Es lo Cotidiano

ENSAYO

Sobre la impotencia de salir de la matrix

Juan Manuel Gasca Obregón

Matrix-Juan Manuel
Sobre la importancia de salir de la matrix
Sobre la impotencia de salir de la matrix

Nadie sabe lo que puede un cuerpo.
Baruch Spinoza

 

Este texto es sobre la saga Matrix, pero no sobre su calidad cinematográfica: es relativamente fácil acordar que la primera fue un hito para el cine comercial y que las subsiguientes fueron, para decirlo brevemente, malas (dejo fuera Animatrix, que en general me agradó bastante pero que obligaría a extender demasiado el texto). Me interesa más bien hacer un uso filosófico de su narrativa. El tema fundamental es el control: qué significa controlar, estar bajo control, perder el control; y cuál es la relación entre estos modos del control y las elecciones, especialmente individuales (secundariamente colectivas). Lo que se problematiza, pues, es la libertad misma, aunque entendida como libre albedrío.

Cuando Neo (todavía con su disfraz de Mr. Anderson) espera la interrogación de los agentes, se le puede ver a través de uno de los monitores del Arquitecto, del que podríamos afirmar que está viendo todas las realidades alternativas y comparándolas. Una cuestión interesante es que, en la segunda película, le dirá que es la sexta iteración y, no obstante, la cantidad de realidades que expresan los monitores es mucho mayor. Se trata, pues, de posibilidades, más precisamente de una cantidad indefinida de posibilidades que, en el marco de una predestinada repetición infinita, y desde la perspectiva de la soberanía de la Inteligencia Artificial, poseen el mismo carácter de realidad que cada una de las seis iteraciones que efectivamente han acontecido. En otras palabras, en términos destinales, si se sostiene la fatalidad (que es la función misma del Arquitecto), lo real y lo posible entran en una zona de indistinción.

Esto mismo ocurre al nivel de los planos de realidad: el “adentro” y el “afuera” de la matrix se vuelven indiscernibles, con lo cual se rompe con la distinción metafísica entre lo real y lo aparente: estar conectado no es vivir en el mundo de las apariencias y desconectarse no es acceder a lo real. Regresaré a eso, por lo pronto cabe destacar que el Arquitecto es el guardián de una suerte de eterno retorno, posiblemente de inspiración nietzscheana (una escena anterior al interrogatorio nos ha mostrado el capítulo sobre el nihilismo de Simulacra and Simulation de Baudrillard), pero orquestado por la Inteligencia Artificial y que muestra en cada iteración pequeños desplazamientos. Lo que está en cuestión es, pues, el libre albedrío: la voluntad queda reducida a pequeñas actitudes frente a un destino calculado, una especie de providencia divina.

Cuando Morpheus le pregunta a Neo si cree en el destino éste dice que no, debido a que "no le gusta la idea de que no tiene control sobre su vida". En esta respuesta aparece un detalle que posiblemente pasó desapercibido para los creadores de la saga y que sostendrá toda su temática. "Creer", en este caso en el destino, se presenta como un acto de voluntad y no como una cuestión fáctica. La cuestión misma es la del control, y Neo antes de su "renacer" vive tan inercialmente creyendo que tiene control, que el "creer" depende de sus preferencias. Lo cierto es que cualquiera puede elegir en qué creer pero sólo a partir de un cuerpo de creencias ya instaladas que, en definitiva, no eligió. En ese sentido existe, por un lado, un fáctico creer o no en el destino, y por el otro, puede existir la intención de preferir que semejante creencia sea o no verdadera (y de ahí algún esfuerzo de autoconvencimiento o autoengaño).

El saltarnos cotidianamente este paso entre lo fáctico y lo voluntario, entre el "ser" y el "deber ser", modela materialmente el mundo: desde los límites más ingenuos de la sensación de control, como pensar que "el pobre es pobre porque quiere", hasta lo que hoy se conoce como la postverdad y que fundamentalmente consiste en elegir las verdades (por ejemplo, los datos, las noticias, o los artículos que se precian de ser científicos) que mejor se acomodan a las certezas personales. Antes de que se hablara de postverdad Matrix nos mostraba un ejemplo claro: Trinity le recuerda a Cypher que la matrix no es real y éste le responde: "Estoy en desacuerdo. Yo pienso que la matrix puede ser más real que este mundo". Sentir (¡fácticamente!) que podemos elegir lo que es real es el gesto más claro de la postverdad.

La primacía de la voluntad sobre la facticidad tiene una historia larga que ahora no podría exponer detalladamente, pero que va de la mano de la invención de la creación ex nihilo. En efecto, la voluntad se inventa en un marco que es capaz de concebir a una entidad que, por elección, crea el espacio, el tiempo, y al resto de los entes, a partir de la nada (una "nada" que no puede incluirlo, una "nada", pues, a la que trasciende). Dios pudo no haber realizado la Creación, pero eligió, por voluntad (que se debe asumir buena para no contradecir su carácter divino, y por lo tanto creador) realizarla. Este paso metafísico del no-ser al ser es cotidianamente emulado cada que confundimos lo fáctico con lo voluntario.

Por las fechas (siglo II d.C.) en que emerge en la historia la creación ex nihilo aparece también, por primera vez, esta noción determinante en nuestra vida diaria: liberum arbitrum. La diferencia entre la libertad como la entendían por ejemplo los griegos (la eleuthería) y el liberum arbitrum, descansa en que éste último fue pensado exclusivamente en términos de elección respecto al pecado, libertad de pecar (o no), es decir, opera a un nivel inmediatamente moralizado y moralizante, su gesto consiste, precisamente, en hacer a lo fáctico dependiente de lo voluntario. (Por cierto que la elección de la píldora en la película es un gran recurso para mostrar cómo opera el liberum arbitrum: se trata fundamentalmente de dos caminos y, si toma la azul, al despertar, le dice Morpheus, "creerás lo que sea que quieras creer"; de nuevo no hay cuestionamiento de lo que fácticamente creería, más allá de una supuesta libre elección).

