jueves. 18.04.2024
El Tiempo
Es lo Cotidiano

EL HOMBRO DE ORIÓN

El hombro de Orión • El sonido: un anhelo del cine • Juan Ramón V. Mora

Juan Ramón V. Mora

Juan Ramón V. Mora
Tachas 393
El hombro de Orión • El sonido: un anhelo del cine • Juan Ramón V. Mora


A los primeros espectadores de cine les bastó la maravilla de la imagen en movimiento para estimularse. La experiencia visual del cine era de por sí impresionante. Las primeras películas —proto documentales que no pretendían otra cosa que demostrar la invención- no necesitaban de nada más. Muy pronto el lustre de la novedad se agotó. Comenzó a entenderse que para sobrevivir, el medio naciente tendría que renovarse empujando cada tanto sus propios límites.

A la distancia, estas transformaciones se sienten como los manoteos de un ciego, aunque en su momento fueran consideradas verdaderos milagros. La más importante fue quizá el desarrollo del sonido. La ilusión se completó al verse y oírse. Se encontró la manera de usar una banda sonora, la misma para todas las copias, que con distintos métodos se sincronizara a la imagen. Diálogo, ambiente y sobre todo música, le dieron una capa más de realidad al Otro Mundo de las pantallas. La música se había usado en el cine desde siempre como acompañamiento dramático o mera amenidad (algunas producciones incluso desarrollaban música original), pero es a partir de 1929 que se vuelve indispensable.

Joseph Stefano —el guionista de Psycho (Hitchcock, 1960)- contaba que cuando vio el working print de esa película, le pareció que había colaborado en una abominación. Fue sólo cuando pudo ver el corte que incluía el score de Bernard Herrman, cuando entendió que había colaborado en una obra maestra. La música es el armazón que nos va guiando las emociones, poniendo acentos donde debe ponerlos, provocando tonos de naturalismo con su ausencia, etcétera.

Pero la música es sólo una pista —la más notable- sobre cuál es el anhelo íntimo del cine. Creo que la agenda secreta de este arte es lograr simular la experiencia sensorial completa; ofrecer un sucedáneo del mundo real. Es una meta tan ambiciosa como inalcanzable, pero pareciera que los avances en su técnica han ido siempre encaminados hacia la Gesamtkunstwerk, la obra de arte total, ideal, que anheló Wagner. Es como si estuviéramos obsesionados con aumentar la definición de nuestras fantasías, con sumergirnos más y más en las posibilidades que nos brindan. Esta obsesión consume recursos y capitales que bien podrían usarse en otras cosas de utilidad más inmediata. ¿Por qué aplicarlos en robustecer al cine (o, para el caso, cualquier otro arte)? Ofrezco una explicación que me parece razonable: siempre es placentero olvidarse de uno mismo.

 




***
Juan Ramón V. Mora (León, 1989) es venerador felino, escritor, editor, traductor y crítico de cine. Ganó la categoría Cuento Corto de los Premios de Literatura León 2016 y fue coordinador editorial en la edición XXII del Festival Internacional de Cine Guanajuato. Escribe sobre cine en su blog El hombro de Orión.

[Ir a la portada de Tachas 393]