miércoles. 24.04.2024
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WATCHMEN: Reinvención en tiempos racistas

Fernando Cuevas de la Garza

Watchmen (EU, 2019)
Watchmen (EU, 2019)
WATCHMEN: Reinvención en tiempos racistas


La emergencia de una cierta permisividad racista y xenófoba desde los discursos del poder, además de la notoria polarización que vive Estados Unidos –y buena parte del mundo-, sirven de contexto a una de las mejores series televisivas del año que, a pesar de sus excesos, derivaciones y distracciones, retoma con pertinente, irónica y emocionante actualidad aristas centrales de un cómic ochentero que trascendió su propio formato para convertirse en una de las referencias clave de la cultura de la novela gráfica, aportándole un nivel de complejidad social y política superior al promedio de las producciones realizadas.

Ideada por Alan Moore y diseñada por Dave Gibbons, Watchmen estaba contextualizada en plena guerra fría, en un universo paralelo en el que Nixon seguía siendo presidente de un país que triunfó en Vietnam y llevó con éxito la operación Cóndor, y en el que los superhéroes están al margen de la ley. Incluso fue llevada a la televisión en el 2008 y esquemáticamente al cine en el 2009 por Zack Snyder, además de la presencia de algunos personajes en El reloj del juicio final (2017-2019), especie de secuela comiquera. Ahora, Damon Lindelof (Lost, 2004-2010; Prometeo, 2012; Star Trek, 2017; Leftovers (2014-2017) produce y escribe Watchmen (EU, 2019), serie compuesta por nueve episodios, desde una mirada libre y desenfadada pero apuntando sus dardos hacia el retorno del racismo, que quizá nunca se fue, como práctica socialmente aceptada por determinados grupos poblacionales, con o sin capucha.

Dejando en el pasado al asesinado comediante, al cambiante Rorscharch y al creativo Nite Owl, la serie dirigida por Nicole Kassel y Stephen Williams, entre otros, integra a tres de los personajes originales: el huidizo semidiós Dr. Manhattan, supuestamente en Marte recibiendo llamadas telefónicas desde una cabina y viviendo todos los momentos a la vez; el inventor y provocador de lluvias de calamares Ozymandias (Jeremy Irons, dándose vuelo), considerado el hombre más inteligente del mundo (como se autonombraba el líder criminal de la secta NXIVM) y viviendo en Europa, la luna de Júpiter, rodeado de una pareja renovable de clones haciéndole el juego (Tom Mison y Sara Vickers), y Silk Spectre II, ruda integrante del FBI (Jean Smart) y todavía esperanzada con un amor fuera de este mundo.

Pero el protagonismo lo tiene Sister Night (Regina King, enfática y felina), una policía de Tulsa, Oklahoma, que asume una identidad secreta para investigar el asesinato de su jefe (Don Johnson, ambiguo), apoyada por su comprensiva pareja (Yahya Abdul-Mateen II) y sus colegas Looking Glass (Tim Blake Nelson, reflejante), aún con el trauma provocado por el calamar gigante, y el eficaz Red Scare (Andrew Howard), todos con el rostro cubierto al igual que los oficiales del cuerpo policiaco, para evitar más crímenes de odio como el ocurrido en el 2016 a manos de un grupo supremacista blanco. De presencia al inicio inescrutable y moralmente indefinible, un anciano en silla de ruedas parece anunciar que el pasado es asunto más presente que nunca (Louis Gossett Jr.).

Hay equilibrados saltos al pasado para comprender a los personajes y a los primeros esfuerzos enmascarados para hacer justicia, racismo imperante de por medio antes y ahora: un poderoso capítulo se centra en la creación de los Minutemen y su enamoradizo líder Capitán Metrópolis, vigilantes que se ostentaban como cuidadores de la sociedad, a quienes se suma Will, un policía afroamericano casi linchado por sus pares y heredero simbólico de Hooded Justice, el primigenio enmascarado que ponía orden en tiempos de abusos. Ahora, bajo el gobierno de Robert Redford (si Reagan fue presidente, el fundador de Sundance e icónico actor con mayor razón) las tensiones raciales y las luchas por el poder continúan. No faltan los consabidos elementos sobrenaturales con carga esotérica y la presentación de los villanos en busca del poder absoluto, falsos políticos solidarios o investigadoras megalómanas siguiendo los pasos del padre (Hong Chau).

Reznor y Ross componen un score a tono con la diversidad de contextos espacio-temporales, diseñados con vistosidad y variado tipo de textura visual, contrastando el blanco y negro con otras realidades coloridas o lúgubres, según la situación de los enmascarados o los momentos decisivos en los que se encuentren. La acción y el humor se retroalimentan, así como la tensión genuina y los pasajes desorbitados. Ante el avance del reloj que marca el fin del mundo, queda la posibilidad de tomarse una pastilla para, al menos, evadir el complot con el nombre de la criatura de un solo ojo y a la “Kaballería”, para así seguir viviendo nostálgicamente de los recuerdos, aunque sean prestados.

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