Es decir, la libertad cristiana existe exclusivamente para imputar el pecado a un agente moral que, desde una lógica plenamente transaccional, abona respecto a una deuda infinita por el hecho inevitable de haber nacido pecador. Hay, pues, una reducción de la libertad en función de la imputabilidad, pero también del deseo; en palabras de Giogio Agamben:

la voluntad actúa como un dispositivo cuyo objetivo es volver dominable –y, por lo tanto, imputable– aquello que el hombre puede hacer. Se trata, pues, de transformar un ser que puede (así es esencialmente el hombre antiguo) en un ser que quiere (así será el sujeto cristiano). En otras palabras: se trata de desplazar el obrar humano de la esfera de la "potencia" a la de la voluntad.[1]

Con el cristianismo la libertad se convirtió en esclavitud ciertamente[2] pero, sobre todo, en impotencia. Y este es quizá el gran alcance que consigue Matrix como saga: mostrarnos a la impotencia como el límite de la forma de vida concebible hoy; cuando Neo pregunta cuál es la verdad a la que Morpheus se refiere, éste le contesta "que eres un esclavo". (Y, de nuevo, no es gratuita la referencia al capítulo del texto de Baudrillard que se llama On Nihilism pero que, después de leerlo, es fácil concluir que bien pudo haberse llamado "Sobre la impotencia"). La verdad es que eres esclavo, lo fáctico es que no importa si prefieres tener control y por ello no crees en el destino, no se trata de lo que te gusta o no, sino del hecho de que eres esclavo, y lo eres especialmente cuando crees que tienes el control (Nietzsche suscribiría). "Ironías del destino", dice Morpheus, los humanos se sienten bajo control mientras son explotados como baterías y la matrix garantiza el verdadero control, aquel que permite que las cosas sigan igual.

En la segunda parte de la saga se repite la pregunta por el control, ahora entre Neo y un miembro del consejo de ancianos de Zion. Bajan a la zona de máquinas que mantienen las condiciones que hacen habitable a la ciudad y Neo ingenuamente considera que tienen el control sobre esas máquinas en tanto pueden apagarlas. Aquí aparece la pista del mensaje radical de la saga: aunque estén fuera de la matrix, siguen en una suerte de matrix, ya sea que las máquinas controlen a los humanos o los humanos a las máquinas, opera una dependencia, salir de la matrix no significa escapar de la esclavitud. El clímax del filme ocurre precisamente con Neo mostrando que “afuera” de la matrix tiene habilidades que todos considerábamos exclusivas del “mundo de las apariencias” (ahí donde “no hay cuchara”), es decir, semejante clímax pone de manifiesto que se trata sólo de una segunda instancia de la misma simulación. Esto ya se había asomado también en la complicadísima conversación que Neo entabla con el Arquitecto. Y antes, en el encuentro con el Merovingio, quien literalmente dice: "la verdad es que carecemos de control" [the truth is, we are completely out of control].

Desde esta lectura el papel del Oráculo se transparenta. Ciertamente su función predictiva está integrada al sistema y, no obstante, las decisiones de Neo, específicamente aquellas que no sabe por qué toma, escapan a la predictibilidad del Oráculo (se lo dice al menos en dos ocasiones). La película hace que se asome una potencia que desborda al libre albedrío cuando nos sugiere que hay decisiones que rompen con la predestinación, pero la condición de posibilidad de esas elecciones es que el agente no sepa por qué las toma, que no se pueda representar un fin, un objetivo concreto, es decir, que escapen del deseo, que se vuelva a tratar no de lo que se quiere sino de lo que se puede. Lo que hace que todo funcione según lo previsto (por el Oráculo), es la comprensión misma de los diferentes actores del sistema, pues dicha comprensión está integrada al sistema. Es cuando ensayan hacer aquello que no comprenden que resulta posible transgredir ese horizonte de predictibilidad.[3]

Por supuesto, la saga cerrará volviendo a la impotencia, es decir, rescatando la lógica transaccional en la que opera una ecuación siempre incompleta, siempre en pos del equilibrio (¿una dialéctica?), haciendo de Smith el opuesto natural a Neo (y del Arquitecto el opuesto al Oráculo). Peor aún, haciendo de la potencia de Neo una suerte de fe ciega (de ahí la escena en que literalmente Bane, es decir, Smith, quema los ojos de Neo). Smith pregunta, “¿por qué persiste Mr. Anderson?”, y Neo responde, “porque lo elijo”, ahí reaparece libre albedrío; para salir de la impotencia la respuesta tendría que haber sido “porque puedo”. Del mismo modo, el Oráculo dice al Arquitecto en la escena final que en realidad no sabía, pero “creía”. Las Wachowski apostaron por la fe sin percatarse de que ese es precisamente el instrumento cristiano de la impotencia.

 




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Juan Manuel Gasca Obregón
. Estudiante de filosofía.



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[1] Agamben, Giogio (2018). Karman. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, pág. 86.

[2] Para San Pablo la libertad de antes es esclavitud al pecado, la nueva libertad es esclavizarse al “Señor” (en griego Kýrios, “dueño de esclavos”). Ver, por ejemplo, 1 Cor 7, 22-23.

[3] En este sentido habría que entender la enigmática frase de Foucault en su famoso artículo sobre la revolución iraní: “el hombre que se alza carece finalmente de explicación”. Foucault, Michel (1995). “¿Es inútil sublevarse?” en Estética, ética y hermenéutica (págs. 203-207). Barcelona: Paidós, pág. 203.