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Tachas 406 • Vicente Rojo: Formas del color, luces de abstracción • Fernando Cuevas

Fernando Cuevas

Vicente Rojo
Vicente Rojo
Tachas 406 • Vicente Rojo: Formas del color, luces de abstracción • Fernando Cuevas



Exploró los territorios de la abstracción como una ruta que lo acompañó a lo largo de buena parte de su obra, buscando manifestar sus ideas y emociones a partir del menor número de elementos posibles, innovando en la forma y el color: abstraer para llevar a otro plano los componentes tangibles y expresarlos de una manera distinta, entre el símbolo y la referencia objetivable. Sus aportes resultaron esenciales para el desarrollo del arte pictórico y escultórico en nuestro país, en particular durante la segunda mitad del siglo XX. Gracias a su participación en el diseño gráfico, su presencia se hizo más evidente en la observable cotidianidad.

Nació en Barcelona en 1932, donde empezó a dibujar y aprender escultura y cerámica. Su padre era miembro del partido socialista y vino a México en 1939 a bordo del barco Ipanema que zarpó de Burdeos rumbo a Veracruz, hecho que generó una exposición conmemorativa; su tío era un general republicano opositor de Franco. Vicente Rojo llegó a México en 1949 como parte del fenómeno del exilio y se asentó en la colonia Narvarte de la CDMX, si bien tiempo después instalaría su estudio en Coyoacán. Estudió en La Esmeralda, donde desarrolló sus capacidades innatas para la pintura y la tipografía, aplicada al diseño gráfico, campo en el que tuvo de maestro práctico a Miguel Prieto. Ya encontrando su propio estilo, empezó a exponer en 1958 y paulatinamente fue abarcando mayores públicos y espacios hasta convertirse en un referente de la plástica.

Colaboró en el INBA dentro del área de ediciones durante los cincuenta y en varias áreas de la UNAM relacionadas con la cultura, para después ampliar sus aportaciones dentro de este campo en el suplemento México en la Cultura del diario Novedades, en la Revista de la Universidad de México, en Ediciones Era, de la que fue cofundador, al igual que Artes de México; sus diseños se pudieron ver en Nuevo Cine, Diálogos, ¡Siempre!, Plural, Vuelta, La Gaceta (FCE), y en el logo del periódico La Jornada, también participando como fundador y diseñador gráfico. Aportó sus trabajos para instituciones españolas (Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, Fundación Banco Exterior) y mexicanas, como el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

También colaboró con varias editoriales como Salvat, Grupasa y Joaquín Mortiz, entre otras, y diseñó portadas de libros como las que hizo para Las batallas del desierto de Pacheco, La Feria de Arreola, Aura de Fuentes, la traducción de Cómo es de Beckett y Cien años de soledad de García Márquez en su primera edición de la editorial Sudamericana en 1967, con todo y la “e” al revés y los mosaicos con imágenes simbólicamente alusivas a la opus magna del colombiano; trabajó en conjunto para algunas ediciones de poesía de Octavio Paz y Álvaro Mutis. Por supuesto, empezaron a llegar los premios y reconocimientos de diversa índole y que se extendieron hasta el final de su vida, a través de la cual mantuvo esa inquietante búsqueda de expandir la mirada geométrica de sus formas y de las interacciones entre ellas.

Distante de la tradición muralista y del arte figurativo, su obra pictórica está considerada dentro del desafiante movimiento conocido como La Ruptura (integrado por Manuel Felguérez, Roger von Gunten, Enrique Echeverría, Lilia Carrillo, Brian Nissen y Fernando García Ponce, entre otros) y ha sido organizada, básicamente, en cinco series: Señales, caracterizada por la predominancia de formas geométricas cual juego de relaciones; Negaciones, donde se estableció una secuencia que consistía en la contradicción o justamente negación de un cuadro con respecto a su antecesor y posterior; Recuerdos, vehículo para expresar las dificultades de la infancia; México bajo la lluvia, desarrollada a partir de la mirada de una precipitación en Tonantzintla, y Escenarios, a manera de síntesis de las anteriores series, aquí integradas en breves conjuntos.

A partir de los años ochenta se mete más de lleno en el ámbito de la escultura, a través del cual pudo aportar obras como la fuente central de la Plaza Juárez en la CDMX, el vitral Versión celeste del edificio de El Nacional Monte de Piedad y su afamada serie llamada Volcanes: una de estas obras se encuentra en la Secretaría de Relaciones Exteriores, conformada por más de mil piezas y conocida como País de volcanes (2003). Asimismo, mantuvo su producción pictórica en la que convivían una cierta contención en las composiciones con una pretendida escapatoria de los objetos, enfatizada por las diversas intensidades en los colores y sus combinaciones. Los libros Vicente Rojo, diseño gráfico (1990) y Puntos suspensivos, escenas de un autorretrato (2010), presentan buena parte de su obra.

En una entrevista para Milenio, el artista comentó que “desde el primer día que llegué a México vi una luz maravillosa que el franquismo había apagado en España… aquí encontré la libertad que no había tenido en 17 años”. Para el diario El País, comentó que en la infancia leía a Verne y a Dafoe por la presencia de la isla desierta, un mundo ideal para él, y así tener la posibilidad de crear una realidad distinta y recomenzar la vida. Esa iluminada liberación y el deseo de reconfigurar las difíciles vivencias, parecieron convertirse en móviles estéticos que impulsaron su disruptiva obra creativa. Vicente Rojo murió el 17 de marzo del 2021, a los 89 años de edad.

 

 

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