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EL HOMBRO DE ORIÓN

El Hombro de Orión • El Demonio Neón y el símbolo de la luna • Juan Ramón V. Mora

Juan Ramón V. Mora

Juan Ramón V. Mora
The Neon Demon (Winding, 2016)
El Hombro de Orión • El Demonio Neón y el símbolo de la luna • Juan Ramón V. Mora



La belleza es uno de esos temas que parecen simples a la distancia pero empiezan a complicarse a medida que nos acercamos. Nuestra sociedad parece haber elegido la hermosura corporal como el fin último de la vida humana, el alfa y el omega de nuestra experiencia. Se ha hecho de la más mutable de nuestras características el metro con que se mide la validez de una persona. Es este hecho desconcertante el que ha elegido Nicolas Winding Refn como tema de su cinta, The Neon Demon (Winding, 2016).

La anécdota podría resumirse con un par de clichés que se reflejan mutuamente: chica inocente llega a Hollywood buscando éxito en el mundo de la moda pero no todo marcha como ella espera; un grupo de amigas ve turbado su equilibrio por la llegada de una intrusa. De cierto modo este patrón reflejante es el único que queda sin retorcer en toda la película; porque cada una de las partes que componen The Neon Demon parece estar sostenida sobre una base unánime de perversión. El director tiende una carnada y nosotros la tomamos sólo para descubrir que sus intenciones eran completamente distintas a las que anticipábamos. No hay un solo elemento que se sienta llevado por la inercia, todo rebosa creatividad e imaginación. Aunque hay referencias —poco o muy explícitas— a filmes como The Shining (Kubrick, 1980), Suspiria (Argento, 1977), The Texas Chain Saw Massacre (Hoopper, 1974), Un Chien Andalou (Buñuel, 1929) o Mulholland Drive (Lynch, 2001), esta película parece romper cada molde previo, cada género en el que se la quiera encasillar. Es cine metafísico, de horror, de crítica social, futurista, surrealista, barroco, picológico y mucho más. Como toda gran obra de arte, abreva de la tradición pero al mismo tiempo la subvierte de forma irreversible.

El cine de nuestros días parece tener por motivaciones principales a la avaricia y el temor. Se agradece sin reservas la presencia de una voz incómoda como la de NWR, alguien que privilegia la singularidad y empuja los límites de lo que puede hacerse con el medio. El sonado mal recibimiento que tuvo The Neon Demon con la crítica revela, por un lado, el nivel de conformismo y estupidez que parecen ser la norma entre los críticos profesionales; por el otro, los alcances recónditos de esta experiencia desquiciada, inolvidable.

A pesar de llevar la palabra "neón" en el título, la estética está dominada por zonas de oscuridad o crepúsculo. El ocultamiento y la sombra son procedimientos predilectos para una historia que profetiza el camino sombrío que seguirá nuestra civilización si seguimos entronizando la belleza de la juventud como valor absoluto. Las palabras "Real lolita shit" del personaje interpretado por un sorpresivo Keanu Reeves provocan algo más que risa nerviosa.

¿Y quién o qué es el dichoso demonio neón? Puede que no se trate de una persona particular, sino de un estado de ánimo. No es difícil notar que la obsesión especular está llevada hacia la estructura misma del relato. Es posible que lo fascinante de las simetrías no se encuentre en las partes inversas, sino el límite que las separa. En este caso, el eje que divide la dualidad es una pasarela que deviene en posesión demoniaca. Previamente habíamos asistido a una sesión fotográfica en la que Jesse fue ungida como virgen apolínea y el resplandor del lente, cuidadosamente colocado sobre su rostro, enfatizaba la naturaleza solar de su personaje. Luego, en la escena alegórico-alucinatoria de la pasarela, el personaje de Elle Fanning admite dentro de sí a la peor parte del mundo que la rodea y se transforma en otra cosa. Esto no queda sin consecuencias, y la segunda mitad de la trama cumple su función siniestra.

La actuación es uno de los puntos más altos de The Neon Demon.  Elle Fanning parece haber nacido para interpretar a la virgen numinosa de un cuento de hadas. Jena Malone puede ser vista, desde cierta perspectiva, como la protagonista real, y su personaje es quizá el más interesante de todos.  Con esto dicho, lo difícil más bien sería encontrar un punto bajo. Creo haber descubierto uno solo. El diálogo con el que Jesse —el personaje de Elle Fanning— responde a un reproche de su novio ("No, they want to be like me") es el único trozo de la obra que me pareció predecible, aunque justificado. Todo lo demás está organizado con inusual clarividencia. Nicolas Winding Refn parece haber abandonado la tonalidad ultra masculina de sus cintas anteriores para canalizar una feminidad muy honda. Tenemos ante nosotros a un cineasta puro que explora las posibilidades de su arte como pocos hoy en día. Atisbo la intención de crear una experiencia modificadora de la consciencia, no solamente un cuento para entretener un rato. Opino que esta ambición desaforada no es sino el punto de partida que debe exigírsele a todo artista, y el director danés lo logra con éxito creciente.

Por último quisiera apuntar que, a mi parecer, todo en The Neon Demon está signado por un símbolo profundo: el símbolo de la luna. Antigua y joven a la vez, la luna es el espejo supremo. Su belleza fría, regente en el océano sin fin de la demencia, ejerce una fascinación también ilimitada. La pantalla nos muestra en esta ocasión las intensidades gemelas del encanto y la locura, amalgamadas para siempre en la multiplicidad de ese ojo metamórfico en el que nos miramos mirando.

 




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Juan Ramón V. Mora (León, 1989) es venerador felino, escritor, editor, traductor y crítico de cine. Ganó la categoría Cuento Corto de los Premios de Literatura León 2016 y fue coordinador editorial en la edición XXII del Festival Internacional de Cine Guanajuato. Escribe sobre cine en su blog El hombro de Orión.

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