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Libros 2018 [I]: Bord(e)ando la ley

Fernando Cuevas

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Laura Restrepo
Libros 2018 [I]: Bord(e)ando la ley

Un breve recuento de una parte de la literatura que se publicó en español durante el 2018. Por supuesto, solo es una muestra de los demasiados libros que rebasan la capacidad de casi cualquier lector. Iniciamos con la novela negra y sus ramificaciones.

Tejido fino

Frédérique Audoin-Rouzeau, mejor conocida como Fred Vargas (París, 1957), se ha convertido en una de las escritoras más importantes del mundo detectivesco, como lo confirma Cuando sale la reclusa (2017; Siruela, 2018), un duro caso para el comisario Jean-Baptiste Adamsberg, acá de vacaciones pero pronto solicitado para resolver el caso de la muerte de tres ancianos provocada por la picadura (¿o mordedura?) de una araña que da título al libro, funcionando como alegoría del proceso de indagación: lúcida hasta la admiración, sólidamente documentada, justo lo necesario, y diabólicamente fluida. De Louise Penny (Toronto, 1958) apareció, con referencias ineludibles a El nombre de la Rosa de Eco, Un bello misterio (2012; Salamandra, 2018), novela de logrados contextos en la que los inspectores Armand Gamche y Jean-Guy Beauvior deben indagar la muerte del prior de un convento impenetrable en todos sentidos.

Laura Restrepo (Bogotá, 1950) retomó en Los divinos (Alfaguara, 2018)el caso de la desaparición y asesinato de una niña, perpetrado por un arquitecto treintón de clase acomodada, que conmocionó a la sociedad colombiana; muy pertinente en tiempos de atención a los feminicidios. Por su parte, Josefina Licitra (La Plata, 1975) realizó una concienzuda investigación para documentar el caso real de una fuga de mujeres –tupamaras militantes- en Montevideo a principios de los años setenta: 38 estrellas: la mayor fuga de una cárcel de mujeres en la historia (Seix Barral, 2018) es la intensa crónica de tal suceso. Texas Blues (2017; Alianza de novelas, 2017) es un thriller policial en clave campirana, atravesado por elementos racistas de la versátil Attica Locke (Houston, 1974), en el que un par de crímenes remueven el frágil equilibrio social.

Mónica Ojeda (Guayaquil, 1988) recurre a la tensión sicológica con rasgos de terror en Mandíbula (Candaya, 2018), particularmente en clave femenina con sus diversas aristas, para revisitar las relaciones que empujan a las protagonistas –unas estudiantes y su maestra- a realizar ciertos actos extremos, atravesadas por los vínculos maternos y de docencia; entretanto, surge una nueva detective con fuerte personalidad y gustos bien definidos: se trata de Elena Blanco, creación de una tal Carmen Mola (seudónimo), que despliega sus gustos y habilidades en La novia gitana (Alfaguara, 2018), tratando de encontrar la relación entre dos asesinatos de hermanas gitanas a punto de casarse, con siete años de diferencia: explosiva y gratamente sorprendente.

Y de Yesterday cierra el abecedario de la detective Kinsey Millhone por el lamentable fallecimiento de su creadora, Sue Grafton (Louisville, 1940 – Santa Bárbara, 2017): aquí un crimen en una fiesta escolar en 1979 tiene repercusiones diez años después y nuestra heroína, al mismo tiempo, está siendo acechada por un asesino no tan “X”. En Los niños desaparecidos (Principal de los libros, 2018) de Patricia Gibney (Mullingar, 1962), la inspectora Lottie Parker tendrá que poner en juego sus habilidades retroactivas para remontarse a la infancia de dos personas encontradas muertas, a las que se suma un par de adolescentes desaparecidos.

