CUENTO
Fuego y escamas
Mari Araiza
—Diría ‘fuego y escamas’, y tú pensarías en un dragón…
El fuego y las escamas de nuestro terrible dragón se pierden entre el humo y las sombras de la cueva.
Ahí dentro, con mil cabezas de serpiente (y tal vez mil y uno si contamos a Sheryl como dos, pues nació siamés), nuestro monstruo comienza su batalla.
El ejército de caballeros no ha tardado en llegar, y los aldeanos en las inmediaciones corrieron a refugiarse del monstruo. Así, la cueva ha quedado vacía con sólo el 'trip trap' del fuego al engullir su entorno.
Los mil ojos ya identificaron a los caballeros dorados, y el fuego –como si tuviera vida propia– se cierne sobre ellos.
Sin tardar un segundo, sacan sus espadas –algunas tan pesadas que se necesitan dos para sostenerlas– y comienzan a cortar lengüetazo tras lengüetazo. Sus espadas se vaporizan y se reforman, se vaporizan y se deforman en ocasiones con cada una de las embestidas del monstruo.
El humo es pesado, y en ocasiones les pesa más que las espadas; sus armaduras, para colmo, son fatigosas: asfixiantes en ese horno.
Los mil (y uno, no olvidemos a Sheryl) pares de ojos se expanden y contraen en un arcoíris entre el centelleante fuego. Ellos también parecen tener miedo. ¿Será por los caballeros? Después de todo hay bastantes, y las lenguas de fuego parecen comienzan a cansarse.
El manto de humo no se hace esperar, y la cueva —antes oscura y después como teatro negro de Praga- parece ahora un día nublado. Un haz de luz entra por la puerta y se vuelve blanquecino entre el humo. Aún se escucha el 'trip trap' del fuego al almorzar, pero ahora sabemos que son sólo las hadas-salamandra y se irán dentro de poco.
Los mil y un ojos siguen asustados, pero ellos también pueden ver lo que fue de la cueva. Los arbustos, las piedras, los cristales, y los letreros de "Criado en cautiverio" se han reducido, y los hombres han apagado las espadas.
El fuego se ha ido, ya sólo les queda volver a casa. Los encargados del zoológico recogerán el desastre, dentro de un tiempo se podrá volver a entrar y ver a la coralillo, a la mamba negra, a la copperhead, y a Sheryl –porque todos aman a Sheryl: la serpiente pitón de dos cabezas.
—…pero en realidad se quemó un serpentario.
***
Mari Araiza. Colima, 1995. Terca y creativa desarrolladora de software nacida en Manzanillo, Colima, y con gran gusto por la fantasía en ilustración y prosa.