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Cine y pederastia eclesial / Fernando Cuevas de la Garza

Fernando Cuevas de la Garza

Por la gracia de Dios (Francia-Bélgica, 2018)
Por la gracia de Dios (Francia-Bélgica, 2018)
Cine y pederastia eclesial / Fernando Cuevas de la Garza


La crisis de la iglesia católica –y de otras organizaciones eclesiales- provocada por la pederastia de una minoría de sacerdotes, con su esa sí consecuente y sistémica impunidad, entre otras causas que han motivado el alejamiento de las nuevas generaciones y la decepción de muchos feligreses, parece no terminar, a pesar de los intentos todavía insuficientes del actual papado por erradicar esta práctica criminal (abolición del secreto pontificio, cierto avance en la intervención de la justicia civil), que a quienes la perpetran desde el poder que da la sotana, “más les valdría atarse una piedra de molino al cuello y lanzarse al mar” (Mateo, 18, 6).

El problema de fondo es el sistema cómplice que sólo esconde a los delincuentes, mandándolos a “retiros espirituales”. Intervención de la justicia civil sin traba alguna, porque sabemos que la ropa sucia no se lava en casa; castigos a encubridores –personas e instituciones- que se vuelven cómplices y, en términos religiosos, pecadores; evitar que este tipo de delitos tengan determinada vigencia para ser juzgados y se pueda proceder legalmente en cualquier momento (nada de agradecer a Dios porque afortunadamente todo prescribió), y establecer mayores controles por parte de las iglesias para la aceptación y ordenación de sus miembros, además de un seguimiento más cuidadoso de los comportamientos durante su vida eclesial.

Filmes como Obediencia perfecta (Urquiza, 2014), referida al líder de los Legionarios; En primera plana (McCarthy, 2015), sobre el encubrimiento orquestado por el arzobispo Law en Boston; Los dos papas (Meirelles, 2019), incluyendo una acallada mención acerca de Marcial Maciel; El club (Larraín, 2015), que muestra un lugar de aislamiento para curas delincuentes; los notables documentales Mea máxima culpa, silencio en la casa de Dios (Gibney, 2012), alrededor de los abusos en Milwaukee, principalmente cometidos por Lawrence Murphy a niños sordos con las consecuentes tapaderas, y Líbranos del mal (2006), acerca del padre violador Oliver O’Grady en California.

Otras películas también rondan este doloroso tema, como se advierte en El bosque de Karadima (Lira, 2003), exhibiendo las atrocidades del prelado Fernando; Pecado (Schneider, 2015), que retoma la reacción de dos sacerdotes al saber que su colega y amigo está implicado en casos de abuso, así como ciertas apariciones y referencias a curas abusivos, con todo y las terribles secuelas de sus actos como en Padre nuestro (Walsh, 2003), La mala educación (Almodóvar, 2004), Intriga (Villeneuve, 2013), La raíz del miedo (Hoblit, 1996) y en la tercera temporada de Peaky Blinders (2016), entre otras.

Por la gracia de Dios: secuelas del abuso sexual

Ahora François Ozon, de filmografía diversa y constante, le entra al tema y presenta sin aspavientos innecesarios la denunciante Por la gracia de Dios (Francia-Bélgica, 2018), cinta en la que retoma el caso del cura Bernard Preynat, asentado en Lyon  y acusado en el 2016 por violentar sexualmente a cerca de cien niños entre 1986 y 1991; la película se realizó de manera velada –varias escenas fueron rodadas en Bélgica y Luxemburgo- y hubo intentos de los abogados por prohibir que se difundiera, dado que el juicio contra el sacerdote continuaba (ya fue enviado 5 años a la cárcel), en tanto el cardenal Philippe Barbarin fue sentenciado 6 meses a prisión por encubrir estas barbaridades y no actuar a pesar de contar con información al respecto.

El realizador galo muestra empatía y comprensión hacia los personajes y articula la historia de manera equilibrada a partir de las experiencias de tres hombres (Melvin Poupaud, Denis Ménochet, Swann Arlaud) que en su infancia fueron abusados por el mencionado cura: de orígenes similares, aunque ahora en destinos y contextos variados según se van desarrollando durante el relato, se integran para elevar las denuncias y formar la asociación Palabra liberada en el 2015, a la que se unieron las voces de 85 personas que compartieron sus traumatizantes vivencias con Preynat, nunca asumiendo del todo sus actos y todavía asignado para trabajar con niños a pesar de las fuertes evidencias en su contra.

A la crudeza y complejidad del tema le corresponde un tratamiento sobrio en el filme, insertando con oportunidad los flashbacks y abriendo la escena para la comprensión de los sucesos y las secuelas que dejan en la etapa de la adultez. Además de lidiar con los demonios internos por haber vivido tan traumáticas experiencias, las víctimas se enfrentan a un enredoso sistema legal, una resistencia de la organización eclesial para asumir los hechos y hasta conflictos con miembros de sus propias familias, reacios a que vuelvan a sacar estos dolorosos temas que, según ellos, deberían dejar en el olvido.


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