Lector incansable desde la niñez, Herbert George Wells es considerado uno de los precursores de la ciencia ficción y, para algunos, profeta de inventos que deslumbrarían a la humanidad a lo largo del siglo XX. Estudiante de biología, luego de pasar apuros al perder su beca, se graduaría como zoólogo. Tras pocos años de impartir clases y de publicar artículos breves y humorísticos en diversos medios impresos ingleses, decide escribir una primera novela como sátira de la sociedad victoriana, La máquina del tiempo. Publicada en 1895, con gran éxito, encabezaría una serie de obras consideradas canónicas en el género: La isla del doctor Moreau (1896), El hombre invisible (1897) y La guerra de los mundos (1898).

A quien no haya escuchado hablar de esta última o por lo menos visto alguna de sus adaptaciones cinematográficas, habrá que recomendarle también la versión radiofónica ideada por Orson Welles, que sembró el pánico en la Nueva York de 1938. Gracias a las redes es posible escucharla aquí, incluso con subtítulos.

Wells presenta como algo probable la llegada de una raza alienígena colonizadora al planeta tierra que empleará a los seres humanos como alimento o abono de sus cultivos. Los seres, que disponen de una tecnología avanzada a pesar de no conocer la rueda, aplastan cualquier intento de resistencia humana. Las descripciones de los combates que destruyen de Londres son dantescas, y fueron criticadas por ello por sus contemporáneos. Sin embargo, en medio de la desesperanza, como estudiante de biología y persona afecta a la naturaleza, Wells abre una genial e inesperada puerta de escape a la inminente destrucción de la humanidad: los extraterrestres no están acostumbrados a lidiar con las bacterias y virus que pueblan nuestra atmósfera y sucumben a las pocas semanas, al parecer sin tener conciencia de lo que sucede.

La guerra de los mundos nos invita a la reflexión sobre la fragilidad de nuestro mundo. Cómo un evento completamente inesperado puede finalizar con la supremacía de nuestra especie, y a la vez cómo, gracias a los anticuerpos, nos ha sido posible pulular en el planeta a pesar de los millones de amenazas que debe enfrentar nuestro organismo cada día.

La conversación del protagonista con el artillero hacia el final de la novela, ilustra también el espíritu combativo de la raza humana que nunca se rinde a pesar de las dificultades. Wells nos habla, como lo hizo con su fértil producción de cuentos, novelas y textos históricos, desde la época victoriana y, sin embargo, suena muy actual en estos días.

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