Tejido invisible

Los falsificadores (2014; Siruela, 2018) de Bradford Morrow (Baltimore, 1951) se enclava en el género con asesinato inesperado de por medio y los homenajes de rigor, en el mundo del mercado de libros especiales y los timadores que pululan a su alrededor. Ritmo, sospechosos comunes y un acertado entramado que busca leer entre líneas, en tanto del recientemente fallecido Philip Kerr (Edimburgo, 1956 – Londres, 2018), se publicaron Azul de Prusia (2017; RBA, 2018), aventura de su afamado investigador Bernie Gunther en los alrededores del nazismo y la II Guerra Mundial, saltando antes y después del conflicto armado, y Falso nueve (2016, RBA, 2018), culminando con la trilogía en el contexto futbolero con el entrenador indagador Scott Manson, quien combina estrategias dentro y fuera del campo de juego para abrir espacios por los extremos y encontrar al jugador extaviado.

Ian Rankin (Cardenden, 1960) entregó Mejor el diablo (2016; RBA, 2018) con el inspector Jon Rebus, aquí bien acompañado por Malcolm Fox y Shioban Clark para sumergirse en líos de mafiosos, además de lidiar con una caso añejo que se niega a cerrarse, como el desarrollado en El cuarto mono (Destino, 2018), relato que sigue al asesino serial del título que envía a los padres de sus víctimas tres cajas blancas en las que guarda los ojos, la lengua y una oreja: el detective Sam Porter de Chicago está tras él: J. D. Barker (Lombard, 1971) sabe de adrenalina y de ritmo, además de creación de situaciones espeluznantes. En el terreno del espionaje Mike Herron (Newcastle, 1963) escribió Caballos lentos (2010; Salamandra, 2018), refiriéndose a un sitio dirigido por Jackson Lamb donde son enviados los agentes que han fallado: desde ahí, River Cartwright todavía con esperanza, descubre la amenaza de una decapitación en directo: humor negro inglés y buena dosis de angustia.

Antonio Manzini  (Roma, 1964) coloca al hosco subjefe Rocco Schiavone en una situación complicada, tanto personal, por la partida de su pareja, como legal y moral: 7-7-2007 (2016; Salamandra, 2018) es el recuento que el protagonista tiene que hacer frente a las extensas relaciones que ha ido cultivando a lo largo de su trayectoria, siempre al filo de la ley si bien intentando hacer que se cumpla. Jo Nesbø (Oslo, 1960) se aventura a recrear un clásico en Macbeth (Lumen, 2018), con escenarios plagados de bandas, magnates vengativos, mujeres fatales y algún policía que todavía cree en la justicia y que de paso le da título a esta recreación, parte del proyecto Hogarth, en el que varios escritores retoman las obras de Shakespeare.

Leonardo Padura (La Habana, 1955) nos entregó la ambiciosa La transparencia del tiempo (Tusquets, 2018), hábilmente estructurada en capítulos que entrelazan diversos años de ida y vuelta; el detective Mario Conde va llegando a los sesenta con todas las dudas a cuestas pero también con las premoniciones bien afiladas: enfrenta un peculiar asunto que data desde 1291 y estalla en la Habana actual, a partir de una legendaria historia de la estatua de una virgen negra robada a un amigo. Más cercano al thriller que propiamente a la novela negra, aunque por supuesto haya materia investigativa, John Connolly (Dublín, 1968) lanzó a su detective Charlie Parker a explorar Tiempos oscuros (Tusquets, 2018), relato amplio en el que el protagonista con nombre jazzístico recurre a sus compinches para ayudar a un hombre dedicado al negocio de la joyería que termina hundido en la cárcel de manera injusta, además de ser acechado por un extraño culto que parece fuera de este mundo: la incisiva prosa del escritor irlandés vuelve a sumergirnos en los vericuetos del mal.

Cerramos con el gran Benjamin Black (a. k. a. John Banville, Wexford, 1945), que si bien su libro apareció en el 2017, llegó por estos lares hasta el año pasado; se trata de Pecado (RBA, 1917), la ganadora del premio de dicha editorial en la que aparece un nuevo inspector conocido como Strattford, joven treintón que en esta primera vez se encarga de averiguar qué realmente sucedió en una mansión donde un reverendo fue asesinado y castrado en los años cincuenta: con su brillante estilo para construir épocas y personajes, la trama se desliza con una suavidad que recuerda premeditadamente a los clásicos del género.

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