viernes. 19.04.2024
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Jóvenes alrededor

Fernando Cuevas

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Poesía para el alma, 2010; Secret Sunshine, 2007
Jóvenes alrededor

Un par de películas presentadas en el festival de Cannes del año pasado que presentan a sendos personajes en plena juventud, entrando en contacto con estratos sociales e ideas distintas que parecen provenir de sus expectativas o de un pasado que sigue presente. Recurriendo a la pausa para construir a cada uno de los protagonistas, las historias van mostrando el desarrollo de estos jóvenes, ya sea en ámbitos urbanos o rurales, y el encuentro de los contextos en los que se ven envueltos, sobre todo a partir de toparse con otro joven en condición socioeconómica distinta. Disponibles ambas en Netflix.

Quemar para desaparcer

Dirigida con la cadencia acostumbrada por Chang-dong Lee (Poesía para el alma, 2010; Secret Sunshine, 2007), Burning (Corea del Sur, 2018) es una mirada a tres jóvenes distintos, dos hombres y una mujer, que se unen por casualidad en su periodo vital sin tener claros los vínculos afectivos entre ellos y que deambulan buscando, según su condición, llenar su vida con actividades significativas, entre creativas y destructivas. Jong-Su (Ah-in Yoo, expresando incertidumbre) aspirante a escritor, se encuentra con una desenfadada amiga de la infancia (Jong-seo Jun, inasible) que vivía en su barrio, y salen juntos; ella le pide que alimente a su gato invisible mientras se va a hacer un viaje al África.

A su regreso, le presenta a un amigo de clase acomodada (Steven Yeun), que también hizo el recorrido con ella, y el trío empieza a convivir, junto con el círculo del recién llegado: los contrastes sociales empiezan a saltar a la vista y los misterios se mantienen, sobre todo alrededor del rico: departamento de lujo donde cocina cual ritual, porsche a la mano, restaurantes y un halo enigmático que lo vuelve interesante. La intriga generada en el protagonista se va acentuando conforme avanza la convivencia: su nuevo “amigo” le parece sujeto de ser espiado, en tanto sigue con su vida rural, escuchando la propaganda de Corea del Norte, que contrasta con la gran ciudad.

El director emplea los desenfoques de manera continua, aprovechando una cámara versátil que avanza como entrometiéndose en la vida de los protagonistas, capturando los horizontes y los hermosos tonos azules nostálgicos, así como la subjetividad de los personajes: igual recupera el baile africano, cual manifestación de lo diferente, así como los contrastantes colores de las imágenes, según la circunstancia vivida de los sujetos, sobre todo a partir de su condición laboral: no es lo mismo ser un junior que un trabajador de una granja en la que hay que amanecer al tiempo de los designios del sol. La cámara subjetiva se mantiene como reflejo de la importancia de la búsqueda del muchacho.

El score de carácter percusivo, sobre todo en las secuencias de mayor incertidumbre, contrasta con el cool jazz de las reuniones de los asistentes, en particular en las que se desarrollan en el departamento del enigmático joven, donde guarda objetos de carácter femenino. Por supuesto, se revisa la situación de las personas en su incorporación dentro del ámbito laboral, con todo y las dificultades aun en sociedades desarrolladas como el entramado coreano, vinculando el mundo diverso del sur, más allá del sistema autoritario del Corea del Norte, con todo y su propaganda propia del siglo XX.

 La observación del vínculo rural y urbano, acaso buscando alguna historia por escribir, puede estar escondida en la relación con el padre o con la mamá, derivando en la misma vivencia de soledad. Con el modelo de Faulkner, parece difícil poder emprender el acto escritural, y mejor indagar acerca de las historias del pozo de agua, la causa de los bostezos del nuevo conocido, con todo y su particular diversión haciendo referencia al título del filme, enfatizando las búsquedas sin demasiado sentido y acentuando más incertidumbres que certezas, tal como se caracteriza la sociedad hoy en día.

Ayudar para aparecer

Dirigida con cercanía contextual por la oriunda de la Toscana Alice Rohrwacher (Las maravillas, 2014; Cuerpo celeste, 2011), Lazzaro Feliz (Italia-Suiza-Francia-Alemania, 2018) es una historia que sigue a un joven sin mayores expectativas, que va siguiendo su rol en la vida cual si fuere natural: cargar a la abuela, trabajar en el campo y apoyar al rebelde hijo de la patrona abusiva que quiere darse a la fuga inventando un secuestro: encantador, el joven asume sus labores sin chistar y mantiene un optimismo a prueba de explotaciones, abusos y demás acciones que parecen apuntar en su contra. Acaso podría reencarnar en ese lobo que se revela libre y solitario.

El filme va enfatizando las diferencias sociales, los abusos laborales propios de épocas pasadas en las que la explotación funcionaba como esquema de trabajo, señalando de manera enfática las diferencias de clases: niños que no iban a la escuela, labor pagada sólo en especie, y un tipo de cadena alimenticia en la que los más pobres siempre se quedaban en deuda, no obstante que eran quienes hacían funcionar el campo y el terreno cultivado, entre el tabaco y demás productos agropecuarios.

A partir de elocuentes planos abiertos, mostrando los distintos momentos de las estaciones, y el detalle en la faena de los trabajadores, acompañada de música incidental casi inexistente, la cinta apuesta por el realismo para mostrar los vastos campos de la región, así como la configuración de una hacienda ajena a las reglamentaciones actuales en términos laborales, como bien detecta el policía, enfatizando la leyenda del lobo rechazado por su manada y que se dedicaba a comer ovejas y gallinas, pero haciendo una tregua a partir del olor de un hombre bueno. Evocativo y al mismo tiempo con carga de protesta.

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