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EL HOMBRO DE ORIÓN

Traducido al cine: del libro a la pantalla

Juan Ramón V. Mora

Juan Ramón V. Mora
Tachas 388
Traducido al cine: del libro a la pantalla

 

Los agoreros del apocalipsis brotan con las nuevas tecnologías. Los conservadores, autonombrados defensores de la tradición, echan las campanas al vuelo para anunciar que el nuevo artilugio atraerá la desgracia al mundo. No es difícil imaginar a los ancianos de una tribu primitiva negándose a usar arpones para pescar, alegando que todos sus ancestros lo habían venido haciendo con las manos desde tiempos inmemoriales. Así lo hicieron nuestros abuelos, así lo hacemos nosotros y así debes seguir haciéndolo tú, a riesgo de pulverizar nuestra comunidad… y de ahí en adelante.

Al cine también le tocó su turno. La literatura es la forma civilizada de contar historias —nos decían. Este nuevo aparato no pasa de ser un truco de ilusionismo para fascinar bobos en las ferias, etcétera.

Ahora no nos parece extraño que el cine, el teatro, la literatura y todo lo demás, no se anulen mutuamente. En un mundo que ha hecho convivir a Bach con "El Komander" todavía caben cosas que ni nos imaginamos. Aun así, no es difícil toparse con el esnob que pregona la superioridad inherente de los libros, el que prefiere siempre la literatura al cine, como si el segundo fuera por naturaleza inferior a la dignidad de la letra impresa. Las adaptaciones —nuestro tema— los ofenden por sistema.

Tanto la literatura como el cine son lenguajes. Como tales, tienen sus idiosincrasias. Trasladar una obra de un medio a otro es un acto de traducción. Es importante conocer el idioma desde el que se traduce, pero es vital dominar el idioma al que se va a traducir. Creo que al adaptar para cine, la expectativa primordial debe ser hacer una buena película.

Una diferencia esencial entre el cine y la literatura es la concreción. El cine es específico por naturaleza. Al presentar a nuestros ojos una imagen, desecha a todas las demás. En cambio, las palabras son capaces de ilustrar lo inefable. Un ejemplo de lo primero: la navaja que hiende el ojo en Un Chien Andalou (Dalí-Buñuel, 1929); de lo segundo: The Colour Out of Space (cuento de H.P. Lovecraft publicado en 1927).

Me propongo ofrecer algunos ejemplos, que espero sean suficientes para modificar la opinión de quienes siguen sosteniendo que un libro siempre es preferible, por defecto. Me dirijo a los sensatos. Los convencidos de cualquier cosa no sólo son necios: son muy peligrosos.

 Psycho (Hitchcock, 1960).

Hitchcock siempre es útil para derribar prejuicios sobre el cine. En esta ocasión hay que decir que muchas de sus obras más célebres fueron adaptaciones de libros. La novela de Robert Bloch es un prodigio truculento inspirado en el infame Ed Gain. La película es uno de los pilares del cine de horror, que además sorprendió por su ánimo revolucionario. Las cosas no se han hecho de la misma forma después de la catarata de osadías que Hitchcock perpetró en Psycho. Su belleza, su atmósfera, su fina partitura de oscuridades, no han envejecido.

Rosemary's Baby (Polanski, 1968)

Si Nosferatu (Murnau, 1922) tiene como subtítulo ‘Una sinfonía de horror’, esta película de Roman Polanski bien podría admitir el de ’Sinfonía de la paranoia’. Una conjura satánica para precipitar la llegada del Anticristo opera en un edificio de departamentos en la ciudad de Nueva York. La adaptación que Polanski ejerció sobre la novela de Ira Levin queda como testimonio del infierno que provoca la cercanía entre los seres humanos. O quizá como una fábula en contra de las presiones que este mundo injusto ejerce sobre las mujeres. O todo es un pretexto para ofrecer la escena de posesión demoniaca más memorable de la historia.

The Shining (Kubrick, 1980)

Baste decir ahora que Stephen King se cuenta entre los principales detractores de esta adaptación de su novela. Aduce que Kubrick no se preocupó en tratar los temas de su libro. Esto es más bien un punto a favor de Kubrick, cuyos intereses siempre han ido más lejos que los de King. Kubrick, como Hitchcock, también usó de trampolín a la literatura en más de una ocasión.

Blade Runner (Scott, 1983)

El artista visionario Philip K. Dick es autor de muchas obras notables por su imaginación y profundidad. Do Androids Dream of Electric Sheep? (publicada en 1968) dio para que Ridley Scott llevara a cabo una de las películas más hermosas que se hayan filmado.

Adaptation (Jonze, 2002)

Nunca olvidaré el azoro que me produjo ver esta película en el cine. Tomando como pretexto The Orchid Thief (reportaje en forma de libro publicado en 1998, de la periodista norteamericana Susan Orlean), Charlie Kaufman urdió una disolución completa de la narrativa cinematográfica, comenzando justo por el trabajo de adaptar un libro al cine. Incluyéndose él mismo en la historia como dos gemelos (interpretados con chamánico dominio por el mejor Nicolas Cage), Kaufman le dio vida a una de las historias más extrañas que haya visto el siglo. Se trata de una de esas raras obras que marcan un nuevo camino a seguir, a pesar de que los tiempos no estén a su altura. Creo que esta película está al nivel de cualquier otra en esta lista, cuando menos.

 



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Juan Ramón V. Mora (León, 1989) es venerador felino, escritor, editor, traductor y crítico de cine. Ganó la categoría Cuento Corto de los Premios de Literatura León 2016 y fue coordinador editorial en la edición XXII del Festival Internacional de Cine Guanajuato. Escribe sobre cine en su blog El hombro de Orión.

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