sábado. 20.04.2024
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POESÍA

A esta hora, los pájaros

Oscar Luviano

A esta hora los pájaros
A esta hora los pájaros
A esta hora, los pájaros

Una cifra al vuelo:
Nos tocan ocho pájaros por cabeza.
Tal vez menos.
La estadística es mera coartada:
“Si son menos no es mi culpa. Yo no quemé su bosque.
Yo no despierto al goce de sus trinos desesperados.”

La estadística es el camino más largo hacia cualquier sentido.
“Tristemente, no hablamos pájaro”:
Burroughs o Cobain.
Cualquiera de los dos clavado en una cruz,
Apenas cubiertos con un pañal desechable.
Una cruz hecha de ramas entrecruzadas.

El número de pájaros nos habita
del modo en que el pájaro abandona al árbol
sin que el árbol deje de ser pájaro.
Nidos, y cascarones vacíos, y plumas
tejen el sueño de un árbol que sueña
con los nidos, con los cascarones, con las plumas
que hacen del cielo el cielo.

Sobre la verde llama de las nubes de hierba
salitradas de hormigas.
la gravedad es un accidente, la rama rota del mundo.

Resté un pájaro.
O sumé dos a mi estadística.
¿La lluvia es el cielo que caza o la nube dentada?
Sea lo que sea, derribó al polluelo y lo encontré sobre la banqueta,
hecho, entre las piedras, el milagro de la piedra más desesperada
(pues ahí cerca no vi un solo árbol,
apenas los altos muro de concreto perfectamente liso;
esa lisura que hace de la vida anomalía
y junta de vecinos).
Lo tomé en mis manos sin saber a qué devolverlo.
Breve, como una rama rota;
otra luz en el fondo de sus ojos,
tan minúscula que era más indescifrable que todas las estrellas.
Y aunque ilegibles eran una pregunta.

Entonces, otro pájaro
descendió rabioso a mis pies
gritando, el sí, alas abiertas en advertencia.
Y con una voz más fuerte que la lluvia:
“Allá la madera imbatible.
Allá el eco de mi corazón en su corazón.
Allá la rama que nunca se quiebra.”

Escuché. ¿Qué más iba a hacer?
Devolví al polluelo al suelo, y seguí mi camino, empapado.
Dejé atrás a esta hora entonces mañana bajo toda lluvia
al pájaro que vuela y baja, que vuela y baja,
y grita y enseña, y repite con la paciencia de la semilla:
“El cielo es el árbol que no abandona”.

Y el polluelo abre sus alas.




***
Óscar Luviano (Ciudad de México, 1968). Es narrador y guionista.

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