miércoles. 24.04.2024
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CUENTO

Perro alucinaba otro perro

Scarlett Badó

“Perro alucina”, de Ismael D. Covarrubias
“Perro alucina”, de Ismael D. Covarrubias
Perro alucinaba otro perro

Trigo, perro de muchas palabras, salía al jardín y se acostaba sobre su tristeza. Olía a espigas y el pelo pajizo del lomo le centelleaba con los rubores de las seis y media, cuando regresaba yo de la fábrica. Trigo hablaba más de lo usual si la jaqueca y los sudores me conquistaban la piel: quería distraerme. Prometía ir a la calle en sus cuatro patas y vender chatarra para pagar por los zapatos que mordisqueaba. Con sonrisa moribunda que a duras penas flotaba por encima de mi tremor, yo le pedía que se quedara en casa.

Un treinta de diciembre, mi perro conoció al otro. Lo acogió en la cabeza, le puso Gerundio. Es minúsculo, es tímido —aseguraba el primer perro— y corre para que no lo veas. Saltando, riendo, ladrando, Gerundio obligaba a Trigo a perseguirle alrededor del patio o bajo la cama. Cada madrugada me llegaban los sollozos del trigueño por ese animal que se escondía. En alguna ocasión cantó, desde su garganta sofocada en llanto, unas rimas que suplicaban al tal Gerundio venir a la cama. Yo nada más sudaba un agua helada, arqueando la espalda mientras me sobaba con miedo el antebrazo acribillado.

Dejé la fábrica cuando reuní los pesos suficientes para dar de comer a Trigo y al hoyo en mi vena por unos meses. El colchón me atrapó. Al amanecer, Gerundio volvía y las carcajadas del perro chocaban contra los muros de toda la casa, avivándome el pulso. Y reía yo también. No era así de noche: entonces el otro perro se daba a la fuga y Trigo me rogaba ayudarle en su búsqueda. Cien veces quise arrancarme de la cama y encontrar a la alucinación tímida, pero a esas horas el corazón no mandaba savia a los tallos de mis piernas. Mi vida latía lento en la oscuridad; los aullidos y lágrimas de Trigo se despedazaban en el suelo.

Me duele el pecho. Ni de día consigo que los pies me sostengan. El brazo tiene hambre y no oigo a mi perro. Cuando hay viento, el portón de mi casa se sacude y rechina. No sé quién lo abrió.




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Scarlett Badó (Morelia, 1989). Escribe teatro, cuento y novela. Fue ganadora del primer lugar en el concurso Antinavideños 2014, del Teatro la Capilla, por el monólogo Indigesta y seleccionada para participar en el Festival de la Joven Dramaturgia 2015, por la obra Hay boda.Estudió creación literaria en la escuela de SOGEM. Se desempeñó como editora en jefe en la publicación Danludens. Actualmente vive en la Ciudad de México y colabora en el boletín Pasodegato.

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