martes. 16.04.2024
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Le faltan años a mi voz y Estancias, de Juan José Araiza Arvizu

Jaime Panqueva

Le faltan años a mi voz y Estancias, de Juan José Araiza Arvizu

Pocos días después de cumplir los cien años de edad, falleció hace unas semanas en la ciudad de Irapuato el editor y poeta Juan José Araiza Arvizu. En una visita que realicé con el editor Max Santoyo a finales del año pasado, cuando todavía vivía con su familia en Guanajuato, conversamos con el doctor Araiza sobre sus escritos y el trabajo realizado en la revista Espiral en el año de 1954. Parte de esta experiencia se publicó en el número 10 de Argonauta, revista cultural del Bajío. Al evocarla recuerdo que, quizás con un sentimiento premonitorio, el poeta se mostraba reacio a que la nueva edición de algunos de sus versos por parte de El principio del caos se realizara bajo el título Le faltan años a mi voz, que proviene de un verso del poema Destiempo de una tarde.

Al parecer, la constancia y cariño casi filial que el poeta Max Santoyo le prodigaba, casi emanadas de aquellas frases de las Analectas de Confucio, donde se exalta como las virtudes del caballero el respeto por los ancianos, supieron doblegar esta reticencia, y su libro póstumo se encuentra disponible para la venta. Con este mismo respeto y gratitud se rendirá un sencillo homenaje al doctor Araiza Arvizu durante la IX Feria del Libro de Irapuato, este domingo a las 18 horas en la plaza Hidalgo, previo a la ceremonia de clausura del certamen.

Para finalizar, del libro Estancias (Ulyses Editor, 2005), donde Jorge Olmos realizó un impecable trabajo de recopilación y selección de poesía escrita y publicada entre 1936 y 2008, extraigo un poema de mocedad, publicado en 1940:

 

Parábola de mi vida

Perdida va,
en la vaguedad
del éter... mi vida;
la estrella de mi sino
no titila, errante va
sin encontrar camino,
sin saber por dónde
al ocaso llegará;
sin embargo,
la trágica parábola
trazada está,
inexorable sigue
su destino.

Nací, pasé mi infancia
púber fui y adolescente soy,
mas no iré lejos,
el final se acerca;
ya veo la negrura del ocaso,
declina el sol,
la luz se acaba:
aquí
se pierde la línea de mi vida.

Y al pasar el umbral
de infinito,
la jornada termina;
se transforma de carnal
a fluido,
... y entonces, el cuerpo,
despojo de mi ser humano,
bajará a fundirse
con la tierra;
de nuevo será
de donde vino.

Y mi alma
seguirá perdida,
perdida... seguirá
vagando por el éter.

 

Juan José Araiza Arvizu S.T.T.L.

 

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