Es lo Cotidiano

CUENTO

Woof!

Kareve Gasca

woof!
woof!

 

Hace un par de días me colé a una fiesta de lo más extraña. Todos usaban disfraz menos yo. Momias y vampiros platicaban en el comedor y en la cocina. En la sala sólo estábamos un sujeto con disfraz de perro y yo. Su rabo resbalaba por el sillón hasta rozar el piso. Tenía la mirada clavada en un vaso con hielos. Decidí sentarme en el mismo sillón, a una distancia considerable. No levantó la vista ni se percató de mi presencia hasta que estornudé. Entonces levantó el rostro y soltó un “hey” parecido un ladrido desganado y regresó la mirada al vaso. Cuando estaba a punto de marcharme el hombre perro me miró y dijo que le habían extirpado las bolas, así como si me hablara del clima. Lo miré sin saber qué decir y agregó que a pesar de ya no tener impulsos sexuales, sentía la enorme necesidad de olerle el trasero a todo el que se le acercara. Me espanté y lo notó pero me dijo que no me preocupara porque se aguantaba las ganas. 

—Así se conocen los perros, ¿lo sabías? Las personas se dan la mano después de estornudar en ella. Parece que no, pero es más higiénico olerse el trasero. 

Su mirada trágica se clavó en mi pierna izquierda. Me contó que antes tenía la obsesión de rozar sus genitales en las piernas de otras personas y que por eso le habían quitado las bolas. Tampoco supe qué decir. Luego me dijo que a muchas hembras les agradaba eso, que les resultaba excitante.

—Las personas pueden llegar a ser muy raras, aunque no lo parezcan. 

Después dijo que ya no le encontraba sentido a la vida. Quise darle una palmada en la cabeza pero no sabía si mordía; yo tampoco le encontraba sentido a la vida. Me animé a decirle que lo envidiaba, que me gustaría prescindir de mis instintos sexuales. “Seguro eres más libre ahora”, agregué. Me miró ofendido. 

—El hombre es muy semejante al perro. Los perros vivimos con la esperanza de preñar a una hembra en celo, podemos caminar kilómetros sin comida ni agua para lograrlo. El hombre vive con esperanza y no sabe ni de qué. Por lo menos coger tiene sentido aunque sea el mero placer. Por ejemplo, la gente que vino a esta fiesta seguro guarda la esperanza de echar un polvo esta noche, piensa en ello.

Después de un breve silenció me preguntó si tenía perros, le dije que sí. Me hizo prometer que nunca les cortara las bolas ni les pondría suéteres ridículos. Asentí con la cabeza. Preguntó qué tan lejos lanzaba la pelota. Le dije que no tenía mucha fuerza pero que podía utilizar una raqueta. A continuación sacó su celular y me preguntó mi nombre y mi número de teléfono. Se los di. 

—Podríamos ir al parque un día de estos, siempre y cuando prometas lanzar la pelota muy lejos. Asentí y me sonrió. El sujeto era guapo y tenía buena dentadura. Dio un último trago a su bebida y se marchó.

Esperé unos 15 minutos pero ya no regresó. Comenzó a sonar el baile del perrito y me sentí terriblemente avergonzada. Llamé a un taxi y me fui. Jamás lo volví a ver.



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Karla Gasca. Lic en Cultura y Arte por la UG, reportera, redactora, escribe por necedad y necesidad.

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