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Conmemoraciones literarias del 2019

Fernando Cuevas

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Guerra y paz de León Tolstói
Conmemoraciones literarias del 2019

 

Un breve recuento por algunos de los textos que fueron festejados en el año que recién terminó.

Siglo XIX

En 1819 Sir Walter Scott publicó su clásico Ivanhoe, sobre el famoso caballero en la Inglaterra del siglo XII, además de continuar con su serie Historias de mi posadero, en tanto John William Polidori entregó El vampiro, uno de los relatos fundacionales acerca de la presencia en la literatura de estas criaturas entre románticas y malditas; en tono irónico, E. T. A. Hoffman presentó Opiniones del gato Murr. Johann Wolfgang von Goethe se sumergió en la poesía persa, particularmente en la de Hafiz Shirazi, para escribir el primero de los libros de El diván de oriente y occidente, mientras que John Keats soltó la pluma poética y entregó varias obras entre las que se encuentra La estrella brillante, su afamada serie de odas y Lamia y otros poemas, donde se incluye la historia de la criatura mitológica del título, su encuentro con el dios Hermes y su posterior romance con Licio. 

En 1869 se publicó una de las cumbres de la literatura mundial: Guerra y paz de León Tolstói, fresco histórico centrado durante la invasión napoleónica a Rusia y narrado a partir del acercamiento de cuatro familias. Fiódor Dostoivesky, otro gigante, nos regaló El idiota, novela soportada por contextos históricos, políticos y sociales que sigue al afable príncipe Lev Nikoláievich Myshkin. Víctor Hugo entregó El hombre que ríe (antecedente del ahora famoso Joker) y Gustave Flaubert hizo lo propio con la trascendental La educación sentimental, su última novela. Pequeños poemas en prosa (conocida también como El Spleen de París) fue la contribución de Charles Baudelaire y Guía para viajeros inocentes la de Mark Twain, cual crónica de un viaje planeado. Junto con su esposa Harriet Taylor Mill, John Stuart Mill escribió La esclavitud femenina, adelantado ensayo sobre la igualdad de hombres y mujeres.

Siglo XX

En 1919 Herman Hesse publicó su afamada novela Demian cargada de referentes sicológicos, escrita en primera persona y revisando el tránsito por la vida de Emil Sinclair, protagonista de la historia, que es acompañado por Max Demian, quien funge como una especie de conciencia orientadora; por su parte, Virginia Woolf se sumergió en el amor, el matrimonio y la búsqueda de la felicidad en Noche y día, retomando la vida dos amigas, mientras que la canadiense L. M. Montgomery aportó el séptimo volumen de su serie de Ana a través de El valle del arco iris. Continuando con la creación de su universo terrorífico, H. P. Lovecraft desarrolló varios relatos este año, entre los que destaca La nave blanca, aventura marítima con tintes de fantasía cósmica.

L. Frank Baum entregó La magia de Oz, décimo tercer libro de su memorable serie, mientras que P. G. Wodehouse inició su notable saga con Mi hombre Jeeves, salpicada del humorístico tono inglés que le valiera tanto reconocimiento. W. Somerset Maugham, ya con la fama bien asentada, publicó la breve Soberbia (The Moon and Sixpence), sobre la vida de Paul Gauguin. John Reed plasmó su esperanzador testimonio de la revolución de Octubre en Diez días que conmovieron al mundo y el holandés Johan Huizinga propuso su perspectiva histórica en El otoño de la Edad Media, en donde analiza el final de este periodo histórico.

En 1969 el peruano-español Mario Vargas Llosa firmó Conversación en la catedral, una de las grandes novelas del siglo XX en las que los diálogos fluyen a manera de recuerdos que se entrometen con el presente, envueltos en un país bajo el yugo militar en el que las palabras cuestan la vida. Jorge Luis Borges tejió con la maestría acostumbrada Elogio de la sombra; Adolfo Bioy Casares nos obsequió Diario de la guerra de un cerdo, alrededor de la lucha generacional; Manuel Puig su relato Boquitas pintadas, sobre un hombre y tres mujeres y Julio Cortázar sonó la campana con Último round. Se dieron a conocer también en este año Parábola del náufrago de Miguel Delibes con todo y crítica a los sistemas económicos y San Camilo, 1936 de Camilo José Celá, con orientación histórica.

Ada o el Arbor se cimentó como una de la novelas clave del gran Vladimir Nabokov; Matadero cinco se convirtió en la obra más conocida de Kurt Vonnegut, en donde se despliegan con cierto tono en clave de farsa las memorias de un soldado hacia finales de la II Guerra Mundial; Philip Roth se consolidó con El mal de Portnoy y George Perec rubricó El secuestro, mostrando su capacidad para moverse en diversos géneros. El japonés Yukio Mishima dobleteó con Nieve de primavera y Caballos desbocados, en tanto Margaret Atwood expresaba sus tendencias feministas en La mujer comestible y Maya Angelou hacía lo propio con la libertaria Sé porqué canta el pájaro enjaulado.

Ubik siguió con la ruta paranoica de Philip K. Dick y La amenaza de Andrómeda confirmaba el ingenio de Michael Crichton como La mano izquierda de la oscuridad el de Ursula K. Le Guin; Criatura de luz y tinieblas fue la contribución de Roger Zelazny a la literatura fuera de este mundo, como Los Wankh y Los Dirdir fueron las de Jack Vance. Se publicaron varias novelas que se convirtieron en memorables películas: La conexión francesa de Robin Moore, Papillon de Henri Charriére, El padrino de Mario Puzo y La mujer del teniente francés de John Fowles, por mencionar algunas. El mexicano Rafael Bernal entregó Complot Mongol, un clásico nacional del género detectivesco, vuelto también filme.

 

 

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