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CRÍTICA DE CINE

Downton Abbey (Michael Engler, 2019)

Juan Ramón V. Mora

Juan Ramón V
Downton Abbey (Michael Engler, 2019)
Downton Abbey (Michael Engler, 2019)

 

No sé si las enormes cantidades de películas de charros cantores y telenovelas del canal dos, que consumí cuando niño, nublaron mi juicio. Tampoco sé si son inventoras o espejos, pero el hecho es que nuestra cultura (y mi corazón) tiene un lugar reservado para el melodrama. Downton Abbey, la serie inglesa de época creada por Julian Fellowes, nos presentó durante seis temporadas la vida de una familia aristocrática a principios de siglo. A través de la saga nos demostraron que el melodrama sigue vivo y todavía tiene artistas de gran calidad atendiéndolo, a pesar de que las historias más exitosas hoy acostumbren ir por rumbos áridos, con personajes dudosos y antihéroes.

El arte exige ciertos olvidos. Dejar afuera el entramado real de nuestras vidas es un requisito para su asombro. Las películas, incluso los documentales más brutales, son una confección encaminada a decir algo de cierta manera. Todas las películas son fantasía. Estos olvidos a veces son requisitos para jugar el juego y otros son resultado de la propia hipnosis que produce la pantalla. Para disfrutar de Downton Abbey primero hay que olvidarse del sentido común en política y los ideales de la izquierda. Sé que para muchos, despojarse de las vestiduras políticas para disfrutar o hacer, es anatema —como decían los inquisidores de antaño, sus ancestros morales—, pero la criatura de Julian Fellowes exige olvidar recelos de clase, las estupideces de la así llamada nobleza, el vampirismo de los conservadores y el colonialismo británico, sólo para empezar.

Entre las toneladas de ilusionismo que ofrece Downton Abbey creo que destaca el diseño de arte y vestuario. El esplendor visual es tan fascinante que casi opaca la fuerza del guión, la construcción de personajes inolvidables y la cruel inteligencia de los diálogos —una forma de artesanía que pocas veces ha alcanzado las costas en las que desemboca Violet Crawley, condesa viuda de Grantham, interpretada con sabrosa frialdad por Maggie Smith.

En esta cinta, que funciona como epílogo de las seis temporadas de televisión, todo forma parte de un gran mecanismo de relojería al servicio de la nostalgia, el heroísmo cotidiano y el funcionamiento de una sociedad en donde todo parecía tener un lugar inamovible. La ilusión perfecta para contrarrestar el caos burbujeante que vivimos. Los arcos se cierran, las parejas se enamoran a primera vista, los entuertos se desfacen, las antorchas se transmiten y la vida en Downton Abbey sigue como siempre: a veces esplendor y a veces defecto.

Me parece que la principal virtud de la saga Downton Abbey ha sido olvidarse del maniqueísmo y sencillamente poner los mejores recursos al servicio de historias y personajes más que sólidos. En el arte la forma es todo, y el melodrama encontró aquí una de sus encarnaciones más acabadas.





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Juan Ramón V. Mora (León, 1989) es venerador felino, escritor, editor, traductor y crítico de cine. Ganó la categoría Cuento Corto de los Premios de Literatura León 2016 y fue coordinador editorial en la edición XXII del Festival Internacional de Cine Guanajuato.

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