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ARTÍCULO

Sueño, espejo del alma

Isaac Hernández

Isaac Hernández
Sueño, espejo del alma

El sueño es el mito del hombre, el mito es el sueño de la humanidad.
Joseph Campbell

 

En 1875 nació en la región de Turgovia, uno de los personajes claves en la historia de la psicología. Me refiero al psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, un erudito que dedicó su vida al estudio de la mitología, las religiones, los símbolos, y por supuesto, los sueños. En el transcurso de su praxis descubrió que el material inconsciente actuaba bajo una dinámica que fácilmente escapaba de la incisiva mirada de la razón, y que las leyes bajo las cuales actuaban dichos contenidos no eran las mismas que regían la vida consciente. Jung afirmaba que la exploración del vasto mundo inconsciente era interminable por su naturaleza cambiante y misteriosa, por lo cual solo podríamos acercarnos a ella y aceptar la imposibilidad de su completa comprensión. Pero no estaba todo perdido, para lanzarnos a dicha travesía, Jung se dio cuenta de que no nos encontrábamos solos en nuestro camino, contábamos con los mapas heredados y que habían sido trazados por nuestros ancestros como la mitología y los cuentos y al mismo tiempo con nuestras creaciones y sueños que sirven como puente para conectar ambos terrenos.

Para Jung, el inconsciente no es únicamente un depósito de material reprimido e instintivo. Posee autonomía y su propia naturaleza. Además, va más allá de atribuirle la cualidad de personal y postula la teoría del inconsciente colectivo para describir los patrones universales heredados inherentes en nuestro psiquismo y a los cuales asignó el nombre de arquetipos. Estos últimos se derivaron de las respuestas comunes y repetitivas ante diferentes situaciones y que quedaron inmersas en nuestra psique quizás como un mecanismo adaptativo o un rasgo evolutivo. A partir de este precepto, Jung concibe al inconsciente como una fuente de conocimiento y no únicamente como la región antagónica de nuestra conciencia.

El equilibrio psíquico se conseguiría, desde la perspectiva junguiana, mediante el establecimiento del diálogo entre las diferentes facetas que lo conforman, es decir, el ego, el inconsciente personal y el colectivo. La materia prima más cercana que poseemos para acceder a las profundidades del inconsciente es el sueño.

Jung notó la existencia de una importante similitud entre la dinámica de los sueños y la estructura simbólica de la mitología. A lo largo de su carrera, dedicó especial tiempo a estudiar la naturaleza y el origen de los símbolos y utilizó el término de numinosidad para referirse a la cualidad fascinante y engimática del símbolo. Estableció que los símbolos eran unidades condensadas de contenido inconsciente y que permiten al ser humano la proyección de múltiples significados.

Desde que tenemos conciencia el sueño ha sido nuestro compañero a lo largo de los siglos desafiando nuestra lógica y confrontándonos con realidades o situaciones en las que nunca nos hubiésemos concebido.

Así el célibe y recto San Agustín fue capaz de agradecer en una de sus citas no ser responsable de sus sueños ante Dios. Por su parte el moralista y estricto doctor se sueña ebrio, sucio y asesinando a su propio hijo. Por su parte, el hijo prodigo se observa en un sueño defecando la bien esculpida estatua de sus padres que tanto esfuerzo le había tomado para realizarla.

Los sueños por una parte nos han perturbado alguna noche despertándonos con el corazón agitado y en otras ocasiones nos han conducido al firmamento para presenciar los coros angelicales y otorgarnos un tan necesitado descanso.

Desde la lente de la psicología analítica, nosotros somos todo el contenido del sueño, los objetos, los personajes, el paisaje y todo lo que lo conforma. Es decir que cada elemento y personificación actúan como representaciones de alguno o varios aspectos de nuestra psique. El sueño nos muestra una mirada sobre como interactuamos con dichos aspectos de nuestro ser, o en contraparte también revela la necesidad de modificar dicha interacción para completarnos.

Jung afirmaba que el inconsciente mantenía una relación de carácter compensatorio con la conciencia.

El sueño, al ser un elemento de naturaleza inconsciente, actúa de forma compensatoria con nuestra vida consciente, y al mismo tiempo como regulador para mantener el equilibrio psíquico. Para brindar mayor claridad de lo ya mencionado, citaré un ejemplo. Un consultante me narró el siguiente sueño:

“Me encuentro caminando por una calle a un costado de la empresa donde trabajo. De pronto se acerca un vagabundo a pedirme caridad con una sonrisa burlona. Me molesto y exclamo con enojo que no le iba a dar ni un centavo. El vagabundo se ríe y señala a mis pies. Giré mi mirada y sorprendido me encuentro con unos pies que me recuerdan a una película donde aparecía un esclavo con los pies destrozados”

No podemos analizar un sueño si desconocemos la situación de vida del soñante. Tenemos que ahondar sobre su vida para revelar la forma en que su inconsciente intenta compensar su actividad consciente. Uno de los motivos principales por los cuales este consultante asistió a terapia fue debido al estrés que le generaba la carga laboral excesiva que estaba recibiendo últimamente. Su hambre de éxito y reconocimiento eran notorias, no menos que su cansancio y su ansiedad. Como ya mencionábamos con anterioridad, nosotros somos todas las partes del sueño. El vagabundo del sueño señala los pies del soñante recordándole al esclavo de una película. ¿Será en realidad que el vagabundo, que no tiene rumbo y dirección en su vida le está invitando al soñante a liberarse y a incorporar un poco de sus virtudes? Al final, era el vagabundo el que sonreía, y el consultante se veía a sí mismo irritado y esclavizado por la empresa para la cual trabaja y por su insaciable hambre de éxito. En este caso la imagen del vagabundo aparece como una compensación a la situación actual del paciente, ofreciéndole la posibilidad de vagar un poco y liberarse de las cadenas que el mismo ha generado en su vida a través de su ambición.

