sábado. 20.04.2024
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POESÍA

Licores vítreos

Diana Garza

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La copa Mabel Villoldo, foto cortesía: Artelista
Licores vítreos




Un día eran horda blanca, azul me suscitaran no el entrepié o sordo urular de conefluvio denominado aluminio, y no en torpor de mirlo, dice aquí.

Míralo: si ruiseñor sí, alondra ruiseñor.

Y desalméndrase.

 

Días después de si mi nombre fuera mío llegó así, untado de sandalias, oro lacio. Y siempre exenta abre una voz donde encendimos —no a los grillos, un embrión de grillo en una copa que quebré con una llave.

 

O de una caja brota luz:

Hay un jardín en el jardín.

Y de respirar para omitir un aerolito, cogió lodo. Cogió agua de uvas y de vid y lo ví en imperativo, no llovía: tres hombres en pijama arden el estanque. Se llamaba Alondo, se llamaba Zacarya, se llamaba Harlodt, y no querían lunas en la cara y no querían licor de menta y no querían haikus. Si yo dibujara algas en mis muslos por dar piernas al poema esto se leería elefante o líquen o ave a cuatro cajas o toros muertos en aldaba atroz.

 

Pero era tarde ya. Y eran niveles de agua marcados en piedra con pinceles de fosfeno. Eran color simetrizando eras. O una garza en la costra del estanque que me mira y sé que soy la puerta del mamut, tampoco ámbar.

Siempre exenta, siempre ruitilante.

Hay un ruido rojo. Hay un ruido rojo, decididamente. Cyan magenta es cianuro de tus manos. Magenta yellow es imán bebí. Y beber es cuenca y significa. Y significa es mandíbula que cae.

 

[Pero esto es un anzuelo. Pero esto no es el fin del mundo.]

 

La caja era una caja de cerillos, sol magenta. Nubes no en paí- ses o cerebros camuflando cajas de cerillos.

 

O si escribir era jaguar adentro la escalera un niño cantan cajas verdes al oído del soldado desde el lodo: Tengo sed. Tengo sed y muerde el lóbulo. Un cocodrilo ríe, sí, pero nadie que dijera: Es tu medalla o fruta o fruta la medalla al sol.

 

[Lícores vítreos, dije sí.]

 

Y dije el crepúsculo y los kioscos. Y dije en alud y en refrendar. Y dije letras esculpidas en hielo a contrasombra, pero dije es animal infiel, duerme infinito.

 

Y no es ojo de tigre ni jaula con bolsitas.

Y no ni leche de oro encadenada al oro.

Ni pedazo de ojo.

Ni pedazo de.

Y no es ojo de tigre o vendaval permeable.

Ni proa boreal que aureolas flúor licuarían

al reverso de alas verdes en las alas

si fósforos así

y trasminan lácteos

 

yemas de algidizan en la lumbre de una i.




***
Diana Garza Islas (Santiago, Nuevo León, 1985) es autora del manifiesto-vademécum-centaurón: La czarigüeya escribe (Analfabeta, 2014; junto a Sergio Ernesto Ríos), de Caja negra que se llame como a mí (Bonobos, 2015), Adiós y buenas tardes, CondesitaQuitanieve (El Palacio de la Fatalidad, 2015) y del Catálogo razonado de alambremaderitas para hembra con monóculo y posible calavera (Conarte, 2017), entre otros.

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