Mi mano en tu cintura
cruzó el océano de los rincones comunes
me dejé caer en el cristalino de tus ojos
para llegar hasta tu ombligo.

Temblamos
en movimientos concéntricos
hasta alcanzar una esquina de luna
la saliva en mi boca se hizo nudos
mientras te olía, te mordisqueaba, muerto de hambre.

Tu cuerpo cayó en racimos sobre mi cuerpo
Esa noche de agosto matamos
todas las falsas coartadas
los mini mundos de tus pupilas
se fueron quemados vueltos polvo y jadeos

Ahora miro el abismo del espejo
en el motel donde ya no vendrás
imagino la calle por donde caminas hueca
porque ese último día,  ardiste.

***
Daniel Alejandro Hernández Magaña (Guadalajara, Jalisco). Licenciado en Administración Financiera y Sistemas por la Universidad de Guadalajara.  Ésta es su primera incursión en la escritura de la poesía. 

[Ir a la portada de Tachas 327]