martes. 23.04.2024
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GUÍA DE LECTURA

‘Escritores invisibles’, de Diana Álvarez Valente y Valeria Robles

Jaime Panqueva

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Foto: Chile y la Guerra Social
‘Escritores invisibles’, de Diana Álvarez Valente y Valeria Robles

Durante una visita a la librería de la Universidad Iberoamericana en León, encontré este ejemplar que forma parte de la colección Síntesis Universitaria, editado hace un par de años como resultado de una tesis de licenciatura en comunicación. Ésta, a su vez, se desprendió de un proyecto de revista literaria que alcanzó a publicar cinco números entre septiembre de 2015 y febrero de 2017, bajo la dirección editorial de Diana Álvarez Valente. Delirantes fue un proyecto colectivo impulsado por jóvenes universitarios, en su mayor parte mujeres, con la finalidad de brindar “un espacio a la creación artística” a su generación. Los productos de esta aventura pueden consultarse en la plataforma ISSUU.

Puede uno preguntarse: ¿por qué traer a este espacio la impresión de una tesis de licenciatura, de bajo tiraje, sobre un proyecto que ya no existe? Quizá me atrajo el estudio de Álvarez y Robles a jóvenes entre los 20 y 24 años sobre sus procesos de escritura, y en particular sus textos que convergen en una pregunta esencial para estas generaciones: ¿qué significa ser adulto? ¿qué deberes conlleva serlo? El libro reúne textos alrededor de la vida cómoda que se escapa hacia el final de la waithood y cómo se percibe el futuro desde el umbral de los despachos y fábricas. Pamela Pedroza, Missael Alejandro, Diana Álvarez, José Manuel González, Gerardo Becerra, Héctor López, Karla Andrea Hernández, Rodrigo Baena, Shareny Carrasco y Afra Andrea Hernández, desde su invisibilidad comparten opiniones cargadas de desencanto y un poco esperanzador desánimo, que he querido interpretar como un pathos de la voz literaria y no como una característica generacional. Estos mismos textos se publicaron también en la plataforma ISSUU bajo el título Cuasi Adultez y figura, cual tarjeta de despedida, como último proyecto del grupo Delirantes.

Imposible no relacionar sus palabras con el recuerdo de mi generación, que soñaba durante toda su adolescencia con recibir la Cédula de Ciudadanía a los 18 años como el paso definitivo hacia el mundo adulto. Estos jóvenes en sus veintitantos aún se cuestionan a dónde pertenecen: “Ya no somos adolescentes, pero todavía no somos adultos de verdad”, afirma una de ellos, con una mezcla de añoranza y espanto. ¿Cuándo se llega de verdad al mundo adulto? Como respuesta inapelable retomaría también las palabras de Afra Andrea Hernández: “Por ahí escuché que cuando te das de alta en Hacienda todo vale v...”

 

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