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Raised by wolves: Los androides evangelizadores de Ridley Scott • Oscar Luviano

Oscar Luviano

Oscar Luviano
Tachas 379
Raised by wolves: Los androides evangelizadores de Ridley Scott • Oscar Luviano

En Alien (1979), la teniente Ripley (el papel que hizo de Sigourney Weaver un cliché viviente) es atacada por el oficial científico de la Nostromo, Ash (Ian Holm), que ha demeritado la autoridad de Ripley y permitido el ingreso a la nave de una espantosa criatura que, a esta altura de la película, ya se ha cargado a tres miembros de la tripulación. La violenta discusión degenera en Ash tratando se asfixiar a la teniente con una revista pornográfica enrollada. Estamos en lo que parece ser su dormitorio: las paredes están cubiertas de páginas de otras revistas. Rypley va a morir rodeada de mujeres semidesnudas.

Ocurre que Ash es, en realidad, un androide colado por la Corporación que desea un espécimen del xenomorfo para apropiárselo como arma definitiva. Las revistas porno son parte de su camuflaje como un humano, como oficial científico. En Memory: The origins of Alien (Alexandre Phillipe, 2019), que además de ser un meticuloso documental sobre las raíces mitológicas del xenomorfo de Giger es, también, una revisión crítica con perspectiva de género sobre esa película que (sostiene el documentalista) trata sobre el horror a la violación masculina. En ella también se afirma que Ash no es un androide que elija el porno para pasar por humano: es una maquina desarrollada por ingenieros que consideraron a la misoginia como el rasgo humano más distintivo.

Años después, en Blade Runner (1982), Scott recalcó que los replicantes protagonistas eran “iguales o superiores en fuerza e intelecto a los ingenieros que los habían creado”, estableciendo una mitología tecnológica, de la que ya no se apartaría en su obra posterior, abordase o no la ciencia ficción. Según ella, las maquinas, cada vez más autosuficientes, van a tender a separarse de la impureza espiritual humana hasta elevarse como intermediarios entre la humanidad y un pensamiento superior. O frente a la ausencia de un orden divino. Y no siempre para nuestro bien.

Para Scott, pues, hablar de tecnología (y, en concreto, de Inteligencia Artificial) es hablar de religión. Este empacho de trascendencia sofocó a Prometheus (2012) y a su continuación, Covenant (2017), ambas supuestas precuelas de Alien, y con Michael Fassbender como versiones de Ash sin la pátina sexual.

En ambos filmes, Fassbender interpreta a una línea de androides que, además de cuidar a los humanos en hibernación durante los largos viajes especiales, padecían debates internos que los llevaban a una toma de consciencia y decisiones éticas. Estas decisiones, siempre derivadas por la observación de las actividades humanas, inevitablemente conducían al androide a poner fin a la vida de todos los humanos a su alcance en bien del Universo.

Anoto todo lo anterior tras haber visto los tres primeros episodios de Raised by wolves (Criado por lobos), con guion de Aaron Guzikowski (escribió la notable Prisioners de Denis Villeneuve) y dirigidos y producidos por Ridley Scott. Una serie que ha resultado en más de un sentido una derivación espiritual (literalmente) de la frustrada franquicia Prometheus.

En un futuro que se antoja lejano, la Tierra se ve sometida a una guerra entre dos fieras facciones: los ateos y los mitraicos, adoradores del Sol y del rezo. La contienda ha llevado al mundo a su extinción y ambos bandos construyen naves y se largan al espacio en busca de planetas que colonizar.

Los primeros en hallar terreno ad hoc (Kepler 22b, un planeta extrasolar que, de hecho, existe y podría terraformarse) son los ateos. Es decir: dos androides construidos por los ateos con un cargamento de fetos humanos. Padre y Madre (que así se llaman los androides) se dan a la tarea de terminar el desarrollo de los fetos y criar a los niños resultantes. Las cosas no salen como los androides esperan, y para empeoras todo, tras años de penurias, el Arca de los mitraicos llega a Kepler 22b.

Ahí es cuando uno se entera de las diferencias entre Ateos y adoradores del Sol: los ateos no creen que esté mal que los androides críen niños (siempre que no les permitan rezar), a la vez que los mitraicos crían a sus niños bajo la observancia religiosa y les impiden una relación emotiva con los androides. Su arca está cargada de escuincles que rezan a la menor provocación.

Tras la llegada de los invasores, se descubre que Madre es un androide más agresivo y letal que padre (puede volar y matar con su grito) y las cosas derivan en una sangrienta carnicería. Si a quien esto lee le parece que la letalidad de Madre encierra una metáfora muy obvia y esencialista sobre la naturaleza humana (femenina) no se equivoca y más vale que se acostumbre si quiere disfrutar de esta serie: Raised by wolves abunda en ellas.

Como es de esperar en una serie dirigida por Ridley Scott, el empacado visual es impresionante (desde el diseño del planeta hasta la tecnología táctil holográfica a través de la que se controlan todas las máquinas), y creo que con esa arquitectura visual le puede bastar al espectador. Lo que está bien: esta serie de HBO MAX (carta de presentación de esta nueva plataforma de streaming) es una toda una experiencia sensorial.

Sin embargo, así como los efectos deslumbrantes nos traen de vuelta lo mejor de Scott, por desgracia, Raised by wolves también nos devuelve a las obsesiones que con este siglo, han permeado la obra de Scott: la ausencia de Dios, el sentido de la vida, la existencia del diseño inteligente, la posibilidad de que la religión sea parte de nuestro ADN y no un constructo social…

Desde luego, Scott como cualquier otro creador, puede hacerse los cuestionamientos que desee y necesite, y darles las respuestas que mejor le acomoden. El problema que comparten Raised by wolves y Prometheus (además de las ajustadísimas escafandras de sus androides) es el tratamiento esquemático de estas grandes preguntas. Por ejemplo, para demostrar que los ateos también son, a su manera, fanáticos, Scott nos muestra uno de sus campos de entrenamiento, en donde los niños ateos trotan mientras gritan “¡GUERRA! ¡GUERRA! ¡GUERRA!”.

Parecería que tanto guionista como director esperan que el barroquísimo de los mundos que han inventado y la trascendencia de sus planteamientos creen, por sí mismos, una historia relevante. De modo que como Prometheus y Covenant, Raiseb by wolves se puede resumir como personajes que dicen lo que piensan y lo que van a hacer y lo que están haciendo en voz alta rodeados por impresionantes escenarios diseñados por computadora. Se trate humanos o androides, niños o adultos, sus actos y decisiones están anunciados y rodeados de una aparatosa verborrea que explica y sobreexplica lo que estamos viendo, pero poco aporta sobre los Grandes Temas de la Existencia a los que Scott y su guionista invocan. De hecho, con la mejor de las intenciones, sin el entramado de la ciencia ficción, esta serie puede verse como un manual para la cría de adolescentes ante la “amenaza” del ateísmo.

Atrás, muy atrás, están los días en que Scott se valía de una revista enrollada para restregarnos en la cara, sin que nos diéramos cuenta, la banalidad sobre nuestra idea de lo humano.




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Óscar Luviano (Ciudad de México, 1968). Narrador y poeta. Cuentos suyos se incluyen en Nuevas voces de la narrativa mexicana (Planeta, 2003) y en Así se acaba el mundo (SM, 2012). Colabora en diversos medios y publicaciones.

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