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GUÍA DE LECTURA

Presencias reales, de George Steiner

Jaime Panqueva

Tachas 95
Tachas 349
Presencias reales, de George Steiner

Conocía a George Steiner de nombre y no había asistido esa tarde de mayo al Paraninfo de la Universidad de Salamanca para verlo recibir su doctorado honoris causa, sino para ver a un futuro compatriota, Carlos Fuentes, a quien entregaron también el título en la misma ceremonia. La ceremonia, que se desarrolla en latín todo el tiempo, es de las más solemnes del claustro y tuvimos suerte mi futura esposa y yo para encontrar un lugar para sentarnos. En la primera banca, José de Saramago, quien ya había recibido el título un par de años antes, en el 2000.

El discurso de recepción de Fuentes fue brillante con alusiones a la ciudad y a la tradición literaria ligadas a Cervantes; lo traía escrito a máquina en varias cuartillas. Steiner, que por entonces estaba enfermo y se apoyaba en un bastón, en medio del silencio de la sala tardó un buen rato en llegar al púlpito y escalarlo. Una vez en la cima, se apuntaló contra la barandilla y dio uno de los discursos más vívidos de los que tengo memoria. Sin más apoyo que la madera que le sostenía unos metros por encima del auditorio, atacó a quienes deseaban socavar la formación humanista que fundamentaba sobre tres pilares principales: las matemáticas, la música y los idiomas. Todo ser humano debía formarse y tener conocimientos básicos en estas tres materias. Steiner vibraba con una pasión formidable mientras su voz cimbraba aquellos muros casi milenarios. Al finalizar su reflexión, tras conminarnos a defender los pilares de la tradición clásica y a Europa como proyecto integrador, volvió a transformarse en aquel abuelo con bordón y regresó a su lugar en medio de los aplausos. A pesar de los visto y escuchado, llegué a pensar que no viviría muchos años más. Me equivoqué: enterramos primero a Saramago, luego a Fuentes. Hasta la semana pasada le llegó el turno a uno de los franceses más europeos de su generación.

Me concentro esta semana en recordar sus palabras en un libro editado originalmente en 1989, Presencias reales, que buscaba ser incómodo y maldito, y finalmente se convirtió en un bestseller que, como él mismo criticaba en sus páginas, sería frivolizado por los medios y la publicidad. Sus páginas condensan la lucidez de Steiner al cuestionar la pérdida de valor de la palabra (¡y aún no existían las redes sociales!) en el mar de lo secundario. Cierro con este fragmento:

Me da la impresión de que no caeremos en cuenta de la realidad de nuestra desvalidez, de nuestro desahucio de una humanidad central ante las recurrentes provocaciones de la barbarie política y la servidumbre tecnocrática, si no redefinimos, si no volvemos a experimentar la vida del significado en el texto, en la música y en el arte. Debemos llegar a reconocer […] una significatividad que se la de una libertad del dar y el recibir más allá de los imperativos de la inmanencia.

Treinta años después, cómo pesan estas palabras. George Steiner STTL

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