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GUÍA DE LECTURA

Viaje a pie, de Fernando González

Jaime Panqueva

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Viaje a pie, de Fernando González
Viaje a pie, de Fernando González

De paseo por Medellín (Colombia) me encontré con una extraordinaria edición de este diario de viaje, que va por la reimpresión 18 de la mano de la Corporación Otraparte —que mantiene vivo el pensamiento del escritor Fernando González Ochoa (1895-1964)- y el fondo editorial de la universidad EAFIT. El libro, compendio de pensamientos filosóficos, lúdicos y místicos, es a la vez un clásico inusual de la literatura de viajes en Latinoamérica, que sigue sorprendiendo a noventa años de su publicación.

Contestatario formado por los jesuitas, de quienes reniega y agradece en numerosos pasajes, González hace imprimir a mediados de 1929 su libro en Francia —para evadir la censura en los finales de la hegemonía conservadora- y lo hace circular en su natal Valle de Aburrá. Antes de terminar el año, es condenada su lectura por el Arzobispo de Medellín, “porque ataca los fundamentos de la Religión y la moral con ideas evolucionistas, hace burla sacrílega de los dogmas de la fe, es blasfemo de Nuestro Señor Jesucristo, y con sarcasmos volterianos se propone ridiculizar las personas y cosas santas, trata de asuntos lascivos y está caracterizado por un sensualismo brutal que respiran todas sus páginas.”

Estanislao Zuleta Ferrer, que moriría unos años después en el mismo accidente que costó la vida a Gardel y su combo, comenta el furor que tras la prohibición causó Viaje a pie, con estas palabras:

Hace un mes no quedaba ya en Medellín una sola persona aficionada a la literatura que no se hubiera leído este libro extraño y desvergonzado... Pero no hubo un solo periódico que se atreviera a elogiar la obra ni un literato o crítico capaz de analizarla en público. O era el temor de posibles anatemas, o envidias literarias, o desconcierto ante el tono de superioridad intelectual del libro.

González emplea la trashumancia como un pretexto para hablar de la naturaleza del hombre y su entorno. Para rememorar su crianza y rebelarse contra las convenciones sociales y eclesiásticas, para criticar esa Colombia anclada en el pasado, a veces con fiereza, a veces con humor cáustico.

El desarrollo del libro es tan irregular como el recorrido: inicia a pie desde Medellín hasta llegar a Aránzazu, trayecto durante el cual se escriben quizá los pasajes más interesantes. A partir de entonces, con el uso del cable aéreo hasta Manizales, los textos son menos extensos y cuidados. La velocidad que adquiere a partir de Armenia, al abordar el tren y desembocar en el puerto de Buenaventura en el Océano Pacífico, confirmarían una de las frases geniales de González que aparece en el primer tramo: “el filósofo es un rumiante amigo de la lentitud”.

 

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