán en el piso que no se percató de la cáscara de plátano que estaba esperando su momento de grandeza como punch line de un chiste que todos ya se saben, pero alguien se empeña en contar. La señora resbaló y se fue para atrás, quedó suspendida en el aire por un instante y terminó con un sentón de campeonato contra la acera.

Dicen que mientras más grande es el imperio más fuerte es la caída. La abuela de Pepito no era precisamente un imperio, pero de que era grande, era grande, y la fuerza de su caída combinada con esa grandeza le hacía imposible levantarse por sus propios medios.

—¡Auxilio!  ¡Ayúdame, Pepito! —gritó la abuela con lo que le quedaba de fuerza.

Pepito estaba pasmado. Aún no se recuperaba de la pérdida de su paleta y ahora perdería también a su abuela entre las garras de Luzbel.

—No puedo, abuelita… — dijo en un sollozo seguido por un aullido ahogado

—¡Mira, escuincle… ya sé lo que vas a decir y como te atrevas…! —comenzó a decir la abuela que cada vez estaba más enojada.

—¿Qué no entiendes? — prosiguió Pepito calmado y serio, cual doctor frente a paciente que va a sufrir una amputación: —Lo que pasa es que… ¡ya te chupó el diablo!

Lo curioso es que hasta aquí llega la historia; entre las cosas que no se aclaran es si en algún momento la abuela se pudo levantar por sí misma, si llegó alguien a ayudarla, le hablaron a la ambulancia o si la banqueta sucia se convirtió en su lecho de muerte. En caso de que lograra sobrevivir, la señora tendría que pasar el resto de su vida sabiendo que fue chupada por el diablo… La historia que todos contamos como chiste en algún momento de nuestras vidas resulta todavía menos graciosa si tomamos en cuenta que:

  • Caerse a la edad de la abuela de Pepito puede resultar en una fractura de cadera y hospitalización de varias semanas.
  • Si todo lo que toca el piso es chupado por el diablo, entonces las suelas de nuestros zapatos, las mascotas y hasta hincarse en misa sin usar reclinatorio son cosas demoníacas.
  • La baba de Satán no parece tener ningún tipo de efecto nocivo en el cuerpo o espíritu humano.
  • Probablemente la abuela sólo le dijo lo del diablo para evitar que se enfermara por comer una paleta que había estado en el piso donde también hacen popó los perros. Le pudo haber dicho la verdad, pero ella fue educada de forma distinta y es hija de su tiempo… Pepito en cambio no logró ver más allá de sus propios miedos para ayudar a su abuela que estaba herida, en el suelo y pidiendo su ayuda.

Ya sea por miedo o como protesta por haber perdido su paleta, en esa historia quien se portó de forma verdaderamente malvada fue Pepito, el que quedó de pie… el único que tuvo la oportunidad de elegir… el único que no fue chupado por el diablo.

Es por eso que más vale que me coma ese pedazo de pizza que recogí del suelo hace rato. No vaya a ser que me haga malvado como Pepito, todo por hacerle el fuchi a las babas del diablo.

 

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Chema Rosas
 (Ciudad de México, 1984) es bibliotecario, guionista, columnista, ermitaño y papa-de-sofá, acérrimo de Dr. Who y, por si fuese poco, autoestopista galáctico. Hace poco incursionó también en la comedia.

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