Para cumplir con su función compensatoria, el inconsciente hace uso de diferentes mecanismos en el sueño tales como la magnificación, la reducción, la anticipación y la duplicación entre otros. Veamos a continuación algunos ejemplos que esclarecerán el funcionamiento de dichos mecanismos:

Muchos soldados que han sido partícipes de guerras describen haber soñado repetitivamente con escenas de aquellos momentos vividos. Aquí el sueño actúa como un agente regulador duplicando situaciones para dosificar la carga afectiva que quedó resguardada en las imágenes vividas para lentamente desensibilizar al soñante y permitirle lidiar con el trauma.

En el caso del mecanismo de reducción podríamos citar el sueño de un paciente que Jung que narra de la siguiente forma:

“Mi padre sale de casa con su nuevo coche. Conduce con mucha torpeza y esta tontería aparente me exaspera: va haciendo zigzags, da marcha atrás, está a punto de estropear el coche y acaba por derribar una pared, empotrando en ella el coche. Le grito, presa de una intensa cólera, que se comporte razonablemente. Mi padre, entonces, se echa a reír a carcajadas, y yo me doy cuenta de que está completamente borracho” (1944, p.187).

El joven de este sueño poseía un fuerte vínculo con su padre, a quien le tenía una gran admiración y ciertamente le había idealizado. En este caso el inconsciente reduce la imagen idealizada del padre, a una bastante humana, incitando al joven a desmitificar la figura paterna para permitirse crecer y evitar la perpetuación de su postura infantil.

De forma similar funciona el mecanismo de la magnificación para hacernos notar o considerar algo que no le habíamos otorgado su debida importancia en nuestra conciencia. En el sueño veremos entonces un engrandecimiento o multiplicación de dicho elemento para hacerse notar y obligarnos a volcar nuestra atención sobre él. A partir de este supuesto, no sería extraño que si llevamos una vida gobernada por la razón nuestro inconsciente manifestara sueños de carga emocional excesiva presentándonos dramas variados para atraer nuestra atención hacia los afectos que podríamos estar subestimando.

Por último, los sueños anticipatorios nos permiten adelantarnos ante una situación presente para advertirnos de algún peligro que nuestra conciencia no percibió, o bien, para ofrecernos una posibilidad diferente de resolución a nuestra condición actual. Puede ocurrir por ejemplo que una persona recibió la recomendación de un médico para someterse a una cirugía estética. Le describieron que aquel médico como recto e impecable. Hace la visita y todo parece transcurrir de forma normal. Por la noche tiene el siguiente sueño: “Estoy en la clínica donde hice la visita a aquel doctor que me recomendaron. Lo veo en su consultorio. Solo que el lugar luce muy sucio y el médico también. Lleva su bata sucia y su escritorio se encuentra lleno de billetes. Salgo del edificio y cruza frente a mí una mujer deforme que me espanta”. Una semana después, la soñante sorprendida se entera de que aquel médico era un fraude, y que había sido encarcelado por el uso indebido de ciertos materiales en sus cirugías. Afortunadamente la consultante aún no se había sometido a ninguna operación.

Para la exégesis del sueño, Jung hacía uso de una técnica a la que dio el nombre de amplificación. Ésta consistía en realizar un análisis comparativo de los elementos del sueño con material mitológico para encontrar vínculos que pudiesen ampliar el significado y dar sentido al soñante. Posteriormente se daba lugar y tiempo al soñante para que representara o reprodujese el sueño a través de alguna manifestación artística, ya que durante el proceso creativo y en su posterior contemplación era posible hacer conciencia de otros aspectos que habían pasado desapercibidos. En pocas palabras, el uso de la creatividad nos permite dar voz y forma a las diferentes facetas de nuestro inconsciente, y es nuestra responsabilidad labrar el terreno para posibilitar la manifestación de estas.

Es importante mencionar que los mecanismos anteriormente descritos no son los únicos bajo los cuales actúa el sueño, pues su naturaleza posee aún muchas áreas que no se han explorado. No obstante, podemos concluir que los sueños van más allá de la satisfacción ficticia de un deseo reprimido, y que dentro de ellos encontramos pistas del recorrido que nuestro espíritu desea transitar para completarse.

Como podemos darnos cuenta, los sueños son un instrumento de gran utilidad para el autoconocimiento y quizás en ocasiones puedan perturbarnos, pero será mejor preguntarnos qué hay detrás de aquellas imágenes cuya aparición y dinamismo resultan para nuestra razón inverosímiles, pero que para el lenguaje del inconsciente poseen un significado de mucha mayor profundidad. En la tradición hebrea se decía que un sueño era como una carta enviada por la divinidad por lo cual estábamos obligados a leerla. Un sueño sin interpretar es como una carta que no ha sido extraída del sobre ¿Estaremos dispuestos a recibir los mensajes que nuestro inconsciente desea enviarnos?




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Isaac Hernández
. Psicólogo.

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