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Buscando las luciérnagas en el árbol marcado / Fernando Cuevas de la Garza

La desaparición de las luciérnagas (Canadá, 2018)
La desaparición de las luciérnagas (Canadá, 2018)
Buscando las luciérnagas en el árbol marcado / Fernando Cuevas de la Garza

Un par de jóvenes en las antípodas de la adolescencia se lanzan a encontrarse en sus respectivos contextos, estableciendo sendas relaciones, de carácter distinto, con hombres mayores y contando con los referentes paternos a pesar de la distancia emocional. Del drama de crecimiento emocional a la juvenil comedia independiente, un par de películas disponibles en Cinépolis Click.

Entre la creación fílmica y la codependencia

Desde la propia pequeñez y tras haber vivido una fuerte experiencia en el terreno de las relaciones amorosas, llegó la hora de abrir el gran portón para asomarse a un mundo que es el mismo pero ahora percibido a través de otra mirada, como si se tratara de una cámara con filtros cargados de nuevas vivencias, aún por asimilarse y que podrán ser incorporadas en forma de aprendizaje. La siempre turbia frontera entre el amor profundo y comprometido y la peligrosa codependencia se va haciendo más nítida cuando ambas personas se perjudican mutuamente pensando que se apoyan, cuando en realidad el daño se instala como una forma oculta para mantener juntos a los amantes, volviéndose perversamente necesario y cada vez menos perceptible.

Una retraída veinteañera de clase acomodada a principios de los ochenta en Sunderland, estudia cine y va desarrollando su proyecto fílmico con el acompañamiento de los profesores y la camaradería de los otros estudiantes; en esas anda cuando conoce a un hombre mayor, luciendo sensibilidad y en apariencia un buen grado de sofisticación (Tom Burke), con el que inicia una relación paulatinamente decantándose hacia una fuerte codependencia, provocada sobre todo por el cegador enamoramiento de ella, navegando entre la admiración y la idolatría, y la adicción a la heroína de él: grabar el nombre del amado en un árbol inmortal, intentando vencer al tiempo, como lo hace la mujer del cuadro pintado en el siglo XVIII por Jean-Honoré Fragonard, que le da título al filme.

Por momentos recordando a El hilo fantasma (Anderson, 2017) brillante relato sobre un particular tipo de vínculo, la realizadora británica Joanna Hogg –forjada en la TV y después transitando al cine- escribió y dirigió con ciertos apuntes autobiográficos The Souvenir (RU-EU, 2019), su cuarta película para la pantalla grande y contando con el apoyo de Martin Scorsese en la producción: una historia de ritmo pausado en la que la protagonista queda irremediablemente atrapada entre su proyecto fílmico escolar, de pronto dejado de lado, y un romance que la enajena paulatinamente, acaso volviéndose un personaje de sus propias ideas ficcionales; la directora había explorado el tema de la pareja y el arte en Exhibition (2013), su anterior filme.

Con encuadres reiterativos de árboles asomándose en el horizonte y puentes que funcionan como conectores narrativos, la propuesta visual se presenta con diversidad de texturas según los espacios y momentos retratados, desde las secuencias en campo abierto hasta las que ocurren en la intimidad de los hogares, pasando por las comidas y estancias en caros establecimientos, fuera del presupuesto de la pareja pero financiados, sin conocimiento, por la mamá de ella, siempre apoyando a su dubitativo retoño (interpretadas por Tilda y Honor Swinton, madre e hija en la vida real). Los reflejos en el agua, espejos y cualquier objeto que devuelva una imagen, aparecen de manera constante enfatizando la idea de estar viviendo una realidad al otro lado que tarde o temprano saltará al plano de lo conocido.

Adolescencias: temprana y tardía

Esa etapa de la vida en la que pareces estar en un extraño limbo terrenal. Estás en plena adolescencia y por acabar un ciclo escolar; buscas un trabajo juvenil y a tu madre la percibes tan distante como demandante, mientras que tu padrastro, dedicado a la locución en radio, te resulta cada vez más insoportable, sobre todo cuando trata de platicar contigo haciéndose el simpático y comprensivo. Sigues idealizando a tu padre que tuvo que irse y fue injustamente tratado en su trabajo por tratar de defender los derechos laborales, en tanto tus compañeros te parecen cada vez más ordinarios y tu ciudad más monótona.

Eres inteligente e intuitiva, rebelde con argumentos y tratas de ir redescubriendo o reconfigurando el mundo a tu alrededor, que parece invariable y ajeno a tus intereses y preocupaciones, sin perder el humor y la ironía y, de paso, haciendo nuevas amistades, mientras más improbables mejor, como la que estableces con un guitarrista mayor que tú aunque con ciertas características adolescentes, que a pesar de su talento ya no aspira a las grandes tocadas, en tanto vive en el sótano de casa de su madre, dando clases a jóvenes, ellos sí, con algún tipo de aspiración todavía en el horizonte.

Escrita y dirigida por Sébastien Pilote (The Auction, 2013; El vendedor, 2011) con habilidad para el retrato adolescente más allá de la edad y de la situación familiar que se trate, La desaparición de las luciérnagas (Canadá, 2018) es el relato de una amistad entre dos adolescentes de distintas edades que se encuentran en el camino y comparten sus respectivas rutinas, la clase de guitarra y algún concierto, de alguna manera atrapados en una pequeña ciudad industrial quebequense que parece, ella misma, capturada por una plácida monotonía en la que todo se mueve de manera predecible.

Dentro de su existencia escapista, la joven anhela el encuentro con el padre, trabajador que luchó por la defensa del empleo en la ahora cerrada fábrica local, considerado perfecto hasta que, previsiblemente, deja de serlo como todo ser humano que se precie; por su parte, el treintón (Pierre-Luc Brillant, también colaborando en el soundtrack), parece asumir su situación sin mayores problemas, asistiendo al pequeño restaurante de siempre, conviviendo con su madre y esperando a que aparezca el siguiente estudiante para entrarle al rock en sus diferentes niveles según la expectativa: los compatriotas de Rush, Arcade Fire y WD-40 resuenan entre los paseos por las calles.

El acertado diseño de la protagonista con la que se empatiza de inmediato, en parte gracias a la actuación de Karelle Tremblay, contribuye de manera sustancial para generar interés por la historia, fotografiada de manera funcional y acorde al propio desarrollo de la trama, ajena a los sobresaltos y con diálogos en todo momento correspondiendo con las características de los personajes. Siempre queda recordar esa luz de la infancia que puede regresar en cualquier momento o subirse al huidizo autobús para alejarse de alguna situación innecesaria, incómoda y artificial.




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