Es lo Cotidiano

ESTA CANCIÓN PODRÍA SER TU VIDA, NOVELA POR ENTREGAS, XVI

Astral Weeks (Van Morrison, 1968)

José Luis Justes Amador

Esta canción podría ser tu vida, XVI
Tachas 360
Astral Weeks (Van Morrison, 1968)

[Ir a Esta canción podría ser tu vida, XV]

Como pasa en cualquier grupo de estudiantes, había alguien que destacaba de todo el alumnado. Se llamaba Gloria. Estaba en una de mis clases y cada vez que la veía pensaba en una vieja canción  de los Them. Era imposible, no sólo para mí sino para cualquiera, compañero o maestro, no seguirla con la vista. Estaba tan concentrado en mi primer café y en la visión de ella cruzando el patio, que me ofrecía la ventana de la sala de maestros de la segunda planta del edificio, que no me di cuenta de que se me había acercado por la espalada la maestra de Ética. Sorprendido, casi tiro el café cuando me habló de repente.

—Si ella te parece guapa, y recuerda que es tu alumna, deberías conocer a su madre.

No pude saber si había advertencia en sus palabras o algo más. Era la primera vez que, más allá de los obligados saludos, me hablaba.

—No lo sé. Además, estaba mirando sin más. Ni imagines cosas que no son.

Hizo como que no había escuchado mi respuesta. Me volví intentando sacar mi cara de peor persona. Pareció no importarle.

—Cuando quieras te la presento. Te caerá bien.

Respondí a su absurdo ofrecimiento con una especie de aceptación del reto. Si es que era un reto.

Cuando quieras.

—Encantado de conocerle. Me llamo Gloria. Soy la madre de Gloria.

Fue entonces cuando me fije en ella, en la madre, por primera vez. Era una de esas bellezas maduras que resulta más atractiva porque te retrotrae, al mismo tiempo, a lo que fue. Una belleza reflejo de la animalidad juvenil que, sin embargo, no acaba de escaparse. En mi cabeza sonó la misma voz de Van Morrison:

If I ventured in the slipstream
Between the viaducts of your dream
(…)
Could you find me?

—Deberías acompañarnos. Salimos a correr todas las tardes, ya casi de noche, por el camino del viejo acueducto.

Me acordé de que estaba viviendo en un pueblo. Que todo estaba cerca.

—Esta misma tarde.

Su respuesta sonó, esta vez indudable, a reto.

—Te esperamos.

Uno de mis defectos es no hacer deporte nunca. En lugar de comer, o mejor dicho antes de comer, me dirigí a la única tienda de deporte que había visto en mi camino al instituto y compré todo lo que necesitaba. Al cambiarme descubrí que, en mi ignorancia de todo lo que hacía falta, no había comprado calcetines adecuados. Lo único que tenía era calcetines de vestir. Me coloqué, entonces, las zapatillas en contacto directo con mis pies.  

No fue difícil encontrarlas en el único circuito que iba alrededor del parque en cuyo centro estaban las ruinas del acueducto. Hubiera bastado con seguir las miradas volteándose de los otros corredores. Desde lejos, y con la ropa deportiva que camufla las imperfecciones de la edad, no podía distinguirse quién era quien. Además, ambas llevaban el pelo recogido exactamente igual. Me puse a su altura. Las saludé y después de unos minutos que a mí, desacostumbrado, me parecieron una tortura, qué bueno que ellas ya estaban terminando la tercera y última de sus vueltas, nos sentamos en la barda del parque. Yo no sabía de qué hablar.

—Se nos estropeó el calentador de agua. Necesitamos bañarnos. Seguro que eres tan amable de prestarnos tu casa para bañarnos.

No había ni un solo signo de interrogación en sus palabras. Era como si me preguntara algo y, al mismo tiempo, supiera que la respuesta iba a ser sí. Me limité a asentir.

—¿A qué esperas, entonces? Vamos.

To lay me down
In silence easy

Seguía sin saber qué decir.

 

***
José Luis Justes Amador (España, 1969) es filólogo con un posgrado en Cambridge sobre poesía inglesa contemporánea. Sus publicaciones más recientes son "99" (2019, UAA) y "El poeta, enamorado, escucha 'The Velvet Underground and Nico'" (2018, IMAC).
 

[Ir a Esta canción podría ser tu vida, XV]
[Ir a la portada de Tachas 360]