viernes. 19.04.2024
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Victor Hugo, el autor que inspiró al Joker

Bernardo Monroy

The man who laughs
The man who laughs. The authorized english translation of Victor Hugo's "L'Homme Qui Rit" Abridged by Metcalfe Wood. Victor Hugo. [1928]
Victor Hugo, el autor que inspiró al Joker

El Joker no deja de dar de qué hablar. Gracias a la más reciente película de Todd Philips, se ha logrado lo que parecía inaudito en México: que un personaje de cómics, más concretamente el eterno antagonista de Batman, fuera tema de conversación no sólo en revistas especializadas en cine e historietas (donde suele mencionarse de manera habitual), sino en publicaciones académicas, sociológicas y de psicología.

Centrémonos, pues, en el aspecto literarios del Payaso Príncipe del Crimen,  cuyos orígenes se remontan al tiempo en que el autor de “Nuestra Señora de París” y “Los Miserables” dominaba la vida intelectual parisina.


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Resulta que Victor Hugo, uno de los más insignes autores franceses del siglo XIX, fue el creador de la imagen que todos tenemos de “El Guasón”, el peor enemigo de Batman.

Al hablar de este gran escritor, inmediatamente nos viene a la mente Quasimodo columpiándose por la Catedral de Notre Dame, o las trágicas peripecias de Jean Valjean, pero no recordamos lo que para Hugo fue su novela favorita: se trata de “El Hombre que Ríe”, libro que nos ocupa hoy.

La fama de Víctor Hugo está al nivel de sus dos más famosas novelas: “Nuestra Señora de París” y “Los Miserables”. Aunque para el autor “L´homme qui rit” fue, como coloquialmente diríamos, “la consentida”.

Igual que las dos anteriores, esta novela habla de los temas principales del escritor: la deformidad exterior que disfraza la bondad interior, la humanidad, la miseria humana, y la condición de los desvalidos ante una autoridad mayor que abusa de ellos sin misericordia alguna. Pese a que la obra es magnífica, en su momento fue mal recibida, pues al público le resultó demasiado barroca… ¡incluso para la época! El problema se debió, quizá, a que el mismo Hugo escribió la historia con el objetivo de que el lector pensara en cada línea, y vaya que sí lo logra, pues se trata de una descripción de la miseria humana, pues el protagonista, pese a tener una eterna sonrisa, nunca ríe. Desde el título del primer capítulo ya sabemos de qué va la cosa: “una noche no tan negra como el hombre”. La imagen del payaso que esconde la amargura tras una alegre mueca se ha manejado miles de veces en el arte, desde las aberrantes imágenes de payasos en los consultorios de los pediatras, hasta el poema “Garrick” de Juan de Dios Peza o la obra “Pagliacci” de Leoncavallo. El pobre diablo de Arthur Fleck en la película de “Joker” es uno más que se suma a la lista.

La novela

“El Hombre que Ríe” nos manda a finales del siglo XVII en Inglaterra, durante el periodo de Oliver Cromwell; cuenta la historia de Gwynplane, secuestrado por unos comprachicos. Estos hombres suelen desfigurar a los niños para venderlos como atracciones, así que destrozarán el rostro del bebé, dejándole una horrible mueca con forma de sonrisa. A partir de ese momento será conocido como “El Hombre que Ríe”. Gwymplane, a lo largo de su vida, se encontrará con Dea, una niña ciega que acaba de perder a su madre; ambos serán cuidados por Ursus, un saltimbanqui bondadoso, que los orientará a lo largo de la novela. Tiene todos los elementos de las obras de la época, en las que un niño pasa por mil y un peripecias y desgracias. Basta recordar a Oliver Twist de Dickens o a Remi de Hector Mallot.

Gwynplane es capturado por las autoridades inglesas y conducido a la prisión de Southark. Tras un largo proceso, se descubrirá que él es algo más que un niño secuestrado y convertido en un fenómeno circense: se trata de un auténtico Lord. Su nombre real es  Fernando Clancharlie. Fue el único hijo legítimo de lord Lineus Clancharlie, así que el despreciado fenómeno asciende hasta la Cámara de Lores, ante el disgusto de la élite política inglesa.

Cabe destacar que este deforme “El Hombre que Ríe” hace que los políticos tuerzan la boca, pues les ofrece un discurso magnífico, echándoles en cara su desinterés para con el pueblo, con lo que la nueva posición social del ahora Lord Clancharile lo meterán en serios problemas.

Vivimos en una sociedad…

La auténtica fama de esta novela fue, como gran cantidad de obras literarias, gracias al séptimo arte. En 1929 se filmó una versión para cine mudo, dirigida por Paul Leni protagonizada por el gran actor Conrad Vedit -quien también actuó en “Casablanca”- en el papel de Gwynplane.

El éxito fue tal que perduró hasta 1940, cuando Jerry Robinson, y Bill Finger  desarrollarían el concepto del Joker. Posteriormente, el dibujante Bob Kane trazaría un rostro desfigurado y grotesco que se convertiría en el boceto del Guasón, el más famoso de los enemigos de Batman. Cualquiera de nosotros puede observar el rostro de Veidt en esta cinta, y lo identificará al instante con el célebre supervillano de Ciudad Gótica, que haría su aparición en Batman #1.

A lo largo de los años, la imagen del Joker ha cambiado: en los sesenta era un payaso psicodélico, interpretado por Cesar Romero. En los ochenta, llego a ser un cruel asesino serial y hasta un terrorista al servicio del Ayatolah Jomeni. En la serie animada de los noventa era un bufón desencantado de la sociedad, que sólo buscaba divertirse. Para Christopher Nolan fue la personificación del caos. Hoy en día es una víctima de una sociedad insensible. Cada Joker de acuerdo con su década, aunque su origen cronológico se ubica en el siglo XIX.

Qué mejor ejemplo de que la literatura es universal, atemporal, y convive diariamente en nuestra vida diaria. Vivimos en un mundo como el que nos legó Víctor Hugo: de jorobados que buscan aceptación, crueles hombres como Frollo, hermosas damas como Esmeralda, miserables como Jean Valjean y, por supuesto, hombres que ríen aunque en su interior sus almas estén ahogándose en lágrimas.