I

Poemas pensados en los camiones, en las clases aburridas y conferencias sin sentido, en los caminos largos y solitarios a casa o en las noches donde la principal tarea era alcanzar orgasmos.

Poemas que jamás fueron escritos o dichos o gritados, sólo pensados y olvidados, como se olvidan los nombres, las fechas y los rostros de con quienes cohabitamos.

Otra categoría de poemas: los escritos en servilletas como la que fuera ésta, en las cantinas de mala muerte con mucho alcohol y ganas de vivir de por medio.

Al final, palabras entredichas mal o bien rimadas con nula resonancia.

II

Personas que leen poemas en los camiones porque a esta edad todo comienza en los camiones.

Personas para quienes leer es una batalla contra la rapidez, la lentitud, la soledad, la gente o la vida misma.

Personas que leen a los nuevos, a los clásicos, a los estridentes y hasta a los real visceralistas, a todos menos a Paz.

Personas que saben que hay momentos para leer poesía y otros para boxear.

Personas que subrayan los libros o las fotocopias para sentir un poco suyas las palabras.

III

Poetas que son poesía y leen poesía y respiran poesía y comen poesía y cagan poesía y hacen el amor como si fuera poesía.

Poetas  que escriben con una prisa que da miedo como si el tiempo estuviera en su contra, como si la batalla sólo fuera librada mediante la poesía.

Poetas que saben formar un rispetto y otros que saben con palabras tan comunes causar terremotos que nos hacen sentir vivos.

Poetas que han habitado mis blancas habitaciones dispersas en la geografía del caminar, poetas que me han hablado de sus poetas y escriben de otros poetas justo como yo escribo de mis poetas.

Poetas humanos, horribles, que me han hecho pensar: ¡Que chingue su madre la poesía!

Margarita Isabel. Tabasco, 1996. Estudiante de cultura y arte. Lectora que escribe.

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