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CUENTO

No puedo evitar decir adiós

Ann Mackenzie

Ann Mackenzie
Tachas 386
No puedo evitar decir adiós


Me llamo Karen Anders, tengo nueve años y soy pequeña y morena y corta de vista y vivo con Max y Libby y no tengo amigas.

Max es mi hermano y es veinte años mayor que yo y tiene los ojos juntos y aire preocupado. Nosotros los Anders fuimos siempre muy caseros, tiene asma también.

Libby siempre fue guapa pero ahora ha cogido peso y en su bikini nuevo parece una luchadora de lucha libre, a mí me gustaría tener un bikini pero Lib no me lo comprará. Yo creo que no me daría tanto miedo el agua si tuviera un bikini amarillo que ponerme en la playa.

Una vez, cuando yo tenía siete años, mi padre y mi madre fueron de compras y no volvieron nunca a casa. Hubo un atraco en el banco como en la tele y Lib dijo que aquel loco les segó por la mitad. Antes de que se fueran yo sabía que tenía que despedirles y yo dije claro y despacito “adiós Mamá” primero y luego “adiós Papá”, pero nadie se fijó mucho viendo que sólo iban de compras, pero después Max se acordó y le dijo a Libby: “por la forma en que esa nena dijo adiós se podría pensar que sabía lo que iba a pasar”. Libby dijo: “por amor de Dios sé razonable querido, cómo iba ella a poder saberlo”, pero me imagino que ahora somos nosotros los responsables de ella, ¿has pensado en eso? Por su tono de voz no parecía precisamente complacida.

Bueno, después que vine a vivir con Max y Libby yo supe que tenía que despedirme del hermano de Lib, Dick. Estaba jugando a las cartas con ellos en la salita y cuando Lib gritó ¡Karen vete a la cama! me acerqué a él y me planté toda tiesa con las manos caídas y los dedos entrelazados como la señorita Jones nos manda en la escuela cuando tenemos coro. Yo dije muy despacio y claro: “bueno adiós Dick”, y Libby me echó una especie de mirada rara. Dick no levantó la mirada de sus cartas y dijo: “buenas noches nena”. La noche siguiente, antes de que ninguno de nosotros volviera a verle, estaba muerto de una enfermedad llamada peritonitis que te revienta el estómago y te lo llena de agujeros.

Lib dijo: “Max, oíste como le dijo adiós a Dick” y Max empezó a jadear y a dar boqueadas y dijo: “ya te lo dije, verdad que había algo raro, lo que me pone enfermo de miedo es de quién se va a despedir la próxima vez, ya me gustaría saberlo” y Lib dijo: “vamos querido, vamos, procura tranquilizarte”.

Yo salí de detrás de la puerta donde estaba escuchando y dije “no te preocupes Max estarás perfectamente”. Tenía la cara toda llena de ronchas y la boca azul y con un susurro rasposo dijo: ¿cómo lo sabes? Qué pregunta más tonta, como si fuera a decírselo aunque lo supiera.

Libby se inclinó hacia mí y pegó su cara a la mía y su aliento olía a cigarrillos y a licor y a ensalada de ajo. Ella solo dijo entre dientes: nunca vuelvas a decirle adiós a nadie, oyes, nunca jamás.

Lo malo es que no puedo evitar decir adiós.

Después de esto todo fue bien y yo creí que a lo mejor se habían olvidado, pero Libby seguía sin querer comprarme el bikini nuevo.

Un día en la escuela supe que tenía que despedirme de Kimberley y Charlene y Brett y de Susie.

Bueno pues entrecrucé las manos delante de mí y les fui diciendo adiós lenta y cuidadosamente uno por uno.

La señorita Jones dijo: “por Dios Karen, por qué tanta solemnidad querida”, y yo le contesté: “bueno verá es que se van a morir”. Ella dijo: “Karen eres una niña cruel y malvada, no debes decir cosas así, mira cómo has hecho llorar a la pobre Susie”, y ella dijo: “Susie querida entra en el coche, pronto estarás en casa y te encontrarás perfectamente”.

Así que Susie se secó las lágrimas y corrió detrás de Kimberley y Charlene y Brett y se subió al coche justo al lado de la mamá de Charlene porque esa semana le tocaba a ella traer y llevar los niños a la escuela.

Y esa fue la última vez que les vimos porque el coche patinó y se salió de la carretera de la montaña y cayó dando vueltas por toda la pendiente basta el fondo del valle y se incendió.

Al día siguiente no hubo escuela porque fueron los funerales y cantamos canciones y echamos flores en las tumbas.

Nadie quería ponerse a mi lado.

Cuando acabó, la señorita Jones se acercó a ver a Libby y yo dije “buenas noches” y ella me respondió, pero rehuyendo la mirada, y ella respiraba como ansiosa cuando Libby me mandó que me fuera a jugar.

Bueno, cuando la señorita Jones se fue, Libby me llamó para que volviera y me dijo “no te dije que nunca jamás volvieras a decir adiós a nadie”.

Ella me agarró con fuerza y parecía como si los ojos le ardiesen y me retorció el brazo y me dolía y yo grité ¡no por favor, no! pero ella siguió retorciendo y retorciendo así que dije “si no me sueltas le diré adiós a Max”.

Fue lo único que se me ocurrió para hacer que parase.

Ella dejó de retorcerme el brazo pero seguía agarrándomelo y dijo “Dios mío, quieres decir que puedes hacer que pase, que puedes hacerlos morir”.

Bueno, claro que no puedo, pero yo no iba a decírselo a ella, así que por si pensaba volver a hacerme daño yo dije “sí que puedo”.

Ella me soltó y caí de espaldas con fuerza y ella me dijo “estás bien, te he hecho daño Karen querida” y yo dije “sí y más vale que no vuelvas a hacerlo” y ella dijo que yo solo estaba bromeando y que no lo decía en serio.

Así que entonces supe que ella me tenía miedo y yo dije que quería un bikini para llevar en la playa, uno amarillo porque el amarillo es mi color favorito.

Ella dijo “bueno querida, ya sabes que hemos de tener cuidado con los gastos” y yo dije “quieres que me despida de Max o no”.

Ella se dejó caer contra la pared y cerró los ojos y se quedó quieta del todo durante un rato y yo dije ¿qué haces? y ella contestó: pensando.

Entonces de repente abrió los ojos y me sonrió y dijo “oye sabes que mañana vamos a ir a comer a la playa” y yo dije “quieres decir que me vas a comprar un bikini” y ella dijo “sí tu bikini y todo lo que quieras”.

Así que ayer por la tarde compramos el bikini y hoy a primera hora Lib fue a la cocina y preparó para la comida el pollo frito y la macedonia de naranja y la tarta de chocolate y las rosquillas especiales que hace para acompañarla y dijo “Karen estás segura de que todo está de tu gusto” y yo dije “claro todo tiene un aspecto magnifico y ahora que tengo mi bikini nuevo no voy a tener miedo de las olas” y Libby se rió y puso la cesta de la comida en el coche, ella tiene unos brazos morenos muy fuertes y dijo: no, me parece que no.

Entonces subí a mi cuarto y me puse el bikini que me venía perfectamente y fui a mirarme en el espejo y miré y miré y después entrecrucé los dedos delante de mí y me sentí rara y dije despacio y claro: adiós Karen adiós Karen adiós adiós.

